Para algunos indígenas es Tunguragua, el rey de las aguas. Para otros, la gran serpiente-madre de los hombres. Para todos es el universo verde, la fuente de la vida, el pulmón y el granero del mundo. Sin embargo, la Amazonia es hoy el epicentro de una sangría silenciosa y permanente que ha acabado ya con el 20% de la mayor selva del mundo.
Por Walter Goobar
Para algunos indígenas es Tunguragua, el rey de las aguas. Para otros, la gran serpiente-madre de los hombres. Para todos es el universo verde, la fuente de la vida, el pulmón y el granero del mundo. Sin embargo, la Amazonia es hoy el epicentro de una sangría silenciosa y permanente que ha acabado ya con el 20% de la mayor selva del mundo. Son unos 680.000 kilómetros cuadrados sacrificados en el altar del progreso y la prosperidad. Sólo el pasado mes de agosto, fueron talados 735 kilómetros cuadrados de bosque. El ritual de la depredación se repite año tras año y va en aumento, amenazando gravemente el futuro de un lugar que almacena el 20% del agua dulce y la mitad del oxigeno del planeta.
El Amazonas es un río grandioso. De hecho, el nombre del río viene de los fantasmas de esos aventureros portugueses que, comandados por Francisco de Orellana salieron,en 1539 a explorar el río y tuvieron que enfrentarse a unos indios comandados por mujeres terribles: las amazonas de la mitología griega.
Según la leyenda, las amazonas vivían en ciudades de piedra de las que jamás se encontró rastro y se les conocía como cuñantesecuima (las que no tienen marido). Dominaban no menos de 70 aldeas indígenas que les eran tributarias y a las que defendían de sus enemigos.
Una vez al año, reunían una gran tropa y atacaban un poblado vecino. Secuestraban a los hombres y los retenían hasta quedar todas preñadas. Después, los dejaban en libertad. Al nacer, mataban a los varones y cuidaban con gran esmero a las mujeres, a las que adiestraban más tarde en el arte de la guerra.
Con excepción de Orellana, ningún otro hombre blanco las ha visto jamás, ni se ha encontrado otro rastro que la perpetua leyenda de su existencia.
LA CAPITAL DE LA SELVA
En el Amazonas no hay más caminos que los del agua. La carretera transamazónica sólo esta abierta 100 días al año y aún en esa época llegar a destino es un milagro.
Cualquier expedición para recorrer esta maravilla de la naturaleza que provee el 20 por ciento del total de agua dulce y renueva la mitad del oxigeno del planeta se inicia en Manaos, la decadente capital de la selva ubicada donde las aguas del inmenso y anchuroso Río Negro se unen con el más rápido, profundo y caudaloso Solimoes, el río que Orellana descendió y, para muchos, el auténtico Amazonas. Las aguas son de un barro lechoso, mientras que las del más sereno Río Negro parecen de tinta. Ambos cauces discurren juntos por más de seis kilómetros marcando las distancias sin mezclar sus aguas.
Con sus 6885 kilómetros de largo y veinte de ancho en algunos lugares, el Amazonas es el río más grande del planeta. Sus aguas están infestadas de yacarés y de decenas de otras especies tan exóticas como peligrosas.
Rayas venenosas, pirañas capaces de acabar con un cerdo salvaje en un abrir y cerrar de mandíbulas, y anguilas eléctricas que producen descargas de hasta 700 voltios en las raíces de los árboles para obligarlos a desprenderse de los frutos con los que se alimentan.
En la parte alta del río hay miles de delfines rosados, un escurridizo animal al que ciertas tribus atribuyen no sólo la capacidad de violar mujeres, sino de engendrar hijos.
A pesar de las anacondas, que pueden engullirse a un niño, o las pirañas o los yacarés, el animal que más temor despierta es diminuto, fino, alargado y también vive en el agua. Es el candiru, pez palillo o vampiro, que tiene la extraña manía de rastrear la orina de los animales para introducirse en los orificios del cuerpo -ano, vagina o uretra-, y alojarse allí para alimentarse de la sangre o el tejido de su víctima. El tenebroso pececito sólo puede ser extraído mediante cirugía.
CHANEL NUMERO CINCO
El atardecer, es un escenario mágico, de verdes esplendorosos, grtos de pájaros y chillidos de loros y monos.
La tenue luz hace del agua un espejo donde se miran todas las cosas. La selva está al alcance de la mano.
Arboles de hasta veinte metros de altura, 1500 especies de peces, cerca de 2000 tipos de aves, 250 variedades de mamíferos y 2500 variedades de plantas pueblan esta región que desde siempre ha despertado la curiosidad de los exploradores y la codicia de todo tipo de aventureros: buscadores de oro, esmeraldas, maderas preciosas, productos medicinales..
