Ciro James solía concurrir al ministerio de Montenegro, tal como lo registraron las cámaras de seguridad. Esto tira por tierra las explicaciones de Mauricio Macri. Miradas al Sur accedió en exclusiva a estas imágenes que levantarán un huracán días antes de que el ministro Narodowski preste su declaración indagatoria.
Por Ricardo Ragendorfer y Walter Goobar
Eran casi las 18 horas del pasado 14 de septiembre, cuando un sujeto vestido con traje oscuro ingresó al Ministerio de Seguridad porteño, ubicado en el barrio de Barracas. Poco después, ya en el cuarto piso, entraría al despacho del segundo en jerarquía de la aún latente Policía Metropolitana, comisario Roberto Ontiveros. El recién llegado se movía allí con familiaridad; no era otro que el hoy famoso espía, Ciro Gerardo James. Para recibirlo, acudiría a esa misma oficina el jefe máximo de esa fuerza, Osvaldo Chamorro. Exactamente a los 45 minutos se los vio a ambos salir. El jerarca policial, entonces, haría una breve escala en el cubículo del superintendente de Personal, Eduardo Orueta, antes de dirigirse con James hacia su propio despacho. Allí departirían hasta las 19.05; en ese instante, Chamorro y James retornaron a lo de Ontiveros. El ex agente de Inteligencia de la Federal permaneció en ese lugar hasta las 19.42. Minutos después, se retiraría del edificio por el portón principal.
Dicen que una imagen vale más que mil justificaciones. De hecho, la cronología descripta se desprende del registro visual grabado por las cámaras de seguridad del vigiladísimo Ministerio, a una de cuyas copias Miradas al Sur accedió en forma exclusiva. Esas son justamente las capturas de video que “Montenegro y (Mariano) Narodowski no pueden explicar”, deslizó la fuente del Gobierno porteño que entregó a este medio los videos de Macrigate.
Ese mismo lunes, en otro pasillo había sucedido algo que todos los nombrados comentaron no sin un dejo de sorna. Poco antes de la llegada de James, el subsecretario Matías Molinero irrumpió en la oficina de Montenegro con una novedad: el propio Mauricio Macri había decidido el relevo del jefe de la Dirección General de Custodia y Seguridad de Bienes del Gobierno, Alejandro Luis Nóbile. Sin salir de su asombro, el ex juez federal le comunicó la noticia al interesado, quien no ocultó su desazón.
–Quedate tranquilo. Ya mismo voy a hablar con Mauricio– dijo, entonces, Montenegro, antes de partir con premura hacia la sede gubernamental de Bolívar 1.
El funcionario había comprendido que la eyección de su colaborador era un coletazo de la crisis desatada por la renuncia de Jorge Palacios, ocurrida el 24 de agosto. Aún así, mientras esperaba a que Macri lo atendiera, seguramente supuso estar a tiempo de revertir la situación. Pero al entrar al despacho del jefe de Gobierno, tal creencia se le disipó. Y en ello hubo una razón de peso: sentado frente a Mauricio estaba nada menos que el Fino Palacios.
El 21 de septiembre –siete días después de aquella visita de James que fue documentada por las cámaras del Ministerio– se activó la pinchadura al teléfono de uno de los más enconados enemigos de Palacios: el dirigente de los familiares de la Amia, Sergio Burstein. Al día siguiente, un llamado anónimo alertó a su hija acerca de esa pinchadura. A partir de entonces, comenzaría a destejerse la madeja del espionaje municipal. Aún así, el topo James seguía asesorando al Ministerio de Educación y se paseaba con soltura por las oficinas de la cartera de Seguridad en la que –según Montenegro– “nunca estuvo contratado”.
Tanto es así que, durante el atardecer del 28 de septiembre, la silueta achaparrada de James volvió a dejarse caer en el cuarto piso del edificio de Barracas. Todo indica que éste no tenía idea alguna de que sus trapisondas telefónicas ya estaban bajo la lupa judicial. Por cierto, las imágenes tomadas por cámaras de vigilancia del ministerio lo muestran alegre y distendido. Vestía el mismo traje, pero esta vez un portafolios le colgaba de una mano. Primero mantuvo una reunión de trabajo en el despacho de Chamorro. Lo dicho en aquella ocasión es, claro, un enigma, pero no se puede descartar que mencionaran las pinchaduras en curso: la del ya nombrado Burstein, la del yerno del empresario Carlos Ávila (efectuada entre marzo y octubre) y la de un tal Víctor Rolón (efectuada entre agosto y septiembre). James y Chamorro permanecieron en la oficina de este último hasta las 17.53. Ambos entonces saldrían al pasillo. La cámara no mostraba a un jefe policial y a un aspirante, sino a dos camaradas de armas. O de micrófonos. Luego, tomados del brazo, ingresaron al cubículo de Ontiveros. Segundos después, se uniría a esa ronda de cófrades el comisario Orueta. Once minutos más tarde, Chamorro y James regresan a la oficina del jefe. Y a las 18.11, el espía fue por última vez a lo de Ontiveros, quien, al final, lo despidió con un caluroso abrazo. Dos minutos después, la cámara de seguridad instalada en el hall del edificio registraría la salida de James. Lucía sonriente. Seguramente no imaginaba haber ya iniciado su trayecto hacia la desgracia.
Al día siguiente, retiró de la sede de Observaciones Judiciales de la Side las escuchas telefónicas de Burstein, que jamás llegaron al juzgado de Misiones, el cual en teoría las había encargado. Pero 24 horas después, él sí emprendería un viaje a Posadas. Lo acompañaba nada menos que Jorge Senarruza, un ex agente del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército durante la dictadura. Juntos visitaron el cuestionado juzgado misionero en compañía del policía local Diego Guarda. Sería su último viaje al paraíso de la tierra colorada. Al regresar a la capital fue detenido.
El procesamiento del defenestrado Fino Palacios por el encubrimiento al atentado a la Amia –anunciado el 1 de octubre– y el arresto del James, ocurrido cuatro días más tarde, provocó un efecto dominó en el Gobierno de la Ciudad. A partir de ese instante, el jefe de Gobierno, secundado por Montenegro y Narodowski, convirtieron a la justificación en una política de Estado. Y no sin salir escaldados.
Al respecto, el 24 de octubre, en ocasión de la tensa visita que ambos ministros realizaron en la Legislatura, el diputado ibarrista Eduardo Epsztein le disparó a Narodowski:
–Como argentino y judío, usted debería sentir vergüenza frente a sus antepasados.
Por respuesta, el ministro guardó un incómodo silencio.
Ahora Narodowski tiene el dudoso honor de haberse convertido en el primer integrante del gabinete de la Ciudad en ser citado a una indagatoria penal. Su suerte quedará sellada el próximo miércoles, cuando se presente ante Oyarbide. Allí deberá explicar el modo en que James fue contratado en la cartera a su cargo. Ese conchabo fue inmediatamente posterior a la pinchadura realizada sobre el teléfono de Néstor Daniel Leonardo, el cuñado manosanta de Macri. Tal vez dicho contrato haya sido la recompensa recibida por semejante servicio. En el testimonio del funcionario –un ex militante comunista devenido en pedagogo neoliberal– podría estar la clave del asunto. En ese caso, Montenegro y el jefe de ambos, Mauricio Macri, serán los próximos indagados.
Diario Miradas al Sur
06-12-2009