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MACRI ENTRE DOS FUEGOS

Montenegro en su laberinto

A las denuncias por irregularidades en la compra de equipos se suma una sorda interna en la Metropolitana. el papel del misterioso Gustavo Morón. En su renuncia, Palacios se describe como ajeno a todos los escándalos que han rodeado las compras de armas, uniformes, y vehículos.

Por Ricardo Ragendorfer y Walter Goobar
Durante la tarde del 14 de septiembre, el subsecretario de Seguridad Urbana, Matías Molinaro, irrumpió en el despacho del ministro Guillermo Montenegro con una novedad: el propio Mauricio Macri había decidido el relevo del jefe de la Dirección General de Custodia y Seguridad de Bienes del Gobierno de la Ciudad, Alejandro Luis Nóbile. Sin salir de su asombro, el ex juez federal le comunicó la noticia al interesado, quien no ocultó su desazón.
–Quedate tranquilo. Ya mismo voy a hablar con Mauricio– dijo, entonces, Montenegro, antes de partir con premura hacia la sede gubernamental de Avenida de Mayo.   
El funcionario había comprendido que la eyección de su colaborador era un coletazo de la crisis desatada por la renuncia del comisario Jorge Palacios en la Policía Metropolitana. Y no le sorprendió que Molinaro fuera precisamente el portador de semejante anuncio. En parte, porque era conciente de que el líder del PRO siente una clara predilección por él, al punto de haberlo convertido –dado que el trato entre Macri y Montenegro no pasa por su mejor momento– en el nexo entre la jefatura de Gobierno y el Ministerio de Seguridad. Lo cierto es que el titular de esa cartera digirió tal circunstancia no sin una dosis de rencor.
Al fin y al cabo, Molinero había llegado a la función pública nada menos que de su mano, tras haber sido su secretario y hombre de confianza en el Juzgado Federal N° 7. Sin embargo, la relación entre ellos se fue enfriando. Montenegro cree advertir en Molinaro la intención de esmerilar su poder. Y éste percibe que el otro no lo toma en cuenta ni en sus decisiones más simples. La tirantez de esa situación habría lanzado a Molinaro hacia la búsqueda de nuevos horizontes. Y –según dicen– hasta tanteó a Horacio Rodríguez Larreta para negociar su pase al equipo con el que Diego Santilli organizará el nuevo Ministerio de Transporte. Pero Macri y el jefe de Gabinete le ordenaron quedarse en su puesto. Y con una misión crucial: ejercer una suerte de comisariato político sobre Montenegro. 
Ahora, mientras el ministro se dirigía a su encuentro con el heredero de Franco, quizás cavilara acerca del vidrioso escenario político en el que transcurre su gestión; sus tópicos: la catarata de denuncias sobre supuestas irregularidades en compras de equipos para la Metropolitana y la incomodidad de poner en marcha una fuerza policial cuya cúpula aún responde al jefe depuesto. A ello, claro, se le acababa de agregar el desplazamiento de Nóbile, hecho en el que Montenegro olía la influencia de Molinero. Y es posible que esa presunción lo llevara a evocar su último diálogo con el Fino Palacios.
Fue durante la mañana del 24 de agosto, cuando –acorralado por el inminente procesamiento del comisario en la causa Amia– lo citó en su oficina para pedirle la renuncia. La reacción de Palacios fue preocupante. Primero enrojeció; luego, entornó los párpados con un dejo de furia, y dijo:
–Te estás equivocando, Gordo…
Así es como él llamaba al ministro.
Éste puso cara de póker.
Y tras una pausa, el Fino agregó:
–Tengo el apoyo de Mauricio.
La réplica de Montenegro fue:
–Es Mauricio, justamente, el que pide tu renuncia.
Nunca antes lo había tuteado.
En este punto, la conversación adquirió una inocultable rispidez. Y Palacios, ya alzando la voz, le recordó a su interlocutor que una de sus últimas resoluciones como magistrado –a semanas de sumarse al gabinete de Macri– consistió en archivar una causa en la que está implicado el empresario de la construcción Ángelo Calcaterra, nada menos que primo de Mauricio. Y, finalmente, amenazó con revelar presuntos pedidos de dinero a las agencias de seguridad por parte de Molinero. 
Montenegro se puso pálido.
