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Un Nóbel contra Bush

El Nobel de Economía, Paul Krugman es académico de la Universidad de Princeton, columnista quincenal de The New York Times, pero es más conocido como uno de los más acérrimos enemigos de las políticas económicas del gobierno de George W. Bush.

Por Walter Goobar

"Algo divertido me ocurrió esta mañana", posteó ayer en su blog del diario "The New York Times" Paul Krugman, minutos después de enterarse de que había recibido el Premio Nobel de Economía por sus trabajos acerca de los patrones de comercio y la localización de la actividad económica.
Krugman es académico de la Universidad de Princeton, columnista quincenal de The New York Times, y ha obtenido anteriormente distintos reconocimientos, como el Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales en 2004, pero es más conocido como un de los más acérrimos enemigos de las políticas económicas del gobierno de George W. Bush.
Cómo periodista, Krugman tiene opiniones muy definidas.
Sobre Henry Paulson escribió: "El mes pasado, cuando el Departamento del Tesoro de EE.UU. dejó caer a Lehman Brothers, escribí que Henry Paulson, el secretario del Tesoro, estaba jugando a la ruleta rusa financiera".
Sobre la crisis financiera sentenció: "Las consecuencias de la caída de Lehman eran evidentes en los siguientes días; sin embargo, la política de los actores clave ha desperdiciado las últimas cuatro semanas. Ahora, han alcanzado el momento de la verdad: Deberían hacer algo pronto. De hecho, lo mejor sería anunciar un plan de rescate coordinado este fin de semana o la economía puede vivir su peor caída desde la Gran Depresión".
Sobre  Wall Street: "Muchos en Wall Street están clamando por un salvavidas; que alguien intervenga y compre valores respaldados por hipotecas a fondos de cobertura con problemas".
Sobre las calificadoras de riesgo:
"Las agencias de clasificación de riesgos como Moody's Investors Service, las que recibieron mucho dinero por clasificar valores respaldados por hipotecas, al parecer desempeñaron un rol similar al que jugaron contadores complacientes en los escándalos corporativos de hace unos años".
Sobre George W. Bush: "El miércoles, el Presidente Bush, sacando a relucir su vocabulario, de un modo similar trató de tranquilizar a los mercados. Pero Bush está un poco, digamos, falto de credibilidad. Por otro lado, no está claro que alguien pueda resolver el problema: exactamente ahora estamos sufriendo de una escasez de salvadores".
La decisión de concederle el Nóbel en solitariollega pocas semanas antes de que Bush, el blanco favorito del profesor, deje su cargo. Y por ello muchos podrían pensar que el galardón no es ingenuo. Lo que quizás tenga mucho de cierto.
Las reacciones al premio son una buena forma de definir quién es Paul Krugman. Para los conservadores, es el más influyente de los izquierdistas. Un peligroso neokeynesiano partidario de la intervención estatal y la universalización de la seguridad social. Para los liberales de verdad (y no los neocon, como erróneamente se dice por doquier), es uno de los grandes adversarios. La escuela austriaca, por ejemplo, no le ha perdonado su duro ataque -en parte inconsistente- a su teoría del ciclo económico, ni su menosprecio de otro Nobel, Friedrich Hayek, uno de los padres del liberalismo moderno.
Para la izquierda, sin embargo, Krugman dista de ser un modelo. Como recordaron ayer Tyler Cowen y Bryan Caplan en el blog Marginal Revolution, pese a ser el economista de izquierda más conocido, el nuevo Nobel ha tachado al movimiento antiglobalización de "enemigo de los pobres", ha criticado al hiperregulado mercado laboral europeo por provocar desocupación e incluso ha titulado un ensayo Elogio del trabajo barato: los malos trabajos y los malos salarios son mejores que ningún trabajo y ningún salario.
Paul Krugman es keynesiano, pero no doctrinario. Esto, sin embargo, no es forzosamente positivo. Sus opiniones volátiles sobre la regularización del sector bancario o los límites del libre comercio hacen de él una figura no tan sólida como se espera de un Nobel.
En los últimos años, ha denunciado sobre todo y con fuerza el pavoroso incremento de la desigualdad producida en la sociedad norteamericana y la tiranía a la que un grupo de privilegiados está sometiendo a todas las instituciones. Su libro El gran engaño, en el que recopila gran parte de sus últimos artículos, constituye un certero alegato contra la Administración Bush y la dictadura de tipo económico que han isntalado los neoconservadores norteaamericanos : la plutocracia.
Krugman sostiene que en EEUU se ha producido un cambio de valores. El new deal de Roosevelt fomentó una cultura de la igualdad y del esfuerzo, con una clase dirigente conciente en la necesidad de repartir la riqueza. A partir de los años 70, la sociedad fue cambiando y empezó a predominar el culto al dinero y al éxito.La llamada «nueva economía» a finales de los años 90 marcó la apoteósis de esta emergente plutocracia, cuyo mayor peligro es su control del poder político.
La visión de Krugman supone una desmitificación del modelo americano, glorificado por los paladines del capitalismo liberal.
Krugman llega a afirmar que la plutocracia americana puede incluso llegar a destruir la democracia. De hecho, esta crisis ha demostrado que el capitalismo sin controles encierra peligros incluso para el éxito del propio sistema.
Krugman no es un marginal, es un hombre del establishment, asesor de la Casa Blanca con Reagan, del FMI, de la Trilateral y de la ONU, quizás por eso sus análisis son más lucidos y certeros, pero también por esta razón ha suscitado como nadie el odio de la extrema derecha americana. En cierto modo le está ocurriendo como a Keynes, cuyas enseñanzas sigue en muchos aspectos. El nombre de Keynes llegó a adquirir en EEUU una señalada connotación de radicalismo, y entre los banqueros y hombres de negocios se consideró a los keynesianos tan enemigos del orden establecido como a los mismos marxistas, e inclusive como un peligro más concreto e inminente a corto plazo.
Keynes no fue consciente del potencial revolucionario de muchas de sus ideas; probablemente  Krugman tampoco. Hace poco escribía en uno de sus artículos: "Vivimos tiempos excepcionales. Incluso aunque se mantengan las formas democráticas, es posible que se vacíen de contenido". Sin dudas estaba poniendo en duda la autenticidad de los sistemas democráticos actuales. Toda una osadia, aún para un Nóbel.
Diario Buenos Aires Económico
15-OCT-2008

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