El aniversario de ese oscuro episodio de la Guerra Fría reavivó la polémica sobre si el alunizaje y la transmisión televisiva fueron reales o trucados. Lo cierto es que los doce astronautas que pisaron la Luna perdieron la chaveta en el espacio y se refugiaron en la religión, el misticismo o el alcohol
POR WALTER GOOBAR
wgoobar@miradasalsur.com
El 20 de julio de 1969 a las 02:56 GMT, el astronauta Neil Armstrong, posaba por primera vez su pie izquierdo sobre el polvo gris de la fría superficie lunar. "Es un paso pequeño para un hombre, pero un gran salto para la Humanidad", profetizó Armstrong que había viajado 380.000 kilómetros en poco más de 100 horas para pronunciar esa frase. Su compañero Edwin Aldrin, el segundo en pisarla Luna, 19 minutos después, definiría el paisaje como "una desolación magnífica". El tercero del trío, Michael Collins, se había quedado en el Módulo de Mando Columbia, a unos 110 kilómetros de la superficie lunar. La estadía de Armstrong duró algo más de dos horas, y un poco menos la de su colega, antes de que ambos retornaran a la cápsula con 22 kilos de piedra para estudios científicos. Aunque la escena fue observada por mil millones de espectadores de todo el planeta, la crónica de la llegada del hombre a la luna, sigue siendo un oscuro capítulo de la Guerra Fría que aún hoy conserva su aura de misterio y conspiración.
A raíz de la conmemoración del 40 aniversario, ha resurgido el mito del falso alunizaje. Es decir, la versión de que en realidad ningún astronauta llegó nunca a la Luna, sino que todo fue una monumental simulación hecha en un estudio cinematográfico. Sobre esto se han escrito ríos de tinta y ahora circulan por Internet torrentes de bytes. En un video colgado en You Tube, los ex secretarios de defensa Henry Kissinger y Donald Rumsfeld adnitieron que se montó la transmisión de una simulación del alunizaje bajo la supervisión del cineasta Stanley Kubrik, director de 2001 Odisea del Espacio.
Cuando al presidente Richard Nixon le dijeron
que las imagenes de la luna ivan a tardar horas en poder realizarse y además existía una alta probabilidad de que las cámaras no funcionasen en la luna, dijo que si no se podía ver en directo no servía de nada ir a la luna, que la gente no lo iba a apreciar.
Entonces fue cuando contrataron a Kubrik para relizar el falso alunizaje, explican Kissinger y Rumsfeld en el video.
Los escépticos insisten en que la Nasa montó
el alunizaje en un estudio, porque quería distraer a un público cansado del fracaso en la guerra de Vietnam, y porque sentía que debía vencer a la Unión Soviética en la carrera espacial. Esa transmisión fue "el espectáculo más caro que alguna vez le tocó pagar a un pueblo", han dicho sus críticos entre los que se cuenta el presidente Barak Obama que no va a participar de los festejos.
Además de las dudas sobre si el alunizaje realmente existió, un libro de reciente aparición en EEUU revela que los doce astronautas que alunizaron se convirtieron en lunáticos. Todos, sin excepción quedaron enb órbita. Algunos se volvieron místicos y fundaron organizaciones pseudo-religiosas, otros se escondieron, los menos se refugiaron en el alcohol y hasta hubo quién empezó a pintar cuadros con los mismos motivos espaciales.
LO QUE HAY QUE TENER
El escritor Tom Wolfe -que es uno de los referentes del nuevo periodismo norteamericano-, dedicó seis años a investigar en qué había consistido realmente la carrera espacial y quiénes eran los astronautas. En "Lo que hay que tener" publicado en 1979, Wolfe narra paso a paso el proceso de selección de esos tipos prescindibles a los que la NASA llamaba "carne ennlatada". El libro se centra en el duelo publicitario en que se convirtió la llamada "carrera espacial" y en esa maquinaria informativa que necesita héroes, símbolos e imágenes míticas.
Neil Armstrong, el primero en pisar la Luna, se niega a conceder entrevistas: "No me hagan ninguna pregunta y yo no les diré ninguna mentira", dijo en más de una ocasión. Una de las razones del silencio de Armstrong,es -según Smith-, porque su éxito se debió a la casualidad. Gus Grissom y Ed White -primeros estadounidenses en dar un paseo espacial-, tenían que ser los primeros en poner el pie en el satélite terrestre, pero murieron en el accidente del Apolo 1. Por eso, al llegar de los cielos, Armstrong buscó el anonimato. Se hizo profesor de Ingeniería Aerospacial en Cincinnati (hasta el año 79), y se metió en el mundo de los negocios.
EL DISCO DURO DE DIOS
Edgard Mitchell, el piloto del módulo lunar del Apolo 14, fue el que vivió el momento con más intensidad. Mitchell -un cerebro con dos licenciaturas de ciencias y un doctorado por el MIT-, sólo permaneció en la superficie 33 horas. Al volver, dejó la NASA y creó el Instituto de Ciencias Noéticas, nombrado así por la palabra derivada del griego que significa "de, relacionado con o basado en el intelecto", según detalla el autor. ¿Su objetivo? Reconciliar la ciencia y la religión y el punto donde se encuentran: la propia conciencia.
En la década de los 80 la organización de Mitchell dio un giro hacia el extremismo y fue cesado como presidente, aunque siguió vinculado a la organización. Actualmente afirma ser capaz de explicar los fenómenos paranormales, "lo oculto y el inconsciente colectivo de Jung; puede explicar las experiencias cercanas a la muerte y la telequinesia". Tal como resume Smith, la teoría de Mitchell para justificarlo todo es pensar que hay "un enorme disco duro en el cielo, al que nos podemos conectar, con el que podemos resonar, si sabemos cómo. Y ese disco duro es lo que hemos llamado Dios".
Como Mitchell, hubo dos astronautas más -James Irwin y Charlie Duke-, que sintieron la llamada del cielo. Irwin oyó a Dios, literalmente. Estaba recogiendo rocas cuando recibió la comunicación divina. Al volver, también abandonó la NASA y empezó su periplo por el mundo de la fe.
Fundó el ministerio de Vuelo Alto, una organización a través de la cual pretendía explicar su devoción. Un año más tarde -hacia 1972-, empezó otro proyecto imposible: la búsqueda del Arca de Noé. Murió en 1991.
El astronauta Charlie Duke, se retiró de la NASA en el año 1975 y se dedicó al negocio de la cerveza, y compuso canciones que él mismo describe como "de una especie de atmósfera country-and-western sobrenatural". Ac tualmente, regentea -junto a su mujer Dotty-, una iglesia de Texas.
Alan Bean -del Apolo 12-, cambió el traje espacial por los pinceles. El hombre siempre retrata escenas de las misiones Apolo donde, a veces, "mezcla fragmentos de una insignia o condecoración que llevó a la luna", detalla Smith.
Buzz Al drin, el que acompañó a Armstrong en el primer paseo lunar, no tuvo la suerte de encontrar el camino de la espiritualidad ni el arte. Se dedicó a la bebida antes de "lanzarse a proponer ideas espaciales extravagantes", como dice Smith. Lo cierto es que tras volver a tierra firme, tuvo que abandonar su carrera militar -pasar por un neuropsiquiátrico, y desarrolló miedo a dormir en la oscuridad.
Otro que no ha parado en su intento de volver a poner al hombre en el espacio ha sido John Young. Fue el único de este grupo selecto de hombres que permaneció ligado a la NASA.
Young fue el encargado de seleccionar a los tripulantes del fatídico Challenger que explotó en 1986.
Diario Miradas al Sur
19-JUL-2009