Dicho diálogo fue reproducido por Miradas al Sur en su edición del 30 de agosto, lo que habría causado cierto malestar en las altas esferas del Gobierno porteño. A partir de entonces –según se rumorea en los pasillos oficiales– las visitas de Molinero al despacho de Macri se hicieron más frecuentes. Y con un propósito preciso: determinar el origen de la filtración periodística sobre el encuentro entre Montenegro y Palacios. En ese contexto comenzó a sonar –erróneamente– el nombre de Nóbile. Aunque, desde luego, éste también era el fusible ideal para atajar un posible escándalo en caso de que la acusación esgrimida por el Fino fuera cierta.
De hecho, la relación institucional con las empresas de seguridad está bajo la órbita de Molinero, quien recientemente adquirió una módica celebridad por su cruzada a favor de las llamadas fotomultas. Tanto es así que una de las dependencias bajo su órbita es la Dirección de Seguridad Privada –a cargo del ex agente de la Side, Jorge Silva–, que se encarga de otorgar licencias y permisos a las agencias del ramo. Otra es la Dirección de Custodia y Seguridad de Bienes, una de cuyas tareas es la de contratar la vigilancia de los edificios pertenecientes al Gobierno porteño. Al frente de la misma estaba Nóbile. 
Se trata de un comisario retirado de la Federal que llegó al Ministerio por recomendación del ex ministro menemista Carlos Corach, de quien fue custodio en los primeros años de la década pasada. Después fue nombrado jefe de la delegación local de Interpol. Su último destino fue la jefatura de la Dirección de Lucha Contra el Crimen Organizado. Y fue jubilado en diciembre 2005, durante una purga que incluyó a otros 25 jerarcas de la fuerza; entre ellos, el comisario general Alberto Solá, quien encabezaba una línea interna opuesta a la del Fino. Nóbile formó parte de la misma. Y esa añeja rivalidad había vuelto a reverdecer en el marco de la gestión macrista. Aunque sin consecuencias adversas para él, puesto que el ministro lo sostuvo con ahínco en virtud de la confianza que le tiene. Por esa razón, el relevo de Nóbile fue un duro golpe para Montenegro.
Aún así, mientras éste esperaba a que Macri lo atendiera, seguramente suponía estar a tiempo de revertir la situación. Pero al entrar al despacho del jefe de Gobierno, tal creencia de golpe se le disipó. Y en ello hubo una razón de peso: sentado frente a Mauricio estaba nada menos que el Fino Palacios.
La carta secreta. Ya se sabe que Macri anunció el paso al costado de Palacios durante la tarde del martes 25 de agosto. Horas antes, obligado por las circunstancias, éste había redactado los motivos de su renuncia en dos versiones epistolares; una para el jefe de Gobierno y otra para el ministro de Seguridad. Ambas cartas tenían una pequeña diferencia. Y debido a las graves afirmaciones que el jefe policial saliente consignaba en las mismas, tales escritos se convirtieron en un verdadero secreto de Estado. Sin embargo, Miradas al Sur accedió a algunos detalles de éstas.
La que tuvo a Mauricio como destinatario resume el alicaído ánimo del comisario con las siguientes palabras: “No aguanto más, porque esto es una cueva de ladrones” . En cambio, la versión recibida por Montenegro agrega cuatro nombres a ese mismo concepto:   Víctor Sarnaglia,Gustavo Darío Morón, Beatriz López Mardaras y una consultora externa, cuya identidad no trascendió.
En rigor, el primero de los señalados por el Fino ya  no forma parte del Ministerio. Se trata de un comisario santafecino que fue echado de la policía provincial luego de que un narco paraguayo se escapara caminando de una dependencia bajo su mando. Originalmente, fue el candidato de Montenegro para encabezar la Metropolitana. Incluso se dice que el ministro lo había apalabrado en tal sentido. Claro que, a principios de este año, el desembarco de Palacios abortó su ascenso a la cúspide. Finalmente, en abril regresó a su tierra natal.
En cambio, sobre la figura de Morón parece estar depositada la ira del Fino. Lo cierto es que este contador de 58 años es un viejo conocido suyo, dado que  durante los años de la dictadura prestó servicios en el Departamento de Asuntos políticos de la temible Superintendencia de Seguridad Federal en calidad de agente civil de Inteligencia. Con excelentes contactos políticos y un pasado no muy lejano como auditor de la Anses y de la Superintendencia de Riesgos de Trabajo, sería convocado por Montenegro en los albores de su gestión en calidad de gerenciador del Plan Integral de Seguridad. La relación entre ellos es muy estrecha, al punto de que sus casas –sobre la calle Montevideo, de San Isidro– sólo están separadas por una medianera.
