Obama ha conseguido movilizar y aglutinar el voto de una juventud descreída, sin complejos, socialmente distinta; sin interés por la política y fóbicos a cualquier clase de compromiso
Por Walter Goobar
Wgoobar@miradasalsur.com
El que será el presidente número 44 de EEUU, ha desafiado el racismo, la lógica y las previsiones en su camino hacia la Casa Blanca, redefiniendo de paso tanto el paisaje electoral del país como el modo de hacer campaña. Obama ha conseguido movilizar y aglutinar el voto de una juventud descreída, sin complejos, socialmente distinta; sin interés por la política y fóbicos a cualquier clase de compromiso. Más que un discípulo del radical líder negro Malcom X, Obama es un vástago de lo que se dio en llamar la Generación X. Y son ellos los que le abrieron el camino a la Casa Blanca con ayuda del arsenal de internet, You Tube, Facebook, los bloggers y los mensajes de téxto. El papel de esos aliados "no tradicionales" fue decisivo..
La imagen más potente de Barack Obama no fue ni una foto con un niño en brazos, ni una saludando a las tropas. Un afiche con su imagen seria y mirando a la izquierda, con una corbata roja y la palabra VOTE, HOPE o PROGRESS, todo en los tonos de la bandera de Estados Unidos, fue su distintivo. Y la hizo OBEY el alias de Shepard Fairey, un grafitero salido del mundo skater de California.
Obama es negro, sí. Pero, ¿es además progresista? Cierta ortodoxia benevolente dice que sí. Pero entonces, ¿cómo puede estar contra el matrimonio homosexual, hablar con pesar del aborto, defender la pena de muerte para los violadores de niños, decir con naturalidad "hay que matar a Bin Laden" o "hay que invadir Pakistán", hacerse asesorar por el rmultimillonario Warren Buffett? ¿Cómo se puede hacer todo eso y seguir siendo cool?
La respuesta puede tener que ver con un eje de autenticidad que hilvana sólidamente todas estas contradicciones.
El término Generación X fue acuñado por el escritor canadiense Douglas Coupland, nacido en 1961, como Obama, y la letra X es el símbolo de la indefinición por excelencia, de la vaciedad de los años noventa. Los de la generación X tienen que arreglarse con menos. Menos esperanzas, menos prestigio, menos futuro, menos trabajo. Pero, hasta ahora no se habían rebelado contra el sistema como hicieron los jóvenes de las generaciones anteriores.
Materialistas, narcisistas, tan independientes que no necesitan irse de casa de los padres, culturalmente livianos, socialmente distantes, políticamente inapetentes. Fóbicos a cualquier clase de compromiso.
Ésta es la clase de gente que súbitamente ha dejado de lado tanta apatía para secundar con fervor la cruzada de Obama. No sólo lo han votado sino que han alimentado sus huestes de voluntarios.
Las nuevas generaciones, no sólo la X, se caracterizan por una aproximación más laxa pero también más abierta y más globalizada a las cosas. Se trata de una generación que ninguna ideología podrá reclamar para sí. Tampoco ningún discurso monolítico, cerrado o definido por la confrontación.
Obama se ha propuesto consensuar, por encima de las diferencias sociales, étnicas y culturales que separan a los estadounidenses, repitiendo siempre que le ha sido posible el credo que le hizo célebre en 2004: "No hay una América progresista y una América conservadora, hay unos Estados Unidos de América. No hay una América negra y una América blanca y una América latina o asiática, hay los Estados Unidos de América".
Con este credo elemental, Obama ha reinventado la política forjando en todas las capas de la sociedad, un movimiento más sólido que lo que ningún analista podía prever.
Obama se puso a sí mismo la marca de 'Change' (Cambio) hace dos años, durante la interna con Hillary Clinton. En aquel momento, vio que lo que le daría la victoria era que en la sociedad había una gran necesidad y voluntad de cambio. Mientras que McCain adoptó el eslogan "el país primero", en referencia a la guerra de Irak, el el tema del "cambio" y su "Yes, We can" (Podemos) le permitió asumir e incluso redituar el cambio de signo de la campaña.
La templanza del senador ('No Drama Obama', asi lo apodan sus más estrechos colaboradores) también ha ayudado a girar las elecciones en su favor, cuando la crisis financiera explotó a mediados de septiembre.
Sin embargo, en cuanto se disipe la humareda de la victoria, Obama tendrá que enfrentarse al venenoso diagnóstico de Hillary Clinton: se gobierna en prosa, no en verso. Es la prosa del poder, implacable, absorbente, pétrea, desalmada.
Diario Miradas al Sur
09-NOV-2008