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CONVULSION EN IRAN

Perspectivas de guerra civil

No se descarta que el régimen de los ayatolas emprenda una represión brutal a través de la Guardia Revolucionaria, lo que llevaría a un escenario similar a lo que ocurrió en la Plaza de Tiananmen, cuando el gobierno chino reprimió duramente la revuelta de 1989. Si el régimen pierde el control de la situación significará la guerra civil.

Por Walter Goobar
Un ardiente dia de junio de 1989, recién enterrado el imam Jomeini, Ali Akbar Rafsanjani dijo a los periodistas extranjeros que la mayoría de los análisis occidentales sobre Irán eran "como disparos en la oscuridad". Esa frase era y sigue siendo cierta. Irán es una de las mas viejas naciones del planeta, su islam chiíta es muy particular y sus tejidos étnicos, culturales y sociales son de una gran complejidad.
Desde la caída del Sha -hace 30 años-,  se viene anunciando periódicamente el crepúsculo del régimen teocrático y, sin embargo, ahí sigue, aunque cada vez más alejado de los "mustasafin" los desheredados en cuyo nombre se hizo la revolución jomeinista de 1979.
Sin embargo, la actual batalla por el futuro de Irán no se está librando en las calles de Teherán. La verdadera batalla es una partida de ajedrez entre el líder supremo Ali Jamenei y el ex presidente Alí Akbar Hachemí Rafsanyaní. La polarización en las calles es solamente un reflejo de las fisuras y tensiones en la cúpula del régimen de los ayatolás.
Cuando el ayatolá Alí Jamenei, emitió un comunicado refrendando la cuestionada reelección de Mahmud Ahmadineyad, no lo hacía en tanto que político sino en su calidad de representante de la Divinidad.
Cuestionar las palabras del líder supremo Jamenei implica poner en duda la autoridad divina, o lo que es lo mismo los cimientos dela teocracia.En los medios reformistas y especialmente en los canales iraníes vía satélite los analistas empiezan a calificar lo ocurrido en las elecciones como un "golpe de estado de la Guardia Revolucionaria", el auténtico poder en la sombra en el país y principal apoyo del actual Presidente.
Por su parte, el segundo hombre más poderoso de Irán, el ayatolá Alí Akbar Hachemí Rafsanyaní, que comparte con Jamenei la responsabilidad al frente del Consejo de Discernimiento y de la Asamblea de Expertos, le había advertido al Líder Supremo antes de los comicios a través de una carta en la que se podía leer entre líneas los riesgos de la más que probable manipulación de los comicios.
Las diferencias en la cúpula gobernante de Irán no son una novedad. Hubo un tiempo en que se hablaba de ayatolás rojos frente a otros que no lo eran, de turbantes blancos y turbantes negrospara etiquetar a conservadores y pragmáticos, y finalmente de reformistas y fundamentalistas. Pero las internas se dirimían puertas adentro y el líder se mantenía al margen ejerciendo de árbitro.
Ahora, el alineamiento de Jamenei con Ahmadineyad no sólo ha roto las reglas del juego sino sacado a la luz la gravedad de las diferencias entre los dos sectores hasta el punto que uno de ellos está dispuesto a poner el poder emanado del pueblo por encima de los designios divinos interpretados por sus representantes en la tierra.
Tras el sermón que el viernes pronunció el ayatolá Jamenei, los escenarios se han tornado más inciertos:
Las posibilidades de que el régimen ceda ante las protestas se vuelven cada vez más improbables. Las elecciones no se repetirán: este escenario sólo añadiría más leña al fuego y tornaría la posición del líder supremo más débil. Hay un mínimo márgen de maniobra  para que el Consejo de Guardianes admita que los comicios fueron fraudulentos, sobre todo porque su presidente, el ayatolá Ahmad Jannati, es un clérigo conservador aliado de Jamenei. Sin embargo, aún habría tiempo para adoptar una solución de compromiso, en la que el régimen haga concesiones a los reformistas. Pero esto también tiene sus peligros: La sociedad iraní está muy fragmentada y si la solución que ofrece Jamenei no los  satisface, las concesiones sólo agudizarán la crisis.
Nadie descarta que el régimen emprenda una represión brutal a través de la Guardia Revolucionaria, lo que llevaría a un escenario similar a lo que ocurrió en la Plaza de Tiananmen, cuando el gobierno chino reprimió duramente la revuelta de 1989. En la calle iraní, todos son conscientes de que puede ocurrir un baño de sangre y parece que los manifestantes están dispuestos a asumir ese riesgo. Sin embargo, en ese caso, el régimen no saldrá indemne. La opción de la violencia destruirá lo que queda de su legitimidad.
En ese sentido, ambos bandos han aprendido bien las lecciones de la caída del Sha. En 1978, el Ejército de Reza Pahlevi  abrió fuego contra  las multitudes y desencadenó una reacción que acabó con su dinastía. Por ahora, tanto la Guardia Revolucionaria como los manifestantes están frenando sus fuerzas. Si el régimen pierde el control de la situación significará la guerra civil.
Con un régimen tan autoritario es difícil que las protestas puedan llegar a buen fin.  Si se imponen los reformistas, significaría la refundación de la República Islámica, pero en ningún caso una ruptura. Los reformistas quieren cambios, pero no pretenden forzar un cambio que amenace la existencia de la República Islámica.
Diario Miradas al Sur
20-JUN-2009

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