Con el diario del día después, no caben dudas que había algo en aquellas lágrimas de indignación derramadas por Honduras que preanunciaban los cambios que Cristina iba a dar a conocer el 9 de julio en un discurso que recuperó la movilizadora potencia del de la asunción. Después de aquella misión hondureña de la que no volvió igual a cuando partió
Por Walter Goobar, enviado a Washington y San Salvador
Las turbinas del tango 01 ronroneaban en la madrugada del pasado domingo bajo una espesa cortina de agua que cubría el cielo del aeropuerto de la capital salvadoreña. El hambriento tropel de periodistas que -minutos antes-, había cubierto la conferencia de prensa que brindaron en esa misma estación aérea Cristina Fernández de Kirchner junto a los mandatarios de El Salvador, Ecuador, Paraguay, y sendos representantes de la OEA y la ONU, irrumpió en el avión y se acomodó en las mullidas butacas de la parte trasera de la nave.
Desde el fondo del avión se oyó una voz conocida que con tono travieso y fuera de todo protocolo anunció: "Disculpen, necesitaba comerme un democrático sandwich de milanesa". Como una adolescente atrapada in fraganti en la cocina o la heladera, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner atravesó -milanga en mano- la zona reservada a los periodistas y desapareció en el pasillo del Tango 01. Minutos más tarde, seguramente los suficientes para devorar aquel sándwich, la presidenta reapareció. No la traía el hambre, ni la obligación de informar, sino las ganas de hablar y de compartir una experiencia que la había conmocionado.
Apoyada contra el respaldo de uno de los asientos, Cristina mencionó la potencia de esas imágenes del avión que conducía al depuesto presidente hondureño Manuel Zelaya intentando aterrizar en el caótico aeropuerto de Tegucigalpa, contó detalles inéditos del secuestro de Zelaya por parte de los golpistas hondureños. Estaba, también impresionada por el relato de los pilotos del avión que habían intentado aquél aterrizaje y habían tenido que ejecutar maniobras de diversión para evadir la persecusión de dos aviones de combate dee la fuerza aérea hondureña.
-"De todos los viajes que he realizado hubo solo dos en los que me he sentido protagonista de una película! -dijo Cristina. "La primera fue cuando estuve en el Kremlin y visité la Tumba del Soldado Desconocido y la segunda durante este viaje en el que intentamos restituir el poder a un presidente que -aunque esté en las antípodas ideológicas de lo que yo pienso-, es el legítimo gobernante de su país".
A esa hora de la madrugada, no se había cumplido una semana del momento en que su marido, Néstor Kirchner tuvo que admitir su derrota en las elecciones legislativas y en su cabeza se agolpaban la epidemia de gripe, la inminente remodelación del gabinete, la convocatoria a una mesa de diálogo pero no había dudado en ponerle el cuerpo a una misión que probablemente no le traería demasiados réditos políticos, pero que no podía esperar. No fue Cristina la que eligió el momento del golpe.
Con su protagonismo internacional y su convicción latinoamericana la Presidenta desafíó también el ombliguismo de miles de argentinos que se sienten identificados con Mirtha Legrand cuando pregunta "¿A quien le importa Honduras?" y Macri, De Narváez, Miccetti y Solá festejan su desparpajo.
Los periodistas y políticos que se fijan demasiado en las marcas de su vestuario no comprenden que Cristina no necesita ponerse un pullover con motivos andinos para dar prueba de su ardiente convicción latinoamericana y su defensa a ultranza del mutilateralismo.
Aunque por su aire mundano podría codearse con la alemana Angela Merkel, el francés Nicolás Sakozy o el español José Luis Rodríguez Zapatero, elige a los jefes de Estado de países con los que la Argentina comparte el pasado y el futuro. Es evidente que Cristina se siente en su salsa protagonizando silenciosas batallas como la liberación de Ingrid Betancourt en Colombia, consiguiendo que Cuba autorice la salida de la doctora Hilda Molina o restituyendo a Manuel Zelaya en la presidencia de Honduras. Nadie que la haya visto actuar en esos resonantes casos puede poner en duda su apasionado compromiso personal, político y afectivo.
