Aunque no expuso un plan específico, es más que evidente que Barak Obama se ha desmarcado de la doctrina del choque de civilizaciones que signó la política de George W. Bush y ha empezado a equilibrar la agenda estadounidense con una posición más ecuánime en el conflicto palestinoisraelí.
Por Walter Goobar
El discurso que Barak Obama pronunció esta semana en El Cairo es algo más que una jugada arriesgada destinada a buscar la reconciliación de Washington con el islam. Se trata de un radical cambio de los paradigmas que marcaron toda una época sangrienta y siniestra de la historia reciente de la Humanidad. El presidente estadounidense utilizó un nuevo lenguaje. No pronunció los términos terrorista o terrorismo, sólo habló de "extremistas violentos", a los que "hay que aislar"; y subrayó que los asentamientos israelíes son ilegales y que los palestinos sufren "humillaciones diarias". Aunque no expuso un plan específico, es más que evidente que el sucesor de Bush ha empezado a equilibrar la agenda estadounidense con una posición más ecuánime en el conflicto palestinoisraelí.
Desaparecido el comunismo, EEUU convirtió en doctrina la teoría formulada en 1993 por el politólogo Samuel Huntington sobre el choque de las civilizaciones que vaticinaba una apocalíptica e inevitable confrontación entre el Occidente judeo-cristiano y el mundo musulmán.
Armado ideológicamentecon el libro de Huntington, el fundamentalismo de los neoconservadores anglosajones encontró en el fundamentalismo islámico el archienemigo que necesitaba para darle andamiaje a su proyecto geopolítico.
En esa guerra -que hasta fue bautizada como Cruzada-, el Occidente estaba liderado por George W. Bush mientras que el islam quedó bajo el mando de un líder mesiánico creado a imágen y semejanza de Bush: ún ex recluta de la CIA llamado Osama Bin Laden.
Ambos, se enfrentaron en una guerra mundial asimétrica, con frentes convencionales en Afganistán, Irak, Líbano, Palestina o Somalia y también en zonas de la propia retaguardia para lo que se eligieron escenarios tales como Buenos Aires, Nueva York, Washington, Londres, Madrid, Bali o Bombay. Esta es la versión de la historia según Bush que ahora Obama tiene la aparente intención de desmentir y desmontar.
"Vine a buscar un nuevo comienzo entre Estados Unidos y los musulmanes, un comienzo basado en el interés mutuo y el respeto mutuo, un comienzo basado en esta verdad de que los Estados Unidos y el Islam no se excluyen", dijo el presidente apelando a a citas del Corán, la Biblia y el Talmud.
Sin embargo, ese cambio de paradigma que propone
es una compleja maniobra que entraña terribles riesgos: Reconocer el derecho de la República islámica de Irán de acceder a tecnología nuclear para usos pacíficos mientras Teherán mantiene la retórica del "Gran Satán" y, al mismo tiempo apretarle las tuercas a un fiel y vital aliado como Israel , suena arriesgado y casi temerario.
Obama ha señalado de manera inequívoca que pretende imponer a Benjamin Netanyahu la idea de dos Estados -uno judío y otro palestino-,y el cese de las colonizaciones en los territorios ocupados. Todo un desafío, pero lo más arduo es el capítulo sobre Iran ya que es innegable que ese país sigue instalado en la lógica armamentista: Este sábado inauguró su primera cadena de producción en serie de misiles supersónicos tierra-aire, capaces de alcanzar objetivos a más de 40 kilómetros de distancia.
Además de su explíciita decisión de reconciliarse con el mundo islámico, Obama es un pragmático que cree que es urgente rectificar el enfoque de la doctrina militar norteamericana. Ni Estados Unidos ni la OTAN están amenazados por grandes conflictos contra Rusia o China. Ese tiempo pasó. Puede volver, pero por ahora pasó. Los ejércitos norteamericanos y europeos tendrán que enfrentar otra clase de amenazas, en Irak, Afganistán, Pakistán. insurgencia, guerra cibernética, jihadismo y piratería. Y junto a ello, crimen organizado, crisis alimentarias, epidemias, ,masacres como las de Darfour y movimientos de desplazados. Sólo en el valle de Swat, dos millones de refugiados han abandonado sus casas, huyendo de la ofensiva talibán que está a punto de tomar el poder en Pakistán, un país que posee armas atómicas.
Obama depende en parte de su lenguaje y de su capacidad de persuación para enterrar la doctrina del Choque de las Civilizaciones. Pero más allá de la retórica, la apuesta del presidente también tiene un alcance diplomático bien realista: subrayar que en el nuevo mundo, definitivamente global, las tragedias locales sólo pueden intentar aliviarse, al menos, recordando el punto de vista, los intereses y la fuerza de los vecinos y adversarios.
No es ningún secreto que, desde hace años, diplomáticos occidentales viajan a Medio Oriente para reunirse confidencialmente con miembros de Hamas y de Hezbollah, organizaciones que Israel, Estados Unidos y la Unión Europea consideran terroristas. Francia ha establecido contactos discretos con Hamas, el movimiento islámico que controla Gaza, y Gran Bretaña ha reanudado cautamente el diálogo con Hezbollah, que es un Estado dentro del Estado libanés.
"Mientras nuestras relaciones sean definidas por nuestras diferencias, daremos el poder a los que siembran el odio antes que la paz, a los que promueven el conflicto en vez de la cooperación", proclamó Obama en una pieza retórica que, como ninguna otra, ha sido diseccionada, analizada, medida y profusamente cavilada en todo el Medio Oriente. Hasta ahora, no han satisfecho a nadie. En un lado y en otro creen que hubo demasiada complacencia para el contrario.
Diario Miradas al Sur
07-JUN-2009