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ESTELA: Documental de S. Di Florio y W. Goonar

En el nombre del padre

Algo debe haber vislumbrado Franco Macri cuando desaprobó el ingreso de su hijo a la política.

Por Walter Goobar
La historia del humilde inmigrante genovés venido de Génova que amasó fortuna en tierra ajena es conmovedora, pero -esta visto-, que a su hijo no lo conmueve. Le pesa.
Franco Macri tiene grabada la imagen su padre, Giorgio, repartiendo entre siete hijos y sobrinos un mísero pedazo de queso comprado en los mercados clandestinos de la Roma ocupada por los nazis.
Algo debe haber vislumbrado Franco Macri cuando desaprobó el ingreso de su hijo a la política. Mauricio creyó que el consejo paternal buscaba recortar su autonomía de vuelo. Pero ni siquiera un hijo indócil debe ignorar el olfato de un viejo jugador en el tablero del poder como el dueño de Socma.

¿Es la candidatura, entonces, un desafío a la autoridad del padre? ¿O es, como dice en público Mauricio, la "pasión por hacer" lo que lo empuja a la arena electoral? Tal vez sea lo segundo, si se toma en cuenta su ambición personal. O quizá lo primero, si se analiza la historia familiar.
Es cierto que la pelea entre el padre Franco y el hijo Mauricio existe. También, que esta se acentuó en los últimos tres años. Rara vez Mauricio asiste a los tradicionales almuerzos de la familia en la quinta de Don Torcuato, algo que era habitual en otros tiempos. El propio Franco lo confesó en la entrevista que concedió hace un año: "Lamentablemente con Mauricio nos vemos poco. La última vez que tuvimos una hora para encontrarnos fue hace años".
El conglomerado de empresas de los Macri se fue amoldando con astucia a cada etapa política y económica de la Argentina. Aunque el jefe económico siempre fue Franco, su hijo Mauricio ocupó cargos de relevancia en las diferentes firmas y fue ganando un lugar cada vez más protagónico.
A los 31 años, Mauricio -hoy tiene 48- era el presidente de Sevel, la empresa que fue investigada por contrabando. Cuando Franco vio que Mauricio podía sucederlo y hasta jubilarlo de los negocios, le empezó a hacer la vida imposible. "Llegué a vivir en un infierno", confesó en el verano de 2003 mientras descansaba en Punta del Este.
"Si él me hubiese dado el espacio que yo necesitaba en la empresa, quizá no estaría metido en la política", se permitió reflexionar en aquella época. Pocos saben que el pleito entre padre e hijo provocó una curiosa contratación: un psicólogo en empresas de familia. Pero el perfil duro de Franco impidió cualquier solución.
Ejemplo típico de la gran empresa local, el Grupo Macri aprovechó cada vaivén político y económico de los últimos 20 años para expandir sus negocios. Como empresarios, Franco y su hijo obtuvieron estatización de sus deudas en la dictadura, cuestionadísimos contratos durante el alfonsinismo, privatizaciones escandalosas durante el menemismo y pesificación con el duhaldismo.
La ecuación era siempre la misma: negocios con buenos dividendos al amparo de la administración de turno.
En la era K, los negocios de los Macri en Buenos Aires perdieron fuerza. El gobierno de Aníbal Ibarra puso fin a los contratos que aún estaban en mano del clan. Entre ellos los de la empresa Itron, por aquellos días propiedad de Socma, que tenía a su cargo la emisión de las facturas de Alumbrado, Barrido y Limpieza de la Ciudad, con un contrato de 10 millones de pesos. Itron, además, manejaba el negocio del control fotográfico de vehículos, con una facturación aproximada de 5 millones de pesos por año.
Los Macri también eran contratistas del gobierno porteño en áreas diversas como la construcción, el control de catastros, la publicidad y el cobro de impuestos, entre muchas otras. Y tenían, y aún conservan, una gran influencia en el Banco Ciudad, donde dos de los seis directores son macristas.
En el verano de 2003 los cortocicuitos familiares se agudizaron cuando el septuagenario empresario se opuso tenazmente a la decisión de su hijo de presentarse como candidato a presidente con el argumento de que le esperaba un "costo enorme".
En aquella oportunidad, Mauricio, aceptó el mandato de su padre, bajó sus pretensiones y terminó siendo candidato a jefe de gobierno porteño, aunque no tuvo suerte porque perdió la elección frente a Aníbal Ibarra.
En esos comicios, el desmanejo del
Correo, una vieja causa por evasión, los peajes y otros contratos cuestionados a Franco Macri  se convirtieron en el Talón de Aquiles que entorpecieron el cómodo camino que Mauricio recorría hacia el gobierno porteño.
Tras la derrota frente a Ibarra, su depresión fue tan grande que envió a directivos del Club xeneixe a revisar la carta orgánica y finalmente se hizo reelegir contraviniendo los estatutos.
Para Mauricio, la presidencia de Boca era el único espacio  propio que le daba el oxígeno que su padre le negaba en la empresa.

