La imagen del secretario del Tesoro de EEUU arrodillado frente a los demócratas resume a la perfección la situación de emergencia que vive EEUU. Sin embargo, los responsables del bloqueo del plan no han sido precisamente los demócratas, sino la división en el seno del Partido Republicano la que precipitó el fracaso.
Por Walter Goobar
wgoobar@miradasalsur.com
Este jueves, cuando George W. Bush constató que habían fracasado las negociaciones en la Casa Blanca para conseguir el apoyo bipartidista a su cuestionado paquete de salvataje,
sólo atinó a preparar su plegaria nocturna (pidiendo desesperadamente un milagro económico). Mientras Bush rezaba, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, se puso de rodillas ante la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi y le imploró que no hicieran saltar todo por los aires.
La imagen del secretario del Tesoro de EEUU arrodillado resume a la perfección la situación de emergencia que vive el país. Sin embargo, los responsables del bloqueo del plan no han sido precisamente los demócratas, sino la división en el seno del Partido Republicano la que precipitó el fracaso.
En las filas de McCain hay partidarios de dar un menor protagonismo al Estado en la crisis financiera y no quieren que las arcas públicas acudan en auxilio de bancos que son víctimas de su mala gestión. Se trata de un argumento no exento de demagogia electoral porque las encuestas están revelando que una mayoría de estadounidenses ve con malos ojos que el reflote de las entidades se haga a costa del bolsillo del contribuyente.
"Tenemos un gran problema", acertó a decir Bush tras el fiasco de la reunión de la Casa Blanca, cuando todo el mundo daba por hecho que el acuerdo estaba cerrado y su foto junto a Obama y McCain había dado ya la vuelta al planeta.
McCain dice compartir la urgencia de Bush para que el Congreso apruebe el mastodóntico plan de intervención financiera, que inundará el mercado con 700.000 millones de dólares. Los congresistas norteamericanos no lo tienen tan claro: si el dinero es para activar la economía e insuflar oxígeno ante la falta de crédito, bien. Pero si va a dedicarse a salvar a los bancos de la quiebra, comprando con dinero del contribuyente los productos financieros basura que ya no valen nada, ni hablar.
McCain intentó disfrazar de patriotismo su decisión de dejar en vilo la campaña mientras atiende la máxima urgencia nacional. Como las encuestas lo muestran en franco declive, pedir tiempo muerto y aparecer como un hombre preocupado no sólo por su pellejo pensó que podría ser una táctica interesante. Pero no le salió bien.
Hasta hace menos de una semana, Bush decía que “Wall Street se emborrachó y habra que esperar a que salga de la resaca”. Recién esta semana parece haber tomado verdadera dimensión de que no se puede volver al casino como si nada hubiese pasado.
Los más sensatos saben que queda tiempo antes de que el sistema recupere las constantes vitales que le permitan devolver la normalidad a la economía. La bola de la crisis ya lleva más de un año rodando por el planeta y no se detendrá repentinamente.
El plan de intervención del sistema financiero estadounidense, no por necesario menos vergonzoso por cuanto su costo lo pagará todo el mundo, incluyendo los que no participaron de la fiesta, sean norteamericanpos o no.
El plan de salvataje no logra encubrir una enorme bancarrota política y económica. En la práctica, la nacionalización de la banca, significa el acta de defunción del modelo de globalización financiera basado en la emisión indiscriminada de dólares, el boom del crédito fácil y las prácticas profesionales de esos hacedores de milagros y burbujas que se llamaron los banqueros de inversión.
Habrá sido muy doloroso para Bush y Paulson aceptar que la única posibilidad de evitar que el fin de la burbuja financiera escalara en menos de una semana desde el alarmante pánico crediticio al aniquilador pánico bancario, de esos que llenan las calles con colas de ciudadanos ansiosos por retirar sus ahorros, era la intervención del sistema más colosal que se recuerda.
Tal vez sea comparable a la que en 1973 protagonizó Richard Nixon al verse obligado a poner punto final a la convertibilidad del dólar contra el oro y de una escala muy superior a la crisis de las cajas de ahorros de los años ochenta y primeros de los noventa.
En aquel año, la incapacidad de la primera potencia mundial para mantener la arquitectura financiera vigente desde la posguerra abrió una nueva fase en las finanzas y la economía mundiales que con diversas mutaciones ha pervivido hasta estos días.
Aunque las conversaciones sobre el plan económico propuesto por el presidente se han reanudado y demócratas y republicanos anunciaban que el acuerdo podría estar cerrado este fin de semana, Bush ha quedado en evidencia y con el Partido Republicano.
Pase lo que pase con la iniciativa de Bush en las próximas horas, los demócratas siempre podrán decir que han estado dispuestos a poner el hombro y que no son los responsables de la deriva que ha tomado el caso. Además, sus correcciones al plan del presidente -acotando unas medidas que para muchos suponían un cheque en blanco a favor de los bancos y de sus directivos- han tenido una buena aceptación, como lo demuestra el aumento de la intención de voto en favor de Obama en los últimos sondeos.
Diario Miradas al Sur
26- SEPT-2008