La Cumbre de presidentes de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), convocada para fin de este mes en Bariloche, para discutir la polémica instalación de bases militares en Colombia, será una prueba de fuego para el propio organismo.
Por Walter Goobar, desde Quito
La Cumbre de presidentes de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), convocada para fin de este mes en Bariloche, para discutir la polémica instalación de bases militares en Colombia, será una prueba de fuego para el propio organismo. Si bien, hasta ahora, la Unasur ha contribuido a resolver varias crisis regionales, como la masacre de Pando en Bolivia o el deliberado bombardeo colombiano contra un campamento de las Farc en Ecuador, la escalada de tensión suscitada en la región con el despliegue militar estadounidense en Colombia, hará que los países miembros tengan que mirarse a sí mismos, frente al espejo, de manera descarnada y dramática.
La Unasur ha conseguido hasta ahora elevarse como un proceso innovador en el marco de la integración regional llevada adelante por los procesos de la Cumbre Andina de Naciones (CAN) y del Mercosur. A causa, del considerable éxito en su rápido y reciente desarrollo, la Unasur no deja de generar numerosas incertidumbres sobre sus alcances, sus objetivos y su relación con los procesos de integración existentes en la región. En ese sentido, la cuestión fundamental que subyace es si la Unión de Naciones Sudamericanas logrará finalmente superar las dificultades que han obstaculizado históricamente los procesos de integración.
Conformada por 12 países sudamericanos, excluida la Guyana Francesa, la Unasur se desarrolla en el marco de dos procesos de integración arraigados en la región: la Comunidad Andina y el Mercado Común del Sur. Sin embargo, los objetivos de la Unasur se presentan como superadores. En la Declaración de Cochabamba del 2006 se señala que "este nuevo modelo de integración comprende el ámbito comercial y una articulación económica y productiva más amplia, así como nuevas formas de cooperación política, social y cultural, tanto públicas y privadas, como de otras formas de organización de la sociedad civil. Se trata de una integración innovadora que incluya todos los logros y lo avanzado por los procesos del Mercosur y la CAN". Así, por primera vez se define en la región un proyecto de integración basado en otros aspectos, distintos al comercial y al económico.
Pero ahora la fractura generada en la región a partir de la decisión colombiana de permitir la instalación de siete bases militares estadounidenses –que son percibidas como una escalada belicista dirigida, en primer término contra Venezuela, pero en última instancia contra cada uno de los países miembro–, ha obligado a la realización de esta Cumbre de emergencia surgida a partir de una iniciativa de Cristina Fernández durante el cierre de la Cumbre de Quito clausurada el lunes.
La Cumbre de Quito demostró que Unasur concibe la integración desde una perspectiva amplia, basándola en diversos ejes y con el acento puesto en lograr la consolidación de una identidad sudamericana. A simple vista y sin casi ningún análisis esto se perfila ya como ambicioso.
Por otro lado, no hay que olvidar que la integración latinoamericana enfrentó y enfrenta dos flagelos que la marcaron profundamente y que llegaron incluso a provocar su parálisis en la década de 1970: la asimetría entre los países (y al interior de éstos) y la fragmentación entre ellos.
En este marco, el bloque pretende superar la fragmentación (única dinámica viable para la integración encontrada hasta ahora, alentada a través de los Acuerdos de Alcance Parcial de la ALADI) en base a una unión a nivel sudamericano fuertemente impulsada por la voluntad política. Existe un consenso generalizado entre los líderes de la región en apostar al futuro de la Unasur y ésta es la clave para su incipiente éxito. Sin embargo, a pesar del histórico logro que el consenso político alcanzado implica, éste no lo es todo en un proceso de integración. Asi lo demuestra ahora esta crisis surgida en el plano de la geopolítica y la concepción de la defensa. "Soplan vientos de guerra en la región", advirtió este lunes enQuito el presidente venezolano Hugo Chavez.
El bolivariano percibe, con sobradas razones, que Washington viene por su cabeza y que la instalacion de bases militares, sumada a la creciente presencia de la Cuarta Flota del Comando Sur y el reciente golpe hondureño, constituyen una maniobra de pinzas destinada a acabar con su gobierno. En ese sentido, la maniobra de despliegue estadounidense es similar a la ensayada durante los ‘80 desde Honduras, para acabar con la Nicaragua sandinista.
El proyecto intervencionista estadounidense es innegable. Más allá de que tenga perspectivas de éxito o no, es indudable que provocará una carrera armamentista y la vuelta de la resolución de conflictos por la vía armada, fórmula que había sido prácticamente desterrada en la región.
Estos son algunos de los temas pendientes en las agendas de los ministros de Defensa del bloque regional que se reunirán en Quito el próximo 24 de agosto. A esto se suma una iniciativa del presidente brasileño proponiendo interpelar a su colega estadounidense Barack Obama, para que aclare cómo se conjugan sus declaradas intenciones de iniciar una nueva etapa en las relaciones con la región, con la instalación de bases militares. En eses sentido,Lula habla sin eufemismos de un doble discurso por parte de Washington.
Es difícil concebir un futuro exitoso para la Unasur sin instituciones supranacionales que quiten protagonismo a las decisiones políticas que suelen entorpecer la fluidez en la toma de decisiones. El caso de las bases militares es un claro ejemplo, pero hay otras áreas igualmente polémicas, como el de una moneda única para las transacciones que le quite al dólar el lugar privilegiado que conserva y que cuestiona el nuevo presidente de la Unasur, el ecuatoriano Rafael Correa.En varios temas, la clave está en decidir si lo que se pretende alcanzar es realmente posible sin un abandono paulatino del intergubernamentalismo en las instituciones de la Unión.
En suma, un mayor grado de supranacionalidad no sólo contribuiría sino que probablemente se torne pronto indispensable para hacer frente de manera exitosa a los nuevos retos que enfrenta la integración. Diario Buenos Aires Económico
12-AGO-2009