El famoso Chanel nº 5, el mismo con el que dormía Marilyn Monroe, proviene de una esencia amazónica, el palo de rosa, pero la selva no huele a Chanel, sino que el aroma es el de lodo y hojas podridas.
A bordo de una frágil canoa, navegan silenciosos un grupo de trabajadores madereros. Son indios y mestizos, buscadores del oro rojo, la caoba, el árbol más caro del mundo. Pero, la caoba está en extinción y la pugna por encontrar los últimos ejemplares es tan desaforada, que para su extracción se han reinstaurado viejos sistemas esclavistas.
Los trabajadores madereros están atrapados en un sistema de deudas que los encadena casi de por vida a sus patrones. Como en los tiempos del caucho, éstos les adelantan todo lo que necesitan para cortar los árboles y sobrevivir en la selva. Una gaseosa cuesta el salario de un día, y unna bolsa de azúcar el de cinco días. Así se inicia un círculo vicioso de deudas del cual nunca se sale con vida.
Los acheros están en un dia de suerte: han encontrado un ejemplar hermoso, de unos 35 metros de altura, de un color rojizo fuerte. Una motosierra lo derriba en apenas 15 minutos. Impresiona oír el lamento del árbol cuando cruje, cuando cae arrastrando a otros arboles que lo rodean. Los botánicos dicen que cada árbol derribado supone la muerte de otras mil plantas a su alrededor. El daño que representa para el ecosistema es inconmensurable. Una balsa de mil árboles equivale a 100 ó 200 hectáreas de selva arrasada. Según WWF/Adena, dentro de una década no quedará en la Amazonia ningún ejemplar de caoba en pie. La especie fase terminal, pero en la selva no hay especies protegidas..
Las mafias madereras azuzan odios atávicos entre distintas etnias indígenas para ganar territorios nuevos en busca de las maderas preciosas. A veces arman ellos mismos a determinadas tribus para hacer el trabajo sucio de eliminar a las familias molestas. Por otra parte, tal y como han denunciado organizaciones como Greenpeace y Survival, el contacto con los trabajadores blancos está expandiendo terribles epidemias de hepatitis y malaria que acaban con muchos de ellos, como en el caso de los murunahua, contactados hace años, y que han perdido ya a la mitad de sus integrantes.
Una vez deforestada, la selva es ocupada por los empresarios ganaderos que aprovechan ese espacio abierto para pastar ganado. Brasil, por ejemplo, se ha convertido en el primer productor mundial de carne vacuna gracias a los millones de cabezas que cría en su territorio amazónico. Después de tres o cuatro años, la tierra queda esteril para siempre. Y lo que empezó con un puñado de árboles tirados, acaba en un desierto. Un inmenso y futuro desierto...
BIOPIRATAS EN LA JUNGLA
Una de las mayores amenazas que sufre la selva amazónica es el saqueo de su biodiversidad. Estudios de organizaciones ecologistas señalan que el tráfico de plantas medicinales, animales y del conocimiento indígena suponen pérdidas anuales de unos 17.000 millones de dólares.
En los grandes mercados de ciudades como Manaus o Belem se venden frascos de penicilina y antibióticos que guardan en su interior fracciones de animales como uñas, cuernos, pelos etc., o extractos de plantas, útiles en la medicina popular. Allí pululan como moscas los biopiratas que compran muestras a precios viles, ahorrando así un largo camino de investigaciones a las multinacionales farmacéuticas.
De todos modos, la biopiratería no es un fenómeno nuevo en la selva amazónica: El primer caso se remonta a 1876, cuando los ingleses Robert Markham y Henry Wickman consiguieron sacar de Brasil 70.000 semillas del árbol que llora, el caucho, para plantarlas en Ceilán. Eso significó el principio del fin del imperio del caucho levantado en torno a ciudades como Manaus. Desde entonces, el saqueo no ha cesado.
El yagé, o Banisteriopsis Caapi, es una liana amazónica utilizada por los indígenas para hacer una infusión que consumen en sus rituales religiosos.
En 1986 Loren Miller , que era presidente de la International Plant Medicine Corporation, canjeó una muestra de la liana por ddos atados de Marlboro. Cuando regresó a California, patentó el regalo indio como un "descubrimiento nuevo con propiedades curativas antisépticas, antibacterianas, anticancerígenas, antieméticas y para el párkinson".
Tras una lucha de dos décadas que unió a 400 tribus amazónicas, los aborígenes consiguieron que la patente fuese revocada. Para ello, tuvieron que amenazar con patentar la hostia cristiana.