En la actualidad, su cargo es sólo el de auditor externo de la Policía Metropolitana. No obstante, habría articulado una red con gente de su confianza en áreas claves del Ministerio. Al respecto, la titular de la Dirección Técnica, Administrativa y Legal de esa cartera, Beatriz López Madaras –según la misiva de Palacios– formaría parte de la misma. Por cierto, ella también había recalado a comienzos de la década en Riesgos de Trabajo. Según una fuente cercana al al ex jefe de la Metropolitana, semejante dream team se completaría con el director de Presupuesto, Horacio Landró, y la auditora interna, María Estela Moreno, quien por otra parte es prima de Morón.
En su renuncia, Palacios se describe como ajeno a todos los escándalos que han rodeado las compras de armas, uniformes, y vehículos. Y alega que la totalidad de las controvertidas compras que ahora están bajo la lupa de la Justicia son previas a su llegada. Lo cierto es que sin licitar y en sólo los últimos dos meses –lapso en el que el Fino sí estuvo en funciones– Macri gastó unos 120 millones de pesos en pactos comerciales directos con empresas amigas, las que ni siquiera estaban registradas como proveedores. Todo el equipamiento de la Metropolitana ha sido adquirido sin licitación y con notables sobreprecios.
“Cuando uno compara las sumas que se pagaron por los uniformes de la policía con los de la Guardia Urbana que fueron comprados dos meses antes por  licitación, se encuentra con que las diferencias llegan a un 180 por ciento más caro que el uniforme que se compró de manera irregular para la Policía Metropolitana”, afirmó a Miradas al Sur el legislador Eduardo Epszteyn, de Diálogo por Buenos Aires.
 Macri flexibilizó los mecanismos para compras a través del decreto 329/0, que no aparece publicado en la web del Gobierno porteño. Este decreto que estaba pensado como una herramienta de uso excepcional se ha transformado en moneda corriente para gestión del PRO de la Ciudad.
El Ministerio de Seguridad lidera el ranking del despilfarro: en julio contrató –sin licitar– servicios por seguridad privada de uso interministerial (escuelas, hospitales, eventos) por más de 6 millones de pesos. Tal gasto, que se repite todos los meses, no es una emergencia ni una excepción, por lo que debería estar sometido a un proceso licitatorio.
Con ese mismo decreto de urgencia, Montenegro, autorizó el 19 de junio la compra “urgente” de 15 motos Honda y 15 patrulleros Chevrolet Meriva que costaron 990 mil pesos. Ello ha derivado en una denuncia penal efectuada por el abogado Ricardo Monner Sans. Éste señala que ambas compras se habrían desdoblado para eludir los mecanismos de control previstos para contrataciones de más de un millón de pesos: las motos costaron 992.243 y los patrulleros, 995.700 pesos. 
El 22 de julio, Montenegro aprobó otra compra urgente –esta vez–,  de ropa para 600 agentes de la Policía Metropolitana por 935.400 pesos. El beneficiario de esa orden de compra es Alberto Kanoore Edul, un empresario textil sospechado de estar vinculado al atentado a la Amia y de haber sido protegido por Palacios. Sin embargo –tal como el Fino suele justificarse ante sus allegados–, Kanoore Edul ya venía proveyendo a otras dependencias del Gobierno de la Ciudad, desde antes de su llegada.
 Por último, Montenegro compró 850 armas por cuatro millones de pesos a la única empresa que provee las Beretta PX4 Storm con mira nocturna. Según Palacios, en tal operación habría incidido en su momento el comisario Sarnaglia. Pero lo cierto es que la misma se concretó el 27 de julio cuando el Fino ya era el hombre fuerte de la Metropolitana.
Por su parte –y cuando aún el “hartazgo moral” del Palacios no había tomado estado público– Montenegro salió al cruce de la misma en una entrevista publicada el 29 de agosto por el diario Perfil.
“El Fino no nos puede denunciar por nada, porque él estaba al tanto de todo; de cada compra, de los autos, de las armas y de todas las evaluaciones.”
Esas fueron sus exactas palabras.
En resumidas cuentas, la interna ministerial es cada vez más alarmante. En la cúpula de la Metropolitana, con el comisario Osvaldo Chamorro a la cabeza, anidan los delfines de Palacios. En tanto que las divisiones de Asuntos Internos y Externos –con Morón como bastonero– resaltan la presencias de hombres de inteligencia como Carlos Mizurelli y Miguel Mazzeo –cuñado de Morón–, un presunto ex represor de la SSF que en los setenta –según el testimonio de antiguos estudiantes– habría estado infiltrado en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) de la facultad de Derecho.
Lo que se dice, un historial demasiado espeso para una fuerza policial que aún no está en la calle.
Diario Miradas al Sur
27-09-2009
 

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