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EL LOBBY DEL GOLPISMO HONDUREÑO

Obama y los amigos de los Clinton

La ambigüedad y el doble juego de Washington frente al golpe cívico-militar en Honduras ha expuesto la creciente militarización y tercerización de la política exterior estadounidense

Por Walter Goobar
El hombre que esta semana celebró  su cumpleaños número 48 en la Casa Blanca, es una persona educada, formal y muy sociable. Le gusta abrazar y besar a amigos como Luiz Inacio "Lula" Da Silva, Cristina Fernández de Kirchner o Michelle Bachelet. También ha demostrado que sabe sonreír y saludar con diplomática cortesía a potenciales enemigos como el venezolano Hugo Chávez, el nicaragüense Daniel Ortega, el boliviano Evo Morales  y el ecuatoriano Rafael Correa.
Más allá de los gestos, Obama no es el verDadero hacedor de la política exterior norteamericana, sino que esa tarea está en manos de Hillary Clinton,  quien hasta su nombramiento como secretaria de Estado fue una encarnizada rival  que expresaba los intereses de la vertiente más conservadora del partido de su actual jefe.
La ambigüedad y el doble juego de Washington
frente al golpe en Honduras revela que la secretaria de Estado de Obama quiere dos cosas. Por un lado, preservar el orden constitucional en los países de la región. Por el otro, frenar la expansión del chavismo, pero si hay que elegir, lo segundo es más prioritario que lo primero.
Ni Obama ni Hillary pueden apoyar públicamente un golpe de Estado en el continente, pero el caso hondureño revela que -bajo determinadas circunstancias, tomando las precauciones del caso-, todas las opciones vuelven a estar sobre la mesa.
Pareciera que los lobbistas que tienen una posición privilegiada en Washington son los que están forjando la tercerizada y militarista  política exterior estadounidense.
De hecho, dos importantes asesores de Hillary y Bill Clinton trabajan activamente para lograr el reconocimiento del golpe cívico-militar hondureño encabezado por Roberto Micheletti.
Uno de los personajes vinculados al gobierno de Clinton y al golpe hondureño es Bennet Ratcliff,, que ofició de asesor principal  del presidente de facto  durante las fallidas  negociaciones de Costa Rica.
Nadie ha desmentido al diario The New York Times que informó que el golpista Micheletti  no hacía ningún movimiento sin consultar antes a Bennett Ratcliff, un experto en relaciones públicas, socio de la agencia Vander Ark/Ratcliff, radicado en California.
Según la biografía que figura en la página web de su empresa, Ratcliff diseñó "anuncios de televisión y radio para las campañas del Presidente Bill Clinton de 1992 y 1996". Otra socia de la empresa, Melissa Ratcliff, "trabajó como estratega de comunicaciones para la Casa Blanca durante el gobierno de Clinton". Su empresa promete "acceso a autoridades clave y personas influyentes".
El otro lobbista destacado es Lanny Davis, el consultor que asesoró a Bill Clinton durante el escándalo provocado por su relación con Mónica Lewinsky. Más recientemente, Davis fue el más virulento consejero de Hillary Clinton en la lucha contra Obama en la feróz interna demócrata y ahora es asesor de la oligarquía golpista nucleada en el Consejo de Empresarios de América Latina (CEAL). .
Durante la campaña presidencial de Hillary Clinton, Davis repitió una y otra vez la afirmación de que Obama no sería capaz de manejar una crisis "si lo llamaban a las 3 de la madrugada". Por eso no es extraño que el depuesto  Manuel Zelaya haya sido secuestrado en la medianoche y trasladado en piyama a Costa Rica.
De hecho, el secuestro de Zelaya en Honduras guarda llamativas similitudes con el secuestro perpetrado en febrero de 2004 contra el presidente haitiano Jean Bertrand Aristide, un sacerdote salesiano que incomodaba a George W. Bush. No se trata solamente de coincidencias en el modus operandi, sino también en los protagonistas: el coronel Richard A. Juergens, que ahora está a cargo de la base militar norteamericana Soto Cano en Honduras, fue Director de Operaciones Especiales durante el secuestro de Aristide.
El golpe hondureño yambién  tiene el apoyo de un grupo de legisladores demócratas neoconservadores que opera a través del estudio de abogados Covington & Burling. Esta importante empresa jurídica que emplea a más de 500 abogados en Washington ha cerrado jugosos contratos de lobby con Chiquita Brands, la sucesora de  United Fruit Company, la empresa que se especializó en derrocar gobiernos molestos como el de Zelaya que se atrevió a aumentar en un 60 por ciento el salario mínimo de 170 dólares de los trabajadores hondureños.
Otro destacado lobbista del golpe hondureño es Roger Noriega que fue Subsecretario de Estado para América Latina durante el gobierno de George W. Bush y es ex asistente del Senador Jesse Helms. Noriega fue contratado para hacer lobby a favor del golpe por la Asociación Hondureña de Maquiladoras, propietarios de fábricas que exportan productos, principalmente a Estados Unidos, y pagan salarios muy bajos. En ese sentido, tanto Noriega como Ratcliff y Davis representan los intereses empresariales que se perjudicaron con el ingreso de Honduras a la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba) y con el alejamiento del Tratado de Libre Comerercio para América Central.
La galería de personajes cercanos al golpe insinúa que este puede tener un doble objetivo. Por una parte, frenar la supuesta chavización del continente, por otra frenar los intentos de distensión de Obama  con América Latina y con Cuba misma y tiene la firma de la derecha conservadora y militarista  estadunidense, tanto del Partido Demócrata, como Hillary Clinton y su clan, como republicana que mantiene estrechos lazos  con los autonomistas bolivianos, los magnates bananeros de Guatemala y Ecuador, los oviedistas paraguayos, los discípulos de D'Aubisson en El Salvador, los ex contras nicaragüenses y los fedecamaristas venezolanos.
Hay quienes van más allá y piensan que el golpe hondureño es  un golpe sin Obama y contra Obama, pero la instalación de bases militares norteamericanas  en Colombia desmiente esa tésis benévolas.
La nueva política internacional se expresa en la división del mundo en zonas que coinciden con los límites estratégicos de los Comandos. Hay un Comando para cada zona y, a veces, sus jefes, militares, tienen más influencia en Washington, que los canales diplomáticos a través del Departamento de Estado.  En ese sentido,  Obama también ha demostrado que está dispuesto a premiar a los aliados incondicionales como el colombiano Alvaro  Uribe y el peruano Alan García para instalar bases militares que permitan controlar cualquier proceso futuro de bolivarianismo o independencia real en la región. Y Obama lo hace con la misma displicencia con la que nos regala la retirada de Irak.
Diario Miradas al Sur
09-AGO-2009
 

 

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