La condena a doble cadena perpetua contra el general Manuel Contreras, jefe de la policía secreta pinochetioista por el asesimato del general Carlos Prats en Buenos Airees reaviva la historia de la internacional negra de la represión
Por Walter Goobar
El 16 de diciembre de 1973, a las cuatro de la tarde el general Manuel Contreras se reunió con un fuerte contingente de hombres vestidos de civil. Eran miembros de las cuatro ramas de las fuerzas armadas chilenas, provenientes de todo el país. Ninguno de ellos sabía por qué habían sido convocados a ese lugar, hasta que Contreras, vestido en ropas de fajina, habló: "Ustedes han sido elegidos entre miles y miles de miembros de las fuerzas armadas para cubrir un lugar de privilegio en la lucha destinada al exterminio total del marxismo. Ustedes son lo mejor que la patria puede disponer para esta lucha. En el ejercicio de este servicio, tendrán carta blanca para cumplir con todas las ordenes que se les impartan. Todas las autoridades de cualquier naturaleza estarán obligadas a ayudarles en su cometido". "Desde este momento", agregó, "ustedes son miembros de la Dirección de Inteligencia nacional". El decreto, se emitió recién dos meses más tarde: había nacido la temible DINA, la policía secreta de Pinochet.
La de Manuel Contreras, alias Mamo, es la historia de uno de los más sanguinarios carniceros del régimen chileno que este lunes fue sentenciado a doble cadena perpetua por el asesinato perpetrado hace 34 años en Buenos Aires contra el ex comandante en jefe del Ejército chileno Carlos Prats y su esposa.
Prats era un militar constitucionalista, admirado por los oficiales del ejército, y por otros sectores políticos que pensaba efectuar un llamamiento a sus camaradas de armas para que Chile volviese a la democracia. Por eso era una amenaza para el general Pinochet, a quien Prats consideraba un mediocre.
Contreras resuelve que Prats no debe dar este golpe contra Pinochet. Según Eugene Propper, el fiscal norteamericano que investigó el caso Letelier y es el co-autor junto con Taylor Branch de Laberinto, un clásico en su género donde se expone toda la investigación, a principios de septiembre una llamada anónima advierte a Prats que lo mataran si continúa haciendo declaraciones políticas. Enrique Arancibia Clavel, un agente de inteligencia chileno que mantenía buenos contactos con sus pares de la Side en Buenos Aires recibió, por medio de un oficial de enlace la orden, emanada de Contreras, de eliminar a Prats. Arancibia prepara la misión con los grupos de la Side que integraron la banda de Anibal Gordon y que años más tarde actuarían en el campo de concentración conocido como Automotores Orlettii.
Los agentes de la Side siguen los desplazamientos de Prats por Buenos Aires, reuniendo información sobre sus hábitos y amistades. A comienzos de septiembre Arancibia pasa una elevada suma de dinero de la DINA a los hombres de la Side. Pero los argentinos no cumplen con su parte del trato y se suscitan problemas entre Arancibia y los argentinos que exigen más garantías y más dinero para realizar una operación tan sucia y arriesgada. Tres hombres de la banda serán liquidados en un plazo de dos años como parte de un ajuste de cuentas entre bandas rivales.
Impaciente, Contreras envía a otro agente de confianza, Kenneth Enyart, el hombre que había interceptado las comunicaciones radiales privadas de Salvador Allende para destrabar la operación. Los agentes colocan una bomba en un molde de torta en la caja de cambios del Fiat 125 del general Prats. El 29 de septiembre, Prats y su mujer Sofía salen de su departamento de la calle Malabia al 3300. Van en auto a casa de unos amigos y regresan cerca de la una de la mañana.
El general Prats deja el auto con el motor en marcha mientras baja para abrir el portón del garaje. Su mujer espera en el asiento delantero. La puerta se abre y Prats camina por el pavimento, iluminado por los focos del auto. Cuando se agacha para meterse en el Fiat, los agentes presionan el botón y detonan la bomba.
Aunque todas las ramificaciones de la conexión argentina no han sido debidamente investigadas, se ha podido establecer que la logística fue aportada por el ex agente de la Side, Martín Ciga Correa que se desempeñaba como jefe de seguridad de la Universidad de Buenos Aires durante la gestión del abogado nazifascista Alberto Ottalagano. Posteriormente, en los primeros meses de 1996, Ottalagano, ofició de defensor de Arancibia Clavel , mientras que Ciga Correa fue el nexo con mercenarios argentinos que actuaban en Centroamérica.