Dicen los hondureños que la historia de su páis puede escribirse en una lágrima como la que se le había escapado a Cristina durante la rueda de prensa a la que había asistido minutos antes junto al depuesto Zelaya y los otros mandatarios.
Pero esas lágrimas de indignación no fueron derramadas solamente por ese pequeño país que debe su nombre a la manera en que los conquistadores españoles del siglo XVI se refirieron a lo profundo del mar en su costa norte, sino que el drama hondureño atravesó el alma de la Presidenta y la conectó con la interminable pesadilla de dictaduras malévolas y benévolas que ha signado la historia del continente. "Esto no es por el presidente Zelaya. Es por nuestros hijos y por los hijos de nuestros hijos", fraseó con la voz quebrada en San Salvador.
Con el diario del día después, no caben dudas que había algo en aquellas lágrimas de indignación de Cristina que preanunciaban los cambios que iba a dar a conocer el 9 de julio en un discurso que recuperó la movilizadora potencia del de la asunción. Después de aquella misión hondureña de la que no volvió igual a cuando partió, era natural que en Tucumán dijera: "Siento en lo más profundo de mi corazón y de mi cerebro....", "Tenemos que aprender y estar dispuestos a escuchar".
Al observar su temple para el protagonismo internacional uno descubre que esa coraza de la cual se vale para afrontar algunos de los temas de la realidad argentina, es absolutamente artificial e innecesaria. Probablemente haya descubierto que tampoco le sirve.
Los golpes benévolos contra los que alerta CFK no son algo distante en el tiempo ni en la geografía.
La presencia de Barak Obama en la Casa Blanca parece haber desatado una fiebre de golpes "modernos" o "benévolos" que siguen un mismo patrón: cuando un mandatario electo toma decisiones políticas o económicas antipáticas para los dueños del poder, el Congreso maniobra para buscar una salida "legal" y reinstaura, como si nada, el orden constitucional.
Los principales enfrentamientos políticos en la región siguen girando en torno de los modelos económicos, sólo que ahora están revestidos por un manto "democrático". Tanto, que hasta en las rupturas del orden institucional se esgrimen argumentos jurídicos y no ideológicos. A esto se suma el papel de la gran prensa internacional que busca desesperadamente justificar las asonadas en base a los porcentajes que asignan las
encuestas de popularidad a los derrocados.
Se trata de un golpìsmo de nuevo cuño alentado por los halcones republicanos que no están dispuestos a ceder un milímetro de poder en el continente que consideran su patio trasero. Más aún, han decidido usar ese patio para marcarle la cancha a Barak Obama.
La Presidenta no es ingenua y sabe que el "golpe benévolo" de Honduras no sólo esta dedicado a los latinoamericanos sino también a esmerilar la voluntad de Obama. EEUU nunca sufrió golpes de Estado en su propio territorio porque en Washington no hay embajada norteamericana y porque los golpes fueron reemplazados por magnicidios como el de John Kennedy o el asesinato de Martin Luther King.
De hecho, el secuestro del presidente Manuel Zelaya en Honduras guarda llamativas similitudes con el secuestro perpetrado en febrerode 2004 contra el presidente haitiano Jean Bertrand Aristide, un sacerdote salesiano que incomodaba a George W. Bush.No se trata solamente de coincidencias en el modus operandi, sino también en los protagonistas: el coronel Richard A. Juergens, que ahora está a cargo de la base militar norteamericana Soto Cano en Honduras, fue Director de Operaciones Especiales durante el secuestro deAristide.
Sería muy difícil creer que todas las agencias del gobierno de Estados Unidos son ajenas a la conspiración en un país en el que el jefe del Estado Mayor del ejército hondureño, general Romeo Vásquez, fue entrenado en la Escuela de las Américas de los EE.UU.
El carreteo que anunciaba el inminente despegue del Boeing interrumpió las confidencias de esa mujer amante de historias épicas, a la que no le gusta exponer su sensibilidad extrema, pero que, aquella noche, mientras hablaba de Honduras había sacado a la luz -casi sin quererlo-, las honduras de su propia alma.
Diario Miradas al Sur
12-JUL-2009