"El húngaro-bolivianoEduardo Rózsa Flores es un personaje del que conozco muy bien su vida y milagros", escribe el periodista de investigación Xavier Vinader.
Por Xavier Vinader
El Temps
Cuando leí que Evo Morales, el presidente boliviano, había informado de la desarticulación de una banda de mercenarios que preparaba un atentado contra él y el vicepresidente García Linera, se encendieron mis alarmas.
Consulto los principales diarios del país y de repente un nombre salta ante mis ojos: Eduardo Rózsa Flores. Todos lo presentan como el jefe del comando de mercenarios –resultó muerto, junto con dos hombres más, en un tiroteo con la policía durante el asalto al hotel de Santacruz donde se alojaban– y descubro que es un personaje del que conozco muy bien su vida y milagros.
Comencé a saber de Eduardo Rózsa Flores, nacido en Cochabamba, de padre húngaro exiliado y madre boliviana, durante mi etapa de presidente internacional de la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF). Eduardo Rózsa Flores había sido reclutado en 1991 por Ricardo Estarriol –corresponsal histórico de La Vanguardia en Viena y miembro destacado del Opus Dei– como springer para informar de la guerra en Croacia que acababa de empezar. Y Flores –todo el mundo le llamaba así– empezó a enviar crónicas y crónicas hasta que un día los integrantes de la sección de Internacional del diario barcelonés lo vieron, en una foto de agencia, encima de un tanque croata, vestido con un traje de camuflaje y armado hasta la coronilla. Se quedaron de piedra. Su corresponsal, sin decir nada a nadie, había colgado la pluma y se había alistado junto a los croatas como mercenario. Después formó una denominada Brigada Internacional, donde fueron a parar un puñado de elementos de la extrema derecha internacional –desde italianos o ingleses hasta rusos– y que se apuntaron a pegar tiros –y lo que hiciera falta– en el conflicto de los Balcanes.
La Brigada Internacional, y también Flores –que se inventó una biografía fantasiosa– fueron objeto de una investigación de un equipo de RSF cuando, en 1992, fueron asesinados el periodista suizo Christian Wutenberg y el fotógrafo inglés Paul Jenks. Ambos habían intentado meter la nariz en las prácticas siniestras de aquel grupo de mercenarios y conocían muy bien los tejemanejes de Flores. Posteriormente aparecieron más indicios de su participación en más operaciones de guerra sucia, de organizar una red de comercio ilegal de iconos expoliados en iglesias serbias y de multitud de fechorías. El caso de Flores fue denunciado en cumbres periodísticas internacionales. Scotland Yard abrió una investigación para descubrir la muerte de Paul Jenks, pero nada impidió que acabara la guerra condecorado por Croacia y con pasaporte de este país en el bolsillo.