En la Argentina todavía no hay -que se sepa- una capilla dedicada a San Malverde. Sin embargo, es más que evidente que los narcos argentinos y los mexicanos del Cartel de Sinaloa encontraron en el Municipio de General Rodríguez un santuario donde no solamente se podía acopiar efedrina, sino también usufructuar la zona liberada donde fueron capturados y fusilados Damián Ferrón, Sebastián Forza y Leopoldo Bina.
Por Walter Goobar
Jesús Malverde es un santo cuyos milagros no reconoce la IglesiaCatólica. Sus fieles le rinden culto en alguna de las tres capillas dedicadas a su memoria. Una está en Cali, en Colombia. La otra en Culiacán, en México. Y la tercera, en Los Ángeles. San Malverde es el patrono de los narcotraficantes y por eso sus capillas están ubicadas en las rutas de la droga.
Cada 3 de mayo, la capilla de Culiacán se llena de fieles devotos del santo patrono de los narcos, que rezan por su memoria y se encomiendan a su suerte.
La capilla de Malverde en Culiacán, la más antigua de las tres, está emplazada a pocos metros del palacio de Gobierno del Estado de Sinaloa, lo que constituye una suerte de definición geográfica e institucional del papel de los narcos mexicanos.
Entre los nombres que aparecen en las placas de agradecimiento, están los de los principales narcotraficantes de la zona y es frecuente que un grupo de mariachis se pase un par de días cantando narcocorridos al busto de Malverde. Suele ser señal de que un gran cargamento de droga ha pasado la frontera estadounidense.
Entre las placas más curiosas está una de Pedro Pérez, que durante años fue comandante en jefe de la Policía Ministerial de Culiacán. Hoy está en prisión, pero Malverde lo salvó tres veces de morir acribillado. La última vez que el santo le salvó la vida fue durante una balacera que acabó con la vida de su protegido, Rodolfo Carrillo Fuentes, el hermano menor y sucesor de "El señor de los cielos", Amado Carrillo, el jefe del Cartel de Juárez que a fines de la década de los´90 vivió en la Argentina.
El 11 de septiembre de 2004, dia del asesinato del hermano menor del "Senor de los Cielos"
se inició la sangrienta guerra entre Carteles mexicanos que aún no ha concluido y que ahora parece haber extendido su poder de fuego al Río de la Plata.
En la Argentina todavía no hay -que se sepa- una capilla dedicada a San Malverde ni pareciera que
-por ahora-, sus devotos tengan demasiado que agradecerle, porque al quedar expuestos, los
narcos del Cartel de Sinaloa han sufrido un severo revés que dificultará su instalación definitiva en el país.
Sin embargo, es más que evidente que los narcos argentinos y los mexicanos del Cartel de Sinaloa encontraron en el Municipio de General Rodríguez un santuario donde no solamente se podía acopiar efedrina, sino también usufructuar la zona liberada donde fueron capturados y fusilados Damián Ferrón, Sebastián Forza y Leopoldo Bina.
Ese descampado de la ruta 6 donde murieron los tres empresarios es en realidad una zona sin ley, una tierra de nadie en la que se puede traficar, matar y morir bajo la mirada distraída del poder local.
Esa zona en la que conviven delincuentes y policías corruptos ha sido un escenario frecuente de los golpes más audaces de la banda del Gordo Valor y de bandas mixtas conformadas por civiles y uniformados dedicados por épocas a los secuestros extorsivos, los desarmaderos y la piratería del asfalto. Podría decirse que los narcos solamente tomaron la posta.
La presunta participación de Manuel Poggi, el director de Desarrollo Industrial de General Rodríguez, que alquilaba el depósito donde los narcos acopiaban la efedrina, abre todo un abanico en la investigación del trafico de drogas y el triple crimen.
Tras la entrega del ex funcionario prófugo, los investigadores indagarán en los movimientos que realizó, antes y después de que los tres empresarios aparecieron en un zanjón de su propio partido.
De todos modos, lo que ya está claro es que
Poggi responde a Horacio Román, un ex senador del PJ de la provincia de Buenos Aires, que además fue el nexo histórico entre la Policía Bonaerense y el peronismo.
En 2004 el senador Román fue denunciado por el ex ministro de Seguridad León Arslanian. El ex senador -que presidió durante 15 años la estratégica Comisión de Seguridad del Senado- es dueño de una cadena de farmacias y droguerías en la zona oeste del Conurbano y en Luján.
Aunque aún no está en el expediente judicial, algunas fuentes del caso confirmaron el vínculo entre el ex senador y actual padrino político de Poggi con José Luis Salerno, un policía bonarense que que está vinculado a la industria de los medicamentos a través de la firma Fharmaz Group.
Salerno es teniente primero en la comisaría Las Malvinas, pero desde hace dos años está con carpeta médica, según confirmó su abogado, lo que no le impide administrar varias farmacias y propiedades.
Pese a sus problemas psicológicos, el policía
tuvo el suficiente olfato para no asistir a la reunión donde fueron secuestrados Sebastián Forza, Leopoldo Bina y el delegado y empleado de Salerno, Damián Ferrón. La familia de Ferrón sospecha que Salerno es una pieza clave en esta oscura trama.
Dos abogados ya renunciaron a defender a este policía que posee abultadas cuentas bancarias, cuatro propiedades en el conurbano y ha hecho jugosos negocios con el PAMI en la localidad de Morón.
Los oscuros nexos de la policía bonaerense con el triple crímen, no comienzan con el ex senador Román ni terminan con el teniente Salerno: Iber Pérez Corradi, el ex socio que había amenazado de muerte a Sebastián Forza tiene como defensor al ex comisario Juan José Ribelli quien cursó la carrera de abogacía mientras estaba detenido como principal en el caso AMIA, hasta que el Tribunal Oral lo sobreseyó.
No es preciso ser el escurridizo Chapo Guzmán, jefe indiscutido del cartel de Sinaloa para caer en la cuenta que uno o varios socios argentinos estaban jugando a dos puntas o los estaban mexicaneando.
Una alta fuente de la investigación confirmó a este diario que Sebastián Forza era un "testigo protegido" de la policía porque había sido él quien había entregado el laboratorio de Ingeniero Maschwitz.
Si esto es así, más que testigo protegido, Forza era un testigo desprotegido. Más le hubiera valido encomendarse a San Malverde.
Diario BAE
04-SEPT-2008