Después de Carlos y Eduardo Menem, Jorge y Hugo fueron los hombres más influyentes de los ’90. Uno dominó el ambiente judicial. El otro manejó la SIDE. Los dos están peleados a muerte. Un fastuoso cumpleaños y la reconciliación que no fue. La vuelta de dos que nunca se fueron del todo.
Por Walter Goobar y Romina Manguel
No iba a pasar por alto su cumpleaños sesenta. Para inaugurar una nueva década, Jorge Anzorreguy había reservado el Tattersal de Palermo con un año de anticipación. Una pregunta rondó los preparativos del festejo: “¿Sería el escenario de la reconciliación pública? ¿Llegaría a su fin una rencilla que durante más de ocho años ha enfrentado a los dos hermanos con más saña que a Montescos y Capuletos?”
El viernes 31 de mayo, con el salón repleto por más de setecientos invitados, se develó la incógnita. No habría reconciliación, no esa noche. Las viejas rencillas –que los enfrentaron al punto de que el hijo de Hugo se agarró a trompadas con su tío Jorge– hicieron que dejen de dirigirse la palabra. Y que sus mujeres –las hermanas Moliné O’Connor– sean capaces de levantarse de un restaurante si la otra ocupa una mesa. Dinero, cargos, acusaciones cruzadas y el estudio Anzorreguy en el centro de la escena hicieron imposible que la fiesta de Jorge fuera perfecta. El escándalo de los sobresueldos no ayudó a la reconciliación: sus nombres volvieron a cruzarse en medio de acusaciones acerca de si era Jorge el que repartía a los jueces federales la plata que Hugo manejaba en SIDE, tal como dejó entrever el ex ministro Oscar Camilión.
Para los dos de los cuatro hermanos Anzorreguy sólo habrían sido necesarios una agenda y un teléfono para barajar cual mazo de cartas las principales causas judiciales cuando Carlos Menem estaba en el poder. A ellos se los vincula con los jueces adictos, los fallos beneficiosos, los dictámenes cómplices por acción u omisión que allanaron el camino al poder absoluto del menemismo. Más de una vez, a uno y a otro, Carlos Saúl les dio las gracias.
Jorge Anzorreguy fue juez hasta 1976, cuando la dictadura lo desplazó por integrar la Asociación de Abogados Peronistas junto con su hermano Hugo, el actual procurador Esteban Righi y el titular de la Oficina Anticorrupción, Abel Fleitas Ortiz de Rozas. Desde aquella experiencia, Jorge insiste en despegarse de lo que fue la actuación de su hermano al frente de la Secretaría de Inteligencia. Por eso sitúa la pelea a mediados de los noventa. Y, mientras preparaba su fiesta, Hugo estaba sumido en una profunda depresión en su piso del palacio Estrogamou.
MÁS PREGUNTAS QUE RESPUESTAS. Para Juan Bautista “Tata” Yofre, el antecesor de Hugo Anzorreguy en la SIDE, la pelea “fue por plata” y los orígenes de las desavenencias se remontan a la época del nombramiento de Hugo al frente del espionaje. Jorge, apoyado por sus hermanos Carlos y Gustavo, estaba convencido de que la carrera del espía sería un obstáculo para los negocios jurídicos del cuarteto familiar. Para el prestigioso estudio Anzorreguy, la estirpe familiar no se correspondía con el cuestionado espionaje vernáculo. Y, además, coartaba la posibilidad de Jorge de ocupar el puesto de secretario de Justicia. Yofre insistió en que no había planes para ese nombramiento y para corroborarlo fueron juntos hasta el despacho del secretario Legal y Técnico, el riojano Raúl Granillo Ocampo. El operador de Menem confirmó que no había planes para nombrar a Jorge, y sólo después de eso Hugo aceptó el cargo.
La ausencia de Hugo en el cumpleaños de Jorge no ha sido el primer desaire. En junio de 1999 tampoco asistió al casamiento de la hija de Jorge. Aunque hubo 4 trompetas, 8 violines y un coro de 20 personas, los dos mil invitados a la misa de esponsales no dejaron de notar una ausencia: la del tío de la novia, Hugo Anzorreguy.
LA CUARTA PATA DEL CUARTETO. Una persona que conoce las feroces internas y los odios de los Anzorreguy vuelve a poner los temas de dinero en el centro de la escena. Gustavo, que es el menor de los cuatro hermanos, y su esposa plantearon que no estaban de acuerdo con dividir las ganancias del estudio en cuatro partes iguales porque Hugo no trabajaba allí. El jefe de los espías contraargumentaba que buena parte de la selecta clientela del estudio se debía única y exclusivamente a la tarea que él desempeñaba en la SIDE y que “triangulaba los clientes”, cuenta la fuente que pidió anonimato. Desde entonces las relaciones sólo han ido de mal en peor con el paso del tiempo.
LA JUSTICIA DE JORGE. Uno de los más renombrados penalistas del país, Jorge Anzorreguy, fue también amo y señor del fuero federal porteño y gracias a sus influencias logró la presencia de Eduardo Moliné O’Connor en la Corte... nada más y nada menos que su cuñado.
La reciente fiesta se convirtió en un termómetro para medir el poder que aún conserva en el ámbito de Tribunales. Y aunque no asistió su hermano, sí lo hizo gran parte de la casta judicial de los noventa arraigada en el fuero federal: Jorge Urso, Rodolfo Canicoba Corral y Jorge Ballestero. Los estudios más importantes también se deleitaron con las delicias de Shuster (el catering elegido por los ricos y famosos) y la música de Héctor Suasnábar: Archimbal, Fontán Balestra, e Iribarne.
Las mesas estaban dispuestas de manera tal de no herir sensibilidades: cada uno se sentaba donde quería. Entre tanto renombre, era difícil establecer quién se sentaría con quién. Con los platos en la mano y sin ubicaciones previas, Alvaro Alsogaray (h) casi se sienta a la misma mesa de Gustavo Hornos, uno de los jueces que confirmó la condena de María Julia por enriquecimiento ilícito. Sus amigos de Tortugas esperaban ansiosos dos presencias más cotizadas que la vieja oligarquía federal: los jueces de la Corte Suprema Carmen Argibay y Eugenio Zaffaroni. Según Jorge Anzorreguy, dos grandes amigos que pegaron el faltazo.
LA VIDA DESPUÉS DE LA SIDE. Tras retirarse de la SIDE, Hugo abrió un estudio junto con su yerno Alejandro McFarlane y un tercer socio que ostentaba un título académico británico. Hugo no sólo quería matar el tiempo y buscar una salida para la depresión que sufrió al alejarse del poder, sino también despuntar el vicio por los buenos negocios. Se instaló en una lujosa oficina del edificio Pirelli. Ese estudio tuvo participación en la privatización de YPF y McFarlane pasó a trabajar para Repsol. Sin embargo, su suegro le reprocha falta de lealtad porque su delfín terminó derivando los casos de la petrolera a otros estudios. Mientras Jorge festeja, Hugo se recupera de la depresión pero no por mucho tiempo: en el mismo fuero donde junto con su hermano fueron amos y señores lo esperan para declarar por las causas de sobresueldos y el encubrimiento del atentado a la AMIA.
los invitados a la fiesta
Jorge Urso, Alvarito Alsogaray y Jorge Ballestero fueron parte de los setecientos invitados al cumpleaños de Jorge Anzorreguy. Los jueces de la Corte Zaffaroni y
Argibay pegaron el faltazo. Hugo fue la gran ausencia de la noche en el Tattersall.
Revista Veintitrés
Numero edicion: 363 24/06/2005