"Es muy negativo para nosotros que Mauricio sea presidente de Boca", dijo Franco a Clarín. Aunque aclaró que el principal problema es que la presidencia de Boca dispara el perfil del nombre Macri, y en consecuencia del grupo, a niveles siderales.
 'Mi viejo está rodeado de alcahuetes. Por eso nunca será un buen jugador de bridge: los mismos que le enseñaron a jugar, luego dejan que él les gane'. decía con amargura Mauricio en aquella época. 
El distanciamiento también se evidencia en los entornos de ambos. Cuando se alejó de las empresas familiares para dedicarse a la política, Mauricio se llevó a su partido a varios ejecutivos que no cultivaban una buena relación con Franco, como es el caso de Néstor Grindetti, hoy transformado en uno de los principales colaboradores del titular de Pro.
Desde hace un par de años, Franco, el padre, se retiró de la escena. Ya no frecuenta con tanta asiduidad el Armani Caffe de la avenida Alvear, ni cena en el Museo Renault, ni tiene  tantas jóvenes novias conocidas.  Pero irrita al desobediente Mauricio proclamando cada vez que puede su adhesión la kirchnerismo.
El año pasado, Macri padre envió una elogiosa esquela a Kirchner por el acto del 25 de mayo, que su hijo tildó de reunión de "alcahuetes".
Luego, en declaraciones radiales, Macri padre dejó en claro que no coincide con las ideas políticas de su hijo: "Yo siempre creí en la necesidad de estructurar un país para los argentinos. Realmente debo decir que por primera vez me ha llegado ese concepto con fuerza y con sinceridad de nuestro presidente, que manifiesta, insiste y demuestra que quiere una Argentina para todos. Tengo diferencias con mi hijo, no es una obligación que los padres coincidan con sus hijos en las ideas empresariales y menos en las ideas políticas", manifestó Franco.
"Es una muestra más de que no tengo nada que ver con las actividades de mi padre"., replicó Mauricio.
En 2007, la decisión de bajarse de la candidatura presidencial y presentarse nuevamente como candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad estuvo signada nuevamente por razones familiares.
Mauricio quiere demostrarle a su padre que reúne las condiciones para derrotar a Kirchner. Que no es ningún "idiota", como sabe que Franco lo ha llamado en más de una oportunidad. Por eso eligió el camino más largo hacia la Presidencia, pero a la vez el que aparece como más seguro. La candidatura a presidente, con una intención de voto que apenas superaba el 10% de acuerdo a las principales encuestadoras, hubiera significado correr un riesgo demasiado alto.
Macri padre complica a Mauricio, porque eligió a Kirchner como paraguas para sus negocios. Franco adhirió sin tapujos al kirchnerismo incluso luego de que el Gobierno le quitara la concesión del Correo Argentino, que volvió a ser estatal.
El gobierno anuló la concesión de Macri porque estaba en concurso de acreedores. Pero desde su reestatización en octubre de 2003, lleva ganados 113 millones de pesos.
Macri no hizo juicio al Estado, pero obtuvo su premio: Néstor Kirchner le otorgó la concesión del estratégico ramal Belgrano Cargas.
"Si gano, ninguna de las empresas de mi padre va a participar en las licitaciones que organicemos", aseguró Mauricio Macri, tomando distancia de su padre Franco y de los muchos negocios que mantiene con la comuna porteña.
Ahora, con Mauricio cerca de ganar la Capital Federal, Franco tendrá el camino despejado para recuperar los negocios que la familia perdió en los últimos años.
Nada mejor que un padre para ponerle límites a un hijo, nada peor que un hijo para tratar de ponerle límites al padre.