En su Carta Abierta a la Junta militar, el periodista Rodolfo Walsh denunció "la segura participación en esos crímenes del departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, conducido por los oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Gardner Hathaway, jefe de estación de la CIA en Buenbso Aires". En 1974, Gattei era jefe de la División de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal y estaba encargado de la seguridad del general Prats.
Pocos minutos después del estallido en la calle Malabia, llegó Gattei. Según Walsh, Gattei era uno de los nexos entre la CIA y la Triple A.
También dirigió en 1975 un comando de la Triple A encargado de la persecución y ejecución de exiliados latinoamericanos, que fue parte de un acuerdo firmado por el organizador de las Tres A, comisario general Alberto Villar, con jefes policiales de Uruguay Bolivia, Brasil, Chile y Paraguay. Sin embargo, Gattei y Gettor ni siquiera fueron llamados a declarar.
La coordinación represiva que se inauguró con el asesinato de Prats, se replicó en otros escenarios. En la lluviosa mañana del 21 de septiembre de 1976, el ex-canciller del gobierno de Allende, Orlando Letelier, se sentó al volante de su Chevrolet azul en la elegante zona de las embajadas de Washington. Instantes después, una bomba detonada por control remoto mataba a Letelier y su asistente Ronni Moffit.
Las razones por las que los agentes de la DINA pudieron actuar con absoluta impunidad en territorio estadounidense continúan siendo un misterio. John Dinges y Saul Landau en el libro Asesinato en la calle de las embajadas afirman que el entonces director de la Agencia Central de Inteligencia, George Bush (padre) jugó un importante papel en el encubrimiento del asesinato. La misma tesis desarrolla John Cummings en el libro La conexión Bush: ¿Que se esconde tras el asesinato de Letelier?. Durante su breve paso por la CIA, George Bush fue convocado en 51 oportunidades por el Congreso para dar explicaciones sobre diversas operaciones encubiertas, entre ellas una solicitud preliminar para reclutar justamente a Michael Townley, el agente de la DINA que jhabía plantado las bombas en los autos de Prars y Letelier.
Las cartas de Michael Townley escritas desde una prisión norteamericana sugieren que había "por lo menos una" cuenta bancaria conjunta de Contreras y la CIA en la que se hacía el clering para el pago de los servicios que las dos agencias se prestaban mutuamente.
Hasta febrero de 1996, la investigación de la justicia argentina por el asesinato de los Prats fue sumamente irregular. Luego de una primera etapa en los meses siguientes al crimen hubo una nueva acometida en 1977 que se diluyó pronto y otra en 1987, cuando la policía argentina detuvo a Arancibia por espionaje. En esa oportunidad también hallaron en su poder numerosas cédulas de identidad pertenecientes a detenidos desaparecidos chilenos. La causa se activó cuando la tomó a su cargo la jueza federal María Servini de Cubría.
El juez Solís hace un reconocimiento explícito a lo obrado por la jueza argentina quien finalmente terminó el juicio en Argentina, condenando a prisión perpetua a Enrique Arancibia Clavel, como autor del doble homicidio, quien fue dejado en libertad el 15 de julio del año pasado tras 11 años de prisión.
Y Servini, con su pedido de extradición a Pinochet y a otros implicados en el crimen, provocó que la propia Corte Suprema de Chile ordenara la apertura del juicio en Chile.
En en la última pieza descubierta por el juez Solís, el informe del seguimiento en Buenos Aires a Prats por el coronel Juan Morales Salgado, éste terminó confesando que la mayoría de los datos le fueron dados por Enrique Arancibia Clavel. Y quien le proporcionó la principal ayuda a Arancibia para la información que permitió poner la bomba en el auto del general Prats, fue Martín Ciga Correa, miembro de Milicia Nacionalista y de la Side, hasta el momento nunca interrogado por el crimen de Prats.
En otro acápite del grueso legajo aparecen los nombres de los agentes argentinos que habrían prestado su apoyo en la planificación del crimen de Prats.
Diario BAE
02-JUL-2008