El kambó o vacuna del sapo, es el más tradicional de los remedios indígenas del Amazonas. La piel de laa phyllomedusa bicolor, una especie de sapo verde común en la Amazonía, segrega un líquido en el que los científicos han hallado propiedades antibióticas, contra el sida y el cáncer. Un médico italiano la patentó en los 80. Después fueron aisladas dos sustancias, la dermorfina y la deltorfina. La primera de ellas, 300 veces más potente que la morfina, es la base de una nueva generación de analgésicos desde que, en 1998, los laboratorios Abbot la comercializaran bajo el nombre de ABT 694.
Esto ha generado un creciente mercado negro de sapos que -de pronto-, se han tornado tan valiosos como las esmeraldas o las maderas preciosas. Un gramo vale 1.500 dólares y los sapos están desapareciendo.
Toda la flora y la fauna está desapareciendo como resultado de la depredación. 38 millones de animales son sacados cada año de Brasil para su uso en la industria medicinal, la indumentaria o la cocina. Una minúscula lata de palmitos, el corazón de la palmera amazónica, tarda casi un siglo en crecer.
La planta que más dinero ha dado a las multinacionales farmacéuticas es la chondodrendon tomentosum, utilizada durante siglos por los indios amazónicos para obtener el curare, el veneno con el que untan sus flechas para inmovilizar a sus presas. En 1942, los laboratorios Glaxo y Wellcom sintetizaron su ingrediente activo, el d-tubocurarine, que patentaron y usaron en la producción masiva de relajantes musculares y anestésicos quirúrgicos. Su aplicación supuso una revolución en la cirugía moderna, pero los indígenas jamás recibieron las regalías de ese ni de otros miles de descubrimientos.
Hoy, la inmensa mayoría de los indígenas amazónicos que han entrado en contacto con la civilización han perdido ya algunas de sus costumbres, pero conservan el mismo estilo de vida de sus antepasados: los hombres cazan y pescan y las mujeres cultivan mandioca.
Aún quedan grandes zonas vírgenes en las que habitan tribus hostiles, en cuyo territorio nadie se atreve a entrar. Se habla también de pueblos escondidos en lo más profundo de la espesura que nunca han sido contactados.
Entre los antropólogos brasileños hay dos escuelas: la mitad opina que lo mejor que se puede hacer por los indígenas es no hacer nada, mientras que la otra mitad argumenta que una vez establecido el contacto, el Estado debe asumir sus responsabilidades.
En general, el hombre blanco no es bien visto por los indígenas que consideran que irrumpimos en su vida, les trajimos enfermedades, nos apoderamos de sus árboles y de sus tierras, y nunca comprendimos ni respetamos su manera de vivir. De los 7 millones de indígenas que había en épocas de Orellana, hoy sólo sobreviven 350.000 en las 215 comunidades que hay en Brasil.
Los indígenas se han adaptado a este lugar salvaje, pero no han resistido la invasión y el saqueo del hombre civilizado. Pobres, borrachos y enfermos, se extinguen ante la indiferencia del resto del mundo. Con ellos mueren su cultura y sus conocimientos: los nativos amazónicos, auténticas enciclopedias vivientes, son capaces de cultivar más de 600 tipos de plantas medicinales.
A la hora que baja el sol los loros y guacamayos comienzan a chillar anunciando la llegada de la noche. La oscuridad se traga la selva y el rio. De noche, el río huele a madreselva.
Solo la luna y los ojos de los yacares al acecho iluminan la noche. Hace pocas horas abandonamos Manaus, pero el Amazonas es otro mundo. Es un mundo simple y complejo a la vez. Es un permanente y delicado ejercicio que permite entender algunos de los misterios de la vida y la lucha por la subsistencia en una de las últimas regiones vírgenes del planeta.
RECUADRO 1
EL PULMON DEL PLANETA
Una familia indígena navega a bordo de una canoa. Probablemente ninguno de ellos sepa que está viajando por un río de 6.885 kilómetros de longitud, el más largo del mundo, con un caudal medio de 157.000 metros cúbicos por segundo.
Su maraña de afluentes riega una superficie similar a la de Estados Unidos, convirtiéndola en la selva tropical más grande, lluviosa y húmeda del planeta. Y la que contiene el mayor número de hábitats naturales. En sus fibrosas aguas nadan el 80 % de las 2.500 especies fluviales de América del Sur. En sus suelos crecen hasta 60.000 especies de plantas, de las que sólo se ha estudiado el uno por ciento.
RECUADRO 2
EL MITO DE LA ABUNDANCIA
La supuesta abundancia del Amazonas es una terrible equivocación, porque lo que define los ecosistemas tropicales es la idea de que existe mucha diversidad pero poca abundancia, es decir, un gran número de especies pero pocos ejemplares de cada una. Una hectárea de jungla amazónica puede albergar hasta 100 árboles de distinto tipo, pero ninguno de ellos repetido. Por eso en poco tiempo se termina con las existencias y con la capacidad de renovación de los complejos ecosistemas tropicales.
