Sebastián Forza estaba por sellar el negocio de su vida, pero terminó sellando el negocio de su muerte.
Por Walter Goobar
El siete de agosto, Sebastián Forza estaba por sellar el negocio de su vida, pero terminó sellando el negocio de su muerte. Desde comienzos de año él y sus socios habían despachado varios cargamentos de efedrina que habían llegado sin problemas a México, aunque en el camino hubieran quedado heridos intermediarios, ex socios y competidores. Asi era el negocio.
Horas antes de convertirse en las víctimas del triple crimen de General Rodríguez, Forza y Bina se reunieron en Liniers, luego se fueron rumbo a Avellaneda y allí se encontraron con Ferrón.
Mientras Forza y Ferrón aportaban sus droguerías a la sociedad, el capital de Leopoldo Bina eran sus amplios contactos en el puerto de Buenos Aires, recolectados por dos vías: su trabajo en la revista Anuario Portuario y sus vinculaciones familiares con personal de la Aduana.
Lo cierto es que Forza, Ferrón y Bina se reunieron en Wal Mart con otras tres personas para cerrar el trato. Luego se separaron y recién a las 14 se juntaron nuevamente. Pasadas las 14.30, Forza recibió un llamado de Solange, su mujer y hablaron varios minutos.
Por su parte, Damián Ferrón habló seis veces con otro oscuro personaje de esta trama: su socio el policía José Luis Salerno, quien evidentemente también estaba pendiente del negocio.
Salerno es un teniente primero en la comisaría Las Malvinas, que desde hace dos años está con carpeta médica, lo que no le impide estar vinculado a la firma Fharmaz Group y administrar cuatro propiedades en el conurbano y hacer jugosos negocios con el PAMI en la localidad de Morón.
Forza, Bina y Ferrón eran -cuanto menos-, tres tipos audaces. Forza
Había recibido amenazas de un ex socio Uber Pérez Corradi a quien la DEAconsidera un nexo con los carteles de la droga y ahora es defendido por el ex comisario Juan José Ribelli quien se recibió de abogado mientras estuvo detenido por el atentado contra la Amia. Lo curioso del caso es que ante las presuntas amenazas de Pérez Corradi Forza contrató como guardeaspaldas a Julio César Posse un informante de varios servicios de inteligencia que -además-, es conocido del ex comisario Ribelli porque estuvo en contacto con el revendedor de autos robados Carlos Telleldin 15 días antes que se cometiera el atentado. Sin embargo, hace una semana Posse -que está implicado en una causa por narcotráfico-,solicitó al juez Claudio Bonadío un permiso para salir del país.
Además de las amenazas de ex socios, Forza recibía un tratamiento especial de la bonaerense que varias veces al día pasaba por su exclusivo barrio cerrado para constatar que se encontraba bien. Tanta gentileza no se le dispensa a un hombre amenazado, sino -en todo caso-, a un testigo protegido sobre el que recaen sospechas de haber entregado la quinta de Ingeniero Maschwitz, donde funcionaba el laboratorio de metanfetaminas más grande de América Latina.
Más allá de la ya probada vinculación de Forza con los narcos mexicanos de Ingeniero Maschwitz, fueron las desaveniencias con alguno de los intermediarios argentinos que los había puesto en contacto con los mexicanos.
Es llamativo que tras las sucesivas amenazas de muerte, del descubrimiento del laboratorio de Maschwitz, del fusilamiento de los dos narcos colombianos en el shopping de Unicenter, y de que la Aduana estuviera reteniendo dos toneladas de efedrina desde el 21 de mayo, siguiera intentando hacer negocios en ese rubro mortal.
De los llamados se los tres socios partieron de Wal Mart se deduce que estaban convencidos de que iban a una fiesta en una quinta de General Rodríguez para celebrar el trato que habían cerrado. Ninguno sabía que iban al encuentro de la muerte.
El lugar elegido para hacerlos arrodillar y acribillarlos a balazos no fue obra del azar: en General Rodríguez, el director de Desarrollo Industrial, Manuel Poggi, no sólo facilitaba el depósito de efedrina, sino que alli también se había desempeñado durante años como policía y farmacéutico José Luis Salerno.
El descampado de la ruta 6 donde fueron capturados y fusilados Forza, Bina y Ferrón, es en realidad una zona sin ley, una tierra de nadie en la que se puede traficar, matar y morir bajo la mirada distraída del poder local.
La zona ha sido escenario frecuente de los golpes más audaces de la banda del Gordo Valor y de bandas mixtas conformadas por civiles y uniformados dedicados por épocas a los secuestros extorsivos, los desarmaderos, la piratería del asfalto y -cuando es necesario- para los ajustes de cuentas.
Diario Miradas al Sur
y El Argentino
10-sept-2008