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FÉLIX LUNA HACE UN “MEA CULPA” POR EL GOLPE CONTRA ARTURO ILLIA

El primer arrepentido de la historia

“Me arrepiento de haber sido uno de los argentinos que se puso contento cuando derrocaron a Illia”, se sinceró el historiador. Y asegura que los intelectuales argentinos tendrían que “hacer cola” para arrepentirse de actitudes pasadas."

Por Walter Goobar
Dije que venía como un arrepentido. Que yo había sido de los argentinos que se habían embelesado con la caída del presidente Arturo Illia, sin saber que todo golpe contra un gobierno constitucional es malo”, reflexiona el historiador Félix Luna, quien la semana pasada se presentó espontáneamente en un acto de la UCR y formuló este “mea culpa” público, tan inusual para los intelectuales argentinos. A sus 80 años, Luna no considera que el gobierno de Illia haya sido perfecto, pero ninguno de sus pecados justificaba su derrocamiento.
–¿Cómo surge la idea de hacer una autocrítica pública sobre su propio papel frente a la caída de Arturo Illia?
–La idea la tenía hace mucho tiempo, sólo faltaba la oportunidad. Surge a través del tiempo y se potencia mientras preparaba el número de Todo es Historia que acaba de salir y que trata sobre la caída de Illia. Ahí vi abiertamente expuesta la conspiración de los periodistas, de los militares, la falta de planes, la absoluta necedad del general Juan Carlos o nganía, ese a quien pintaban como un iluminado... como una especie de Charles De Gaulle. Y la oportunidad se presentó en un acto de homenaje, al que fui como un arrepentido, individualmente. Pero la persona que presidía el acto me pidió que ocupara la tribuna y allí dije lo que durante tantos años no había dicho: que estaba arrepentido de haber sido uno de los argentinos que se puso contento cuando cayó Illia, que cometí un gran error, que es un error todo ataque contra un gobierno constitucional. Sigo creyendo que Illia cometió errores, pero ninguno justifica la caída de un gobierno constitucional.
–Usted avaló la caída de Illia desde una postura frondizista...
–Exacto. El frondizismo estaba en la idea de arrasar con el gobierno constitucional y constituir una suerte de movimiento cívico-militar desarrollista. Me acuerdo que la consigna era: “Democracia ¿para qué?”. Ahora tenemos la idea de que la democracia, por el solo hecho de ser democracia, ya es para algo.
–¿Por qué tardó tanto en darse cuenta?
–Son esos bichitos, que nacen como bichitos insignificantes y se hacen cada vez más grandes y se van potenciando, poco a poco. Es como la vida: hay un momento en que uno no puede dejar de decir lo que quería decir.
–Es una actitud poco frecuente en los intelectuales argentinos...
–No sabría decirle, pero supongo que hay muchos que se habrán arrepentido de las posiciones que tuvieron.
–Pero nadie lo hizo públicamente, lo suyo habla de honestidad intelectual...
–También habla de una debilidad intelectual que hace sostener más allá de lo necesario determinadas posiciones. Yo sentí la necesidad intrínseca y visceral ante esa multitud que recordaba a Illia de decir “me arrepiento”.
–¿Recuerda las autocríticas de otros intelectuales?
–Desde luego que Leopoldo Lugones nunca se arrepintió del sueño de la espada. Ricardo Rojas apoyó la posición probelicista de la Argentina en la Primera Guerra Mundial y tampoco se arrepintió de eso.
–¿Y de la historia más reciente?
–Creo que hay muchos a quienes se aplica el dicho de que “por la plata baila el mono”.
–¿A quiénes se refiere?
–No lo puedo decir. No quiero comerme un juicio por injurias, pero son tantos que tendrían que hacer cola. Hay gente que baila al conjuro del gobierno de turno. Eso es triste pero ocurre. En esa nueva danza van dejando atrás una serie de posiciones que sostuvieron en su momento.
–Esta autocrítica es una revisión de su propia tarea como historiador. ¿Cree que puede continuarse con la revisión de algún otro tema?
–Todo historiador es un historiador revisionista. Es un investigador que está revisando el pasado permanentemente. Si no lo revisa, si se queda con una sola versión del pasado es muy poco historiador y la historia le va a dar muy poco. El buen historiador es aquel que se enamora de las hipótesis más locas aunque no tenga ninguna posibilidad de demostrarlas. Este historiador va a tener muchas satisfacciones y va a demostrar algo que es propio de la historia: que la historia siempre puede ser vista desde perspectivas muy diferentes.
–¿Cambió su visión del o nganiato?
–Sobre el gobierno de o nganía tuve siempre la misma opinión: era la mediocridad absoluta que no hizo progresar al país.
–Como historiador, ¿cómo ve al gobierno de Kirchner?
–Usted me está llevando a terrenos en los que yo no me manejo bien. Yo me manejo más o menos bien en la historia, pero con el presente meto mucho la pata. No sé si es porque mis antecedentes históricos me hacen ver las cosas con una mirada que no es la que debe ser...
–Aunque no quiera darme precisiones, ¿cuáles son los antecedentes históricos para mirar con lupa a la Argentina del presente?
–Bueno, por lo pronto tome usted todo los antecedentes del populismo. Todo el populismo está encarnado en el actual elenco presidencial. Tal vez tiene otras formas, con otro lenguaje, con otra gestualidad, tal vez, pero es populismo puro.
–¿Por qué el populismo tiene que ser una mala palabra?
–Yo no sé si es una mala palabra. Es una deformación de la verdadera democracia en el sentido más exacto de la palabra. El tema del populismo nos remite a los primeros ensayos sobre el tema político: Aristóteles, Platón...
–¿Qué otros rasgos percibe?
–La defensa encarnizada del “interés nacional”, una cosa que es difícil de definir y que este gobierno no siempre define bien.
–¿Por qué?
–Porque se deja llevar por el populismo. Cuando Bolivia aumenta el precio del gas y se niega que esto repercute en los hogares familiares, creo que se está haciendo algo que es una aberración. Si cuesta más comprar el gas, es lógico que cueste más al venderlo. Mantener esto inamovible durante un tiempo es mantener una especie de botella cerrada al vacío. Es la misma política que llevó adelante Gelbard, el ministro de Economía de Perón, y después estallaron los tarifazos por todos lados.
–¿Reconoce algunos rasgos en el matrimonio presidencial que tengan que ver con gobernantes anteriores?
–No, tienen muy poco que ver con gobernantes anteriores. No los encuentro y tampoco quiero encontrarlos, porque si los encuentro parecería que estoy descalificando. Nadie va a decir que Kirchner se parece a Pellegrini...
–Ahora, ¿no hay ciertas similitudes en la campaña opositora que hubo contra Illia y la que hay contra Kirchner?
–En principio sí. También hay un cierto parecido con la campaña contra Yrigoyen, aunque aquella era mucho más exacerbada. Por eso, muchas veces a mí me hace desconfiar la oposición, porque se parece mucho a otras oposiciones que resultaron malas: la oposición a Yrigoyen, la oposición a Perón en cierto modo y a Illia, por supuesto.
Revista Veintitrés
Numero edición: 417     
06/07/2006

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