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LUIS INACIO LULA DA SILVA

Del overol al Armani

Cambió el overol y la polera por trajes Armani, se arregló la dentadura, contrató un peluquero para que cuide su look, moderó su discurso y combina el color de la corbata con el del estudio de TV que visita.

Por Walter Goobar
Cambió el overol y la polera por trajes Armani, se arregló la dentadura, contrató un peluquero para que cuide su look, moderó su discurso y combina el color de la corbata con el del estudio de TV que visita. Luiz Inácio "Lula" da Silva, el candidato presidencial de la izquierda brasileña no sólo encabeza las encuestas sino que en igual medida espanta a los empresarios. No caben dudas que la contratación del experto en marketing político, Duda Mendonça, le ha dado buenos resultados: en su cuarto intento por acceder a la presidencia, Lula ha logrado el apoyo del 40 % de los brasileños, frente al 20 % del oficialista José Serra, abanderado del Partido Social Demócrata Brasileño. Pero las elecciones son en octubre y la amplia ventaja que tiene Lula en las encuestas no le asegura el triunfo. Y él lo sabe por experiencia propia. En 1994, también cinco meses antes de los comicios, los sondeos mostraban que el líder del Partido de los Trabajadores (PT) tenía una adhesión del 42 %, frente a 16 % de Fernando Henrique Cardoso. Pero el día de la votación, Cardoso ganó con el 53 % de los votos. Lula sólo obtuvo el 31%.
Este ex obrero metalúrgico que sólo ha cusrado la escuela primaria es consciente de que no sólo debe preocuparse de aumentar su caudal de potenciales votantes, sino también de mantenerlos. En su esfuerzo por ampliar su base de apoyo entre los electores de centro ha caído en contradicciones con su pasado. Y aunque dejó de llamar a sus seguidores "a la lucha", hay muchos empresarios que temen que su filosofía política no haya evolucionado junto a su imagen.
"Entre los hombres de negocios existe temor hacia Lula, por los antecedentes de su partido, que fue mucho más izquierdista de lo que es hoy, y por el prejuicio de que el candidato no es doctor, sino obrero", afirma Clóvis Rossi, editorialista del diario Folha de Sao Paulo.
Al ojear los diarios brasileños, se tiene la impresión de que los indicadores económicos del país dependen de una sola persona: de Lula. Cuando se publica una encuesta que muestra la caida de popularidad del candidato del PT, en las páginas económicas se pede leer que el real se estabiliza frente al dólar y que la Bolsa cotiza en alza. “Atribuir las alzas o las caídas a mi persona es tan absurdo como asignarlas al resultado de un partido de fútbol”, responde Lula. Pero cuando faltan cuatro meses para los comicios, la hostilidad de los grandes operadores hacia el candidato de izquierda se hace cada vez más evidente. "Los empresarios están alerta y van a parar sus negocios para ver cómo será el gobierno de Lula. Las inversiones ya están bajando. Existe la preocupación de cómo se tomará esto en el resto del mundo porque el comercio exterior es muy importante", explica Octavio Sepúlveda, socio de la filial brasileña de la consultora KPMG.
La incertidumbre en torno a Lula se refleja en las medidas que han tomado bancos norteamericanos, que han llamado a sus clientes a no invertir en Brasil, por la eventualidad de que el próximo gobierno realice cambios en la política económica. Desde abril el riesgo país ha pasado la barrera de los 1200 puntos, superando incluso la de Venezuela después del golpe de Estado.
La situación económica de Brasil es delicada. Después de dos trimestres de contracción económica, el país está técnicamente en recesión. Entre octubre y diciembre, el PIB se contrajo en -0,63 % y entre enero y marzo, en -0,73 %. El desempleo llegó a 7,6 % en abril, alcanzando la tasa más alta en dos años. El real ha perdido 12 % de su valor en dos meses.
Hay quienes atribuyen las dudas en torno a la confiabilidad de Lula a las incongruencias en que ha caído el candidato en su afán por atraer votos. Su difuso plan económico es la base de los cuestionamientos. Aunque todavía no ha dado a conocer su programa, uno de los puntos sería "romper con la actual política económica". Una propuesta que coincide con el Lula antiguo y aumenta la desconfianza entre los empresarios. En el pasado, el candidato criticó el capitalismo y no ocultó su admiración por Fidel Castro. Sin embargo, ahora dice: "No queremos otra Cuba ni otra Venezuela en América Latina". El desconcierto es evidente.
"La distancia entre la propaganda y la realidad es grande. Poca gente cree que Lula ha cambiado de verdad", dice Gustavo Franco, ex presidente del Banco Central de Brasil. Para neutralizar la desconfianza, Lula no sólo debe convencer a los electores que el cambio es real, sino también a su partido, donde los más radicales no acuerdan con la moderación que ha adoptado el dirigente. "Hay una tensión permanente entre el nuevo y el viejo PT. El problema es que hay compromisos asumidos en todos estos años de oposición, como el aumento del gasto público", señala el periodista brasileño, Carlos Alberto Sardenberg. "Lula sabe que no puede aumentar el gasto social, que es de 32 % del PIB, si no aumenta los impuestos. Pero éstos son unos de los más altos de América Latina. El 34 % del PIB son impuestos", agrega Benicio Schmidt, de la Universidad de Brasilia.
Antes del 30 de junio, Lula tiene que zanjar estas diferencias, ya que debe dar a conocer su programa de gobierno. Hasta ahora, el ex líder sindical ha gozado de la popularidad que cultiva desde hace tres elecciones, pero con el inicio de la propaganda electoral, el 6 de julio, verá cómo disminuye su exposición y aumenta la de sus contrincantes. El tiempo en televisión se reparte según los votos obtenidos por cada partido en la última elección. José Serra, el delfín del actual mandatario Fernando Henrique Cardoso, tiene 20 minutos diarios para convencer al electorado, es decir el triple de tiempo que posee el petista.
A Lula le quedan pocos días para definir su programa político. También para buscar una alianza con otro partido para nombrar un vicepresidente. José Serra ya optó por la diputada Rita Camata, del centrista PMDB, como compañera de fórmula. La elección de Serra apuntó a conquistar los votos de Roseana Sarney, quien logró hacerle frente a Lula en las encuestas pero que se tuvo que retirar de la carrera presidencial cuando se la relacionó con un caso de corrupción. Camata es una mujer de 41 años y su atractivo podría sumarle apoyo al oficialismo. Lula ha tentado al senador del Partido Liberal, José Alencar, y a Pedro Simon, del PMDB. Pero hasta ahora, no ha tenido éxito.
La falta de un partido con fuerte representación parlamentaria también podría convertir a un posible gobierno petista en inoperante. Si Lula lograra reunir bajo su liderazgo a quienes hacen oposición al gobierno de Fernando Henrique Cardoso, contaría con 140 de 513 diputados y 20 de 81 senadores. Un número insignificante si se toma en cuenta que para realizar una reforma constitucional necesitaría 236 votos más. Cardoso ha gobernado con 332 diputados y 56 senadores, lo que le ha facilitado la aprobación de las leyes. El PT tiene 58 diputados y después de las elecciones se espera que en el mejor de los casos aumente su bancada a 100 parlamentarios. En su cuarto intento por llegar a convertirse en jefe de Estado, Lula todavía no tiene nada ganado.
Revista Veintitres
 

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