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Por Walter Goobar

Franco Macri tiene grabada la imagen de su padre, Giorgio, repartiendo entre siete hijos y sobrinos un misero pedazo de queso comprado en los mercados clandestinos de la Roma ocupada por los nazis, La historia de ese humilde .inmigrante italiano que llegó a Buenos Aires el 6 de enero de 1949 y amasó fortuna en tierra ajena es conmovedora, pero esta visto que a su hijo Mauricio no lo conmueve. Mas aún: le pesa.
Algo debe haber vislumbrado Franco Macri cuando desaprobó el ingreso de su hijo a la política. Mauricio creyó que el consejo paternal buscaba recortar su autonomía de vuelo. Pero ni siquiera un hijo indócil debe ignorar el olfato político de un viejo jugador en el tablero del poder como el dueño de Socma.
¿Es la candidatura, entonces, un desafío a la autoridad del padre? ¿O es, como dice en público Mauricio, la "pasión por hacer" lo que lo empuja a la arena electoral? Tal vez sea lo segundo, si se toma en cuenta su ambición personal. O quizá lo primero, si se analiza la historia familiar.

Es cierto que la pelea entre el padre Franco y el hijo Mauricio existe. También, que esta se acentuó en los últimos tres años. Rara vez Mauricio asiste a los tradicionales almuerzos de la familia en la quinta de Don Torcuato, algo que era habitual en otros tiempos. El propio Franco lo confesó en la entrevista que concedió hace un año: "Lamentablemente con Mauricio nos vemos poco. La última vez que tuvimos una hora para encontrarnos fue hace años".
El conglomerado de empresas de los Macri se fue amoldando con astucia a cada etapa política y económica de la Argentina. Aunque el jefe económico siempre fue Franco, su hijo Mauricio ocupó cargos de relevancia en las diferentes firmas y fue ganando un lugar cada vez más protagónico.
A los 31 años, Mauricio -hoy tiene 48- era el presidente de lSevel, la empresa que fue investigada por contrabando. Cuando Franco vio que Mauricio podía sucederlo y hasta jubilarlo de los negocios, le empezó a hacer la vida imposible. "Llegué a vivir en un infierno", confesó en el verano de 2003 mientras descansaba en Punta del Este.
"Si él me hubiese dado el espacio que yo necesitaba en la empresa, quizá no estaría metido en la política", se permitió reflexionar en aquella época. Pocos saben que el pleito entre padre e hijo provocó una curiosa contratación: un psicólogo en empresas de familia. Pero el perfil duro de Franco impidió cualquier solución.
Ejemplo típico de la gran empresa local, el Grupo Macri aprovechó cada vaivén político y económico de los últimos 20 años para expandir sus negocios. Como empresarios, Franco y su hijo obtuvieron estatización de sus deudas en la dictadura, cuestionadísimos contratos durante el alfonsinismo, privatizaciones escandalosas durante el menemismo y pesificación con el duhaldismo.
La ecuación era siempre la misma: negocios con buenos dividendos al amparo de la administración de turno.
En la era K, los negocios de los Macri en Buenos Aires perdieron fuerza. El gobierno de Aníbal Ibarra puso fin a los contratos que aún estaban en mano del clan. Entre ellos los de la empresa Itron, por aquellos días propiedad de Socma, que tenía a su cargo la emisión de las facturas de Alumbrado, Barrido y Limpieza de la Ciudad, con un contrato de 10 millones de pesos. Itron, además, manejaba el negocio del control fotográfico de vehículos, con una facturación aproximada de 5 millones de pesos por año.
Los Macri también eran contratistas del gobierno porteño en áreas diversas como la construcción, el control de catastros, la publicidad y el cobro de impuestos, entre muchas otras. Y tenían, y aún conservan, una gran influencia en el Banco Ciudad, donde dos de los seis directores son macristas.
En el verano de 2003 los cortocicuitos familiares se agudizaron cuando el septuagenario empresario se opuso tenazmente a la decisión de su hijo de presentarse como candidato a presidente con el argumento de que le esperaba un "costo enorme".
En aquella oportunidad, Mauricio, aceptó el mandato de su padre, bajó sus pretensiones y terminó siendo candidato a jefe de gobierno porteño, aunque no tuvo suerte porque perdió la elección frente a Aníbal Ibarra.
