Entrar militarmente en Yemen sería mucho peor de lo que ha sido Irak e infinitamente más difícil de lo que está siendo Afganistán. Plantearse, por mínima que fuera, una presencia militar extranjera en Yemen sería, cuando menos, un gran error.
Por Walter Goobar
Desde que Omar Faruk Abdulmutalab -el chico nigeriano de 23 años que estudió en Londres y en Dubai-, intentó hacer estallar un avión lleno de pasajeros el día de Navidad, la Republica Árabe del Yemen, el país más pobre del Medio Oriente,tiembla ante la posibilidad de una tercera intervención en la región. Entrar militarmente en Yemen sería mucho peor de lo que ha sido Irak e infinitamente más difícil de lo que está siendo Afganistán. Plantearse, por mínima que fuera, una presencia militar extranjera en Yemen sería, cuando menos, un gran error.
Una vez más, sólo cuando intereses estadounidenses u occidentales son amenazados, la opinión pública internacional consiente un momento, en abrir los ojos, sobre estados y pueblos marginados y olvidados.
La historia del Yemen, de sus esclavos, de sus especias, de su oro y de su legendaria reina de Saba es la más rica de la Península Arábiga. Saná es la capital árabe más bella del mundo. Los romanos la apodaron Arabia Félix, la Arabia Feliz, y el emperador Augusto quiso quedársela. Los otomanos convirtieron el norte en una joya plagada de castillos.
A partir de 1995, el Yemen empieza a tener en cuenta las directrices del FMI y del Banco Mundial. Como ha ocurrido tambien con el coronel Mohamar Kadafi de Libia, el presidente de Yemen Ali Abdullah Saleh optó por las buenas relaciones con los EE.UU. Pero su política de lucha contra el terrorismo es impopular por sus métodos de sectaria represión, y ha ahondado las divisiones internas del país.
Ya hace cinco años de que en las montañas negras de Saada estalló la rebelión de los zaydistas, una guerra olvidada. La comunidad zaydita es una rama de los musulmanes chiítas en las abruptas regiones del norte que aspira a restablecer el antiguo imanato, establecido en el año 888 de Nuestra Era, y desmantelado y derrotado cuando se proclamó la República del Yemen.
Si bien el estado es de mayoría suníta, la zona del norte está habitada sobre todo por chiitas. La rebelión comenzó en 2004, cuando los EE.UU. pidieron a Saleh que arrestase a su líder Al Hatahui, que fomentaba la hostilidad contra la administración estadounidense. Con su asesinato, la revuelta, en la que ya han perecido diez mil combatientes, se intensificó. En los pasados meses, esta guerra olvidada a penas despertó interés en las naciones de Occiddente, pese a sus encarnizadas luchas en la frontera saudíta.
Con las acciones de Al Qaeda, el Yemen corre el peligro de convertirse en otro Afganistán, en una estratégica zona, que incluye el Cuerno de Africa, con la caótica Somalia.
Para Al Qaeda, la topografía montañosa del norte, su tribalismo y la profusión de las armas, convierten el Yemen en una base privilegiada.
En toda la península arábiga, EEUU- y sobre todo su Ejército- es visto con enorme sospecha. Es un sentimiento generalizado en los siete países de Arabia, la tierra sagrada del islam. Da igual que sean ricos o pobres, educados o no.
La acción de Al Qaeda en el Yemen, antigua patria de la familia Bin Laden antes de que se estableciese, con éxito, en esa dictadura protegida por EEUU, empezó en el año 2000 con el ataque al navío nortemericano Cole, en el que perecieron diecisiete marines, y dos años más tarde con otra agresión a un petrolero francés. Como respuesta, la administración de los EE.UU. mató a un lider de Al Qaeda, lanzando un cohete sobre una posición en el desierto de Marib.
Para muchos yemenítas, el atentado frustrado de Omar Faruk Abdulmutallab es su particular venganza por esa incursión estadounidense en la que murieron 60 personas (28 de ellas niños).
La biografía de Faruk y la de Osama Bin Laden tienen algunos paralelismos llamativos. no sólo porque ambos son hijos de millonarios, sino también por su relación con Yemen. El jóven Osama pasaba sus vacaciones en un palacio de cinco pisos que la familia construyó en la aldea desde donde el padre de Osama -un albañil semianalfabeto-, emigró a Arabia Saudita donde se convirtió en el constructor de la famila real.
Desde su inexplicable fuga de las montañas de Afganistán -donde supuestamente estaba rodeado-, los servicios de inteligencia occidentales aseguraron que el líder de Al Qaeda se escondía en la misteriosa e inaccsesible región de Al-Assir que bordea la frontera entre Yemen y penetra en una apartada región de Arabia Saudita, conocida como la Zona Vacía. Además de que Yemen es la cuna de la familia Bin Laden, seis de los 19 suicidas sauditas que perpetraron los atentados del 11 de setiembre, provienían de esa misma región.
Diario Miradas al Sur
09-01-2010