RECUADRO 3
EL PLAN DE LULA
Desde diciembre Brasil cuenta por primera vez con un ambicioso Plan de Cambio Climático, considerado por los analistas mucho más avanzado que el Protocolo de Kioto. El Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha movilizado18 ministerios para elaborar un proyecto de defensa del medio ambiente para disminuir drásticamente la emisión de CO2, principal gas causante del efecto invernadero.
El Plan de Cambio Climático ha sido bien acogido, aunque los más críticos recuerdan que Brasil se distingue por contar con leyes muy avanzadas que después nadie cumple.
El Plan de Cambio Climático se ha hecho público justamente cuando se ha conocido que la destrucción de la Amazonia aumentó un 3,8% entre agosto de 2007 y julio de 2008, con un total de 11.968 kilómetros cuadrados de selva devastados, después de tres años de reducción de la deforestación.
Brasil, con 20.000 incendios de selva amazónica por año, es uno de los países que más CO2 lanzan a la atmósfera. Es exactamente el cuarto país que más dióxido de carbono produce en el mundo.
RECUADRO 4
EL SACRIFICIO RITUAL
Los custodios de la Amazonia viven en permanente estado de alerta. El Gobierno brasileño invierte, cada año, cerca de 500 millones de dólares en el mantenimiento del Sistema de Vigilancia de la Amazonia (SIVAM), que dispone de un satélite, lanchas, hidroaviones y un contingente de 30.000 hombres.
El Gobierno de Lula justifica estos gastos en la necesidad de imponer la ley y preservar la soberanía en un territorio de más de cinco millones de kilómetros cuadrados de caudalosos ríos e impenetrables bosques, donde proliferan todo tipo de aventureros: desde el solitario garimpeiro (buscador furtivo de oro) hasta las grandes empresas-corsarias, dedicadas a la explotación ilegal de maderas nobles.
Según varios expertos, los peligros que se avecinan son mayores que las corrientes depredadoras, ya que se viene gestando una conspiración para despojar a Brasil de uno de sus tesores más codiciados por los países desarrollados: el agua.
En la actualidad, un 25% de la población del planeta subsiste con un volumen inferior a los 1.000 metros cúbicos por habitante, mientras que, hace medio siglo, el volumen por persona era de 2.700 metros cúbicos. El 50% de los países del orbe, entre ellos Estados Unidos y la pujante China, padece de algún problema derivado de la escasez del vital elemento.
RECUADRO 5
LE MITO DEL LADRILLO
El río, que almacena el 20% del agua dulce del planeta, ha perdido ya el 20% de sus bosques desde los años 60 y la tendencia va en aumento.
Contrariamente a lo que se piensa, el suelo del Amazonas es pobre y sólo la fina capa superficial es fértil. Cuesta creerlo, pero es así: El mayor bosque del mundo crece sobre un terreno con el mismo color y la misma capacidad nutritiva que un ladrillo. Es pura arcilla, sedimento de un antiguo mar lavado por la lluvia durante millones de años y que carece de elementos minerales.
La intensa energía solar y las abundantes lluvias alimentan el crecimiento de las plantas. Los árboles crecen rápidamente, arrojan desechos rápidamente, la materia orgánica se descompone rápidamente por los organismos del suelo y vuelve a alimentar la vegetación rápidamente. Es un círculo virtuoso que se mantiene en pie gracias al movimiento, pero todos los nutrientes, están en el aire o en la fina capa superficial de humus. No hay reservas en el sustrato.
RECUADRO 6
SOJA DEVASTADORA
Según Greenpeace, el cultivo masivo de esoja en territorio selvático se ha convertido en la amenaza más grande para su ecosistema. Solamente entre los años 2005 y 2006, Brasil, primer exportador mundial de soja, produjo más de 50 millones de toneladas de este producto cultivado en 23 millones de hectáreas -una superficie tan grande como Gran Bretaña- arrancadas a la selva. Tres gigantes agrícolas norteamericanos, Cargill, Bunge y ADM, están fomentando la destrucción de la floresta para plantar la soja que servirá de alimento animal en Europa. Cargill ha construido su propio puerto fluvial en el corazón de la Amazonia (Santarém), desde el cual exporta soja, un millón de toneladas anuales. La mayor parte se utiliza para alimentar ganado. Según Greenpeace, las multinacionales de comida rápida se han convertido en las principales cómplices de la deforestación. Un reciente artículo de la revista científica Nature alertaba de que en el 2050 se habrá perdido el 40% de la Amazonia si la tendencia actual de expansión agrícola continúa.
Revista Rumbos
FEB-2009