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Los dilemas de la renovación

La salida de Martín Lousteau, el cuarto ministro de Economía desde 2003, fue asumida como trofeo por los dirigentes agrarios porque es la primera vez que el Gobierno entrega una presa a sus opositores en medio de la pelea.

Por Walter Goobar
El aumento de las retenciones hizo estallar la codicia de los productores agrarios que -cebados por el alza de precios internacionales-,  se sintieron frustrados porque sus ganancias serían menores y consiguieron alinear y emblocar los intereses de los sectores que nunca aceptaron el modelo económico oficial pero que esta vez encontráron un terreno fértil para convertir una protesta sectorial en una a protesta masiva.
Hoy nadie duda que la confrontación entre el Gobierno y el agro  tiene más de política que de puja sectorial y los argumentos originales han quedado sepultados por la propia dinámica del conflicto. 
Después de 21 días de piquetes ruteros y desabastecimiento, las cuatro poderosas  entidades del campo(Sociedad Rural, Confederaciones Rurales, Coninagro y Federación Agraria), dispusieron una tregua de 30 días que vence el próximo viernes.
Con una sincronía casi perfecta, con la lógica beligerante, después del lockout,  embezáron a arder unas 60 mil hectáreas dedicadas al pastoreo de bovinos, cubriendo de humo y cenizas todo el sur del Litoral, incluida la Capital Federal que es la caja de resonancia de todos los conflictos. El humo y la política de tierra arrasada fueron los toques apocalípticos que le faltaba a la promocionada guerra gaucha.
Este viernes, la guerra se cobró su primera víctima con el ministro de Economía, Martín Lousteau que se había convertido en la bestia negra de los ruralistas.
La salida de Lousteau, el cuarto ministro de Economía desde 2003, fue asumida como trofeo por los dirigentes agrarios porque es la primera vez que el Gobierno entrega una presa a sus opositores en medio de la pelea. Todos los otros ministros que debieron abandonar sus cargos lo hicieron  cuuando las aguas se aquietaron y no en medio del temporal.
La presencia de varios dirigentes agropecuarios en el juramento de Carlos Fernández fue una señal inequívoca de ese oscuro placer que produce ver  pasar el cadáver del enemigo. Tal vez sea lo único concreto que consigan los ruralistas  antes del 2 de mayo  porque el recambio ministerial puede ser una excusa suficiente para prolongar las negociaciones más allá del límite calendario del agro.
De todos modos, la precipitada salida de Lousteau puede ser el anticipo de un relanzamiento de la presidencia de Cristina, con otros  recambios en el gabinete.
La ministro de Salud,  Graciela Ocaña y el de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, son los dos ministros sobre los que no hay dudas respecto de su continuidad. El resto es un final abierto.
Si bien el tema se maneja en absoluto hermetismo, el propio jefe de Gabinete, Alberto Fernández ni siquiera desmintió las dudas sobre su propia continuidad, por el contrario, habló de su cansancio y del lógico  “desgaste de materiales” como resultado de su carga de trabajo a la que ahora se le ha sumado la de ser el jefe partidario del PJ de la Ciudad
Si se descomprime la situación con el campo, es probable que el próximo 25 de mayo, pueda convertirse en la oportunidad para una refundación de la gestión presidencial.
La piedra angular de esa refundación debería en primer término-, admitir la realidad inflacionaria poniendo fin a la realidad virtual que transmite la Secretaría de Comercio Interior.
Una eventual estrategia antiinflacionaria debería ser la base de la política redistributiva que pretende implementar el Gobierno. Garantizar que la canasta básica esté al alcance de los sectores más desprotegidos es un prerequisito para que la tan mentada redistribución sea creíble y efectiva.
Lo mismo ocurre con el control sobre los bienes y servicios de consumo masivo en las capas medias de la población, como las escuelas, la salud, además de alimentos y ropas. Hay maniobras especulativas que deberían ser cortadas de raíz para que a los formadores de precios y a los otros actores de la economía les quede en claro cuáles son las reglas de juego.
Antes de asumir, Cristina Fernández se enfrentó a una difícil decisión: debía atender a las expectativas de renovación que el mismo slogan de campaña había despertado -"El cambio recién comienza"- , o debía privilegiar la gobernabilidad, manteniendo gran parte del elenco de ministros de la gestión de Néstor Kirchner.
Cristina optó por la continuidad.
Ahora, la presidenta sabe que su Gobierno debe recuperar la tonicidad muscular y, sobre todo, cambiar la tendencia negativa para generar nuevas expectativas.
En ese sentido, el relanzamiento debería poner el acento en mejorar la capacidad de gestión, haciendo que la Jefatura de Gabinete vuelva a cumplir funciones de coordinación y no de decisión.
También es necesario que las 
dependencias del Estado aumenten su capacidad técnica y su autoridad.  Una de ellas es el Indec.
Se lo llame como se lo llame, la renovación es una necesidad antes que una opción o un mero  artilugio mediático.
Diario BAE
29-ABR-208
 

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