Mientras el recuerdo del asesinato de Kennedy en Dallas reaviva el temor al posible magnicidio de Obama, el video de Al Qaeda renueva la terrorífica perspectiva de un segundo 11-S, un escenario con el que George Bush y los halcones de su entorno siempre especularon.
Por Walter Goobar
La conmemoración del 45 aniversario del asesinato de John F Kennedy, sumada a la difusión de un mensaje de Al Qaeda en el que se califica a Barack Obama de "esclavo doméstico", ha instalada en EEUU la suma de todos los miedos. Mientras el recuerdo del asesinato de Kennedy en Dallas reaviva el temor al posible magnicidio de Obama, el video de Al Qaeda renueva la terrorífica perspectiva de un segundo 11-S, un escenario con el que George Bush y los halcones de su entorno siempre especularon.
El 22 de noviembre de 1963, JFK era abatido en el convertible en el que recorría Dallas. La espectacularidad cinematográfica del magnicidio, la multiplicación universal y mítica que la televisión hizo del crimen y de las exequias, y el asesinato -dos dias después-, del principal sospechoso, Lee Harvey Oswald a manos de Jack Ruby, sentaron las bases de un enigma histórico que probablemente nunca se resolverá. No se mata a un asesino sino para evitar que hable. La teoría oficial, la de la Comisión Warren, de un solo tirador y tres balazos en seis segundos, es lo suficientemente débil como para que parezca destinada a encubrir una conspiración.
Las evidencias son tan contradictorias que permiten alimentar la sospecha de por lo menos un segundo tirador. Y, por tanto, de una conspiración orquestada por uno o varios grupos. Entre los sospechosos figuran los anticastristas a los que Kennedy dejó tirados en Bahía Cochinos sin protección aérea, el complejo militar-industrial, y los petroleros, descontentos con la política del presidente. Incluso es posible que se combinasen algunas de los móviles de estos tres sectores.
Nunca se ha escrito tanto sobre una muerte y probablemente nunca se sepa la verdad.
En un país en el que cuatro presidentes fueron asesinados (Lincoln, Gardfield, McKinley y Kennedy), otro resultó herido (Reagan), un candidato muerto (Bob Kennedy) y un líder de los Derechos Civilescomo Martin Luther King, también murieron asesinados, las sombras del magnicidio de Dallas sobrevuelan a Obama.
A las amenazas de los supremacistas norteamericanos se sumó esta semana la de Al Qaeda: "Naciste de un padre musulmán pero elegiste tomar posición junto a los enemigos de los musulmanes", advirtió en un video el lugarteniente de Osama Bin Laden, Ayman Al Zawahiri que indicó que Obama tendrá que hacer frente "a una Jihad (Guerra Santa) que está sacudiendo los pilares del mundo islámico".
Durante toda la campaña presidencial Barack Obama y John McCain evitaron mencionar la posibilidad de un nuevo atentado, pero el Washington Post ha venido filtrando el contenido de varios documentos clasificados del Pentágono acerca de ese escenario.
Según el investigador canadiense, Michel Chossudovsky, "un segundo 11-S es un elemento integral de la doctrina militar estadounidense que produciría un giro trascendental en las estructuras institucionales, sociales y políticas estadounidenses, llevando a la suspensión de la gobernabilidad constitucional".
Además de incontables referencias del presidente Bush, de su vice Dick Cheney y de altos mandos militares, varios documentos del Pentágono y la Casa Blanca precisan las circunstancias bajo las cuales podría declararse la ley marcial en caso de un segundo 11-S. Una de ellas es la Directiva presidencial de Seguridad Nacional (NSPD 51/HSPD 20) emitida en mayo de 2007, que prevee la posibilidad de una reedición del 11-S.
Al Qaeda atentó contra a las Torres Gemelas porque constituían el emblema del capitalismo norteamericano. Hoy ese capitalismo está en terapia intensiva por su propia implosión. No fue la obra de los pilotos suicidas de Al Qaeda, sino de los fundamentalistas del capitalismo suicida de Wall Street.
SI el primer 11-S le resultó funcional a Bush para definir un modelo de gobierno que estaba a la deriva, un segundo 11-S le puede servir al complejo militar industrial para galvanizar a la opinión pública frente a dos guerras perdiidads y al mismo tiempo a encontrar una salida cobarde, a la indomable cRisis económica.
Es curioso que Al Qaeda haya roto el prolongado mutismo que mantuvo a lo largo de toda la contienda electoral. Por otro lado, si solamente quisiera enviar un mensaje retórico a Obama, el impacto hubiese sido mucho mayor si hubiese coincidido con su asunción el 20 de enero. ¿Por qué ahora? Evidentemente se trata de un primer paso dentro de una estrategia de tensión escalonada. La duda es ¿a quien favorece?. Lo concreto es que alguien está convocando a la suma de todos los miedos.
Diario Miradas al Sur
23-NOV-2008