Claudio Lifschitz, un testigo clave en la causa AMIA que denunció haber sido secuestrado y torturado el viernes pasado, afirma que la SIDE de Hugo Anzorreguy sabía sobre la preparación del atentado y tal vez hasta alentó su planificación para sacar rédito político. Pero algo salió mal y el atentado se le fue de las manos.
Por Walter Goobar
Claudio Lifschitz, un testigo clave en la causa AMIA que denunció haber sido secuestrado y torturado el viernes pasado, deberá prestar declaración testimonial la próxima semana ante el fiscal Alberto Nisman, que tiene a su cargo la causa por el atentado contra la mutual judía. Lischitz que ahora es abogado, fue oficial de inteligencia, especializado en narcotráfico, trabajó dos años en la investigación del caso AMIA y se desempeñó como prosecretario del juez Juan José Galeano. Sin embargo, mas tarde se convirtió en el principal acusador de su ex jefe, y su testimonio fue decisivo pra lograr la destitución de Galeano por mal desempeño. Lifschitz no sólo es lapidario en loq ue se refiere a la actuación de Galeano y su colega, el juez Alberto Santamarina, sino que también afirma que la SIDE de hugo Anzorreguy sabía sobre la preparación del atentado y tal vez hasta alentó su planificación para sacar rédito político. Pero algo salió mal y el atentado se le fue de las manos. Eso explicaRÍA -según Lifschitz- por qué se han empeñado tantos esfuerzos desde los más altos niveles del poder político de aquella época en encubrir la trama de la masacre que cobró la vida de 86 personas.
Lifschitz trabajó en el juzgado de Galeano entre mayo de 1995 y octubre de 1997, y en su momento relató al autor de esta nota que él descubrió la relación entre el reducidor de autos, Carlos Telleldín y el comerciante sirio-libanés Alberto Kanoore Edul, que había llamado a la casa de Carlos Telleldín una semana antes del atentado: "En la agenda de Alberto Kanoore Edul encontré los números del agregado cultural iraní Moshen Rabbani, el teléfono de un policía bonaerense convertido al Islam y los números de trece talleres mecánicos. Esto no coincidía mucho con el perfil de un comerciante textil", aseguró el testigo a quien sus secuestradores le tatuaro a soplete el número de la causa Amia en el antebrazo.
Lifschitz sostiene que fue Munir Menem, el hermano del entónces presidente de la Nación quien intercedió para desvincular a Kanoore Edul y encubrir la llamada "pista siria":
En ese contexto, Lifschitz descubre la existencia de una causa sobre células fundamentalistas dormidas que era previa al atentado contra la AMIA: "Me enteré que había una causa que se llamaba "células dormidas" que investigaba a sospechosos iraníes, pero nada de esto figuraba todavía en la investigación de la AMIA. Más adelante, me entero que el 4 de abril de 1994, es decir tres meses antes del atentado, el juez Alberto Santamarina había firmado un permiso de salida del país para una persona que había sido detenida el 4 de abril en Ezeiza con un pasaporte falso a nombre de "Scott Gregory Hall" provisto por un grupo de funcionarios de Migraciones que se dedicaban a blanquear iraníes en la Argentina desde la época del atentado contra la Embajada de Israel.
El portador del documento falso resultó ser el iraní Khalil Ghatea, quien intentó abandonar el país una semana después del atentado a la AMIA.
Según Lifschitz hubo encubrimiento por parte de la SIDE comandada por Hugo Anzorreguy: "La persona que dejó la camioneta Trafic utilizada en el atentado en el estacionamiento Jet Parking dejó como dirección el Hotel de las Américas. Se le pidió a la SIDE que indagara en la conexión que pudo tener con el atentado algún pasajero del hotel. La SIDE contestó con un informe de tres líneas diciendo que la investigación fue negativa. Decidí ir a hablar con el gerente del hotel y así descubrí que el día antes del atentado se había hospedado un iraní, Mortezayan Rohollah, con pasaporte uruguayo, a quien no se investigó. Esta persona estuvo en contacto con Khalil Ghatea, el iraní que quiso salir de Ezeiza con pasaporte falso y con otros personajes de las células que estaba investigando Santamarina. En el Hotel de las Américas también estuvo un ingeniero que trabajaba para una de las canteras investigadas por su eventual relación con el atentado. Además, Rohollah hizo llamadas a otros iraníes, vinculados con el testigo Wilson Dos Santos, un proxeneta e informante de los servicios brasileños que fue quien avisó que podía producirse un ataque con quince días de anticipación. A todo esto la SIDE contestó que en esa época no se investigaba a iraníes, lo cual es falso y prueba que la SIDE encubrió y borró pruebas".
Lifschitz afirma que cuando le planteó a al juez Galeano investigar la causa que tenía Santamarina, Galeano le contestó textualmente que eso estaba en manos de Santamarina por orden del jefe de la SIDE, Hugo Anzorreguy.
Por la forma como la SIDE actuó antes y después del ataque, Lifschitz sospecha que al menos un sector de la inteligencia argentina estaba al tanto de las actividades del clérigo iraní Moshen Rabbani a quien ya habían fotografiado mientras pedía precios para comprar una camioneta traffic idéntica a la usada mas tarde en el atentado; : "Contrainteligencia de la SIDE sabía que el clérigo iraní Moshen Rabbani había estado cerca del estacionamiento Jet Parking cuando se deja la camioneta. En ese momento, la SIDE todavía no tenía datos del Movicom de Rabbani, porque esa información se procesó mucho después. Por lo tanto, la única manera que tenían de saber sobre la presencia de Rabbani en ese lugar era porque le pinchaban los teléfonos o porque tenían una persona pegada a él. Todo esto me hace presumir que por lo menos un sector de la SIDE no sólo sabía que se iba a producir el atentado, sino que alguna participación les debe haber correspondido para que el máximo organismo estatal arme todo una estructura para tener acceso a las evidencias para valorarlas y luego informar lo que quisieran."
Para el testigo, "la SIDE puede haber participado alentando o facilitando la planificación del atentado, no para que se produjera, sino para detener a los autores y capitalizar el rédito internacional de haber desarticulado un ataque terrorista contra un objetivo judío. Esta metodología se aplica muchas veces en operaciones contra el narcotráfico o los piratas del asfalto. La diferencia es que si la operación falla habrá más droga en la calle o más mercadería robada. Pero si se trata de explosivos, el error puede significar la muerte de muchas personas. Eso es lo que explica por qué desde las más altas estructuras del poder se ha querido controlar todas las pruebas anteriores y posteriores al atentado.
Diario BAE
12-MAR-2009