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El campo, el fin y los medios

Sectores netamente populares, de una clase media baja, fueron ganados por el campo a través de los medios, lo cual habla de una incapacidad muy grande de librar batallas político-culturales, político-mediáticas.

Por Walter Goobar
El conflicto con el campo  mostró una nueva y peligrosa polarización que que reedito falsas semejanzas con las movilizaciones y las puebladas  que acabaron con los gobiernos de
Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde.
Después de las turbulencias de tres semanas, hay una aparente sensación de calma que permite
revisar como actuaron los diferentes  protagonistas de la crisis del campo.
Una prrimera observación es que el conflicto causó una nueva suba de precios,inflación agregada y nueva pérdida del poder adquisitivo de los más humildes y de la clase media.  Lo cierto es que lockout terminó siendo una coartada útil para los formadores de precios. Y la cuenta -como siempre-, la pagan los sectores más desposeídos de la sociedad.
En la intimidad de la Casa Rosada reconocen errores de tiempo, modos y procedimientos, pero deberían desterrar el argumento que mostrar debilidades favorece al contrario. Este argumento no sólo es falso sino que ha permitido que además de ganar la calle, la derecha gane la representación del mundo, de las cosas, lo cual es mucho más peligroso.
Ante ese escenario, para el Gobierno, lo primordial, es y seguirá siendo no equivocarse de adversario ni confundir a todos los adversarios con los enemigos.
Es indudable que en el último tiempo, la Casa Rosada viene perdiendo la batalla cultural, la batalla de los mundos simbólicos.
Sectores netamente populares, de una clase media baja, fueron ganados por el campo a través de los medios, lo cual habla de una incapacidad muy grande de librar batallas político-culturales, político-mediáticas.
El Gobierno parece no haber registrado que la derecha política y mediática ha conseguido darle vuelta el sentido de las cosas, Ese es el origen de  su distanciamiento de la clase media porteña, que le abrió las puertas a Mauricio Macri en la jefatura del Gobierno de la Ciudad, cosa que no hubiera sucedido allá por el 2003 o el 2004.
Más allá de que el campo haya levantado el paro, desde el punto de vuista mediático, fue una operación exitosa de los sectores más reaccionarios, golpistas en serio, que redescubrieron la manera de golpear a partir de ocupar las calles y batir las cacerolas. Ese sector ha descubierto su propia capacidad de construir una representación del mundo muy difícil de desbaratar, de revertir.
Lo novedoso está en presentar los intentos destituyentes, que en otros momentos hubiesen sido intentos de golpes, como si fuesen democratizantes: la calle, sea quien sea quien esté ahí, resulta la instancia liberadora.
Para el escritor y profesor de la UBA, Nicolás Casullo,   se trata de una prueba piloto, "un modelo, una manera de actuación donde tienen mucha importancia los medios como generadores de climas, de operaciones. Cualquier intención destitutuva parece haber cobrado legitimidad democratizadora, lo cual es falso", sostiene Casullo en una entrevista en la revista Debate. En ese sentido -continúa Casullo-, "la atmósfera golpista, ntenta ser una progresión que fomenta la pérdida de legitimidad, que debilite la capacidad del Estado para controlar la situación".
Si este gobierno aspira a profundizar sus reformas  en un sentido progresista va a tener que tomar nota de este fenómeno, porque si no las batallas las va a perder muy seguido.
En cierto sentido, la modalidad de este conflicto representa un triunfo histórico de la ideología de mercado, que todavía impregna todo.
El gran engranaje que lo pone en marcha esta ideología del mercado es el  de los medios de comunicación. El campo como suma de virtudes y esencias de la nacionalidad y las cámaras de TV, dividiendo su pantalla en dos ante cada discurso presidencial son dos expresiones de este fenómeno.
El campo puede haber sufrido una revolución mediática, pero en todo caso es una revolución bastante conservadora: el campesinado, aquí y en todo el mundo y en todas las épocas, fue, es y será conservador.
El grueso de la renta agraria, sigue en manos de menos de mil personas, familias o empresas.
Antes de convertirse en aliada de la Sociedad Rural y Carbap, la Federación Agraria Argentina distribuía un volante con el sugestivo titulo "Lo que no te contaron del boom sojero: Que el 3% de las explotaciones agropecuarias produce el 70% de la soja. Que solo el 1,3% de las grandes estancias y empresas posee el 50% de las tierras en nuestro país. Que 130 pueblos de la provincia de Santa Fe están en riesgo de desaparecer. Hay 17 millones de hectáreas en manos de extranjeros, mientras continua la expulsión de los pueblos originarios.”
La Federación Agraria que -como asociada a la CTA- en los últimos años llevó adelante iniciativas de lucha contra la pobreza y la marginación se convirtió ahora en la coartada perfecta para una ideología que está de contramano con todas las posiciones que sostuvo  la Federación. Lamentablemente la Federación se convirtió en mano de obra barata para los piquetesi. Si sus dirigentes creen que pueden montarse en los terratenientes poderosos y en los grupos concentrados del capitalismo agropecuario, para restablecer la justicia, se equivocan de cabo a rabo.
Eso refuerza la necesidad de subsidiar determinadas producciones, como hace el mundo desarrollado precisamente para proteger a los verdaderos  chacareros; equiparándolos  como las pymes industriales.
A juzgar por las movilizaciones, la ciudadanía de centroderecha parece estar en ventaja respecto de una ciudadanía más progresista de la Capital.
Lo cierto es que la Capital se ha convertido en una ciudad muy reacia al peronismo, mucho más reacia al kirchnerismo y más todavía a la figura de Cristina como mujer. Ese es otro dato a tener en cuenta si se pretende dar la imprescindible batalla intelectual.
El sociólogo y ex ministro de Cultura, Torcuato Di Tella, señala en Debate que uno de los resultados del uso activo o pasivo por parte del Gobierno de grupos de acción para mantener el control de calles -como DÉlía, Pérsico y Moyano-, será la derechización de gran parte de las clases medias y los empresarios de la ciudad y del campo.
Para ampliar su base social en esos sectores el Gobierno no precisa recurrir a los camiones de Moyano, los micros de los intendentes del conurbano o los piqueteros de D´Elia. Sin embargo, más nefasto que el protagonismo de Moyano y Délia en las calles es el de Guillermo Moreno, que se ha convertido en un contrasentido de este Gobierno. Sus métodos no sirven. Transformó  la batalla por los precios en una batalla contra los índices de precios que socavaron la credibilidad del INDEC y del propio Gobierno. Sus bravatas terminaron fomentando la concentración económica que era supuestamente lo que se quería impedir.
Diario BAE
07-ABR-2008
 

 

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