En esos comicios, el desmanejo del
Correo, una vieja causa por evasión, los peajes y otros contratos cuestionados a Franco Macri  se convirtieron en el Talón de Aquiles que entorpecieron el cómodo camino que Mauricio recorría hacia el gobierno porteño.
Tras la derrota frente a Ibarra, su depresión fue tan grande que envió a directivos del Club xeneixe a revisar la carta orgánica y finalmente se hizo reelegir contraviniendo los estatutos.
Para Mauricio, la presidencia de Boca era el único espacio  propio que le daba el oxígeno que su padre le negaba en la empresa.
"Es muy negativo para nosotros que Mauricio sea presidente de Boca", dijo Franco a Clarín. Aunque aclaró que el principal problema es que la presidencia de Boca dispara el perfil del nombre Macri, y en consecuencia del grupo, a niveles siderales.
 'Mi viejo está rodeado de alcahuetes. Por eso nunca será un buen jugador de bridge: los mismos que le enseñaron a jugar, luego dejan que él les gane'. decía con amargura Mauricio en aquella época. 
El distanciamiento también se evidencia en los entornos de ambos. Cuando se alejó de las empresas familiares para dedicarse a la política, Mauricio se llevó a su partido a varios ejecutivos que no cultivaban una buena relación con Franco, como es el caso de Néstor Grindetti, hoy transformado en uno de los principales colaboradores del titular de Pro.
Desde hace un par de años, Franco, el padre, se retiró de la escena. Ya no frecuenta el Armani Caffe de la avenida Alvear, ni cena en el Museo Renault, ni tiene  tantas jóvenes novias conocidas.  Pero irrita al desobediente Mauricio proclamando cada vez que puede su adhesión la kirchnerismo.
El año pasado, Macri padre envió una elogiosa esquela a Kirchner por el acto del 25 de mayo, que su hijo tildó de reunión de "alcahuetes".
Luego, en declaraciones radiales, Macri padre dejó en claro que no coincide con las ideas políticas de su hijo: "Yo siempre creí en la necesidad de estructurar un país para los argentinos. Realmente debo decir que por primera vez me ha llegado ese concepto con fuerza y con sinceridad de nuestro presidente, que manifiesta, insiste y demuestra que quiere una Argentina para todos. Tengo diferencias con mi hijo, no es una obligación que los padres coincidan con sus hijos en las ideas empresariales y menos en las ideas políticas", manifestó Franco.
"Es una muestra más de que no tengo nada que ver con las actividades de mi padre"., replicó Mauricio.
En 2007, la decisión de bajarse de la candidatura presidencial y presentarse nuevamente como candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad estuvo signada nuevamente por razones familiares.
Mauricio quiere demostrarle a su padre que reúne las condiciones para derrotar a Kirchner. Que no es ningún "idiota", como sabe que Franco lo ha llamado en más de una oportunidad. Por eso eligió el camino más largo hacia la Presidencia, pero a la vez el que aparece como más seguro. La candidatura a presidente, con una intención de voto que apenas superaba el 10% de acuerdo a las principales encuestadoras, hubiera significado correr un riesgo demasiado alto.
Macri padre complica a Mauricio, porque eligió a Kirchner como paraguas para sus negocios. Franco adhirió sin tapujos al kirchnerismo incluso luego de que el Gobierno le quitara la concesión del Correo Argentino, que volvió a ser estatal.
El gobierno anuló la concesión de Macri porque estaba en concurso de acreedores. Pero desde su reestatización en octubre de 2003, lleva ganados 113 millones de pesos.
Macri no hizo juicio al Estado, pero obtuvo su premio: Néstor Kirchner le otorgó la concesión del estratégico ramal Belgrano Cargas.
"Si gano, ninguna de las empresas de mi padre va a participar en las licitaciones que organicemos", aseguró Mauricio Macri, tomando distancia de su padre Franco y de los muchos negocios que mantiene con la comuna porteña.
Ahora, con Mauricio cerca de ganar la Capital Federal, Franco tendrá el camino despejado para recuperar los negocios que la familia perdió en los últimos años.
Nada mejor que un padre para ponerle límites a un hijo, nada peor que un hijo para tratar de ponerle límites al padre.

Revista 7 Días
21-06-2007

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