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LAS ARMAS DE LA METROPOLITANA

Montenegro evalúa probar la pistola paralizante en su propio cuerpo

El posible uso de armas paralizantes es la última ocurrencia del ministro de seguridad. La compra para la Policía Metropolitana de pistolas paralizantes Taser X26, que lanzan descargas de altísimo voltaje, ya generó una oleada de repudios por parte de un variado arco de dirigentes políticos y organismos de derechos humanos.

Por R. Ragendorfer y W. Goobar
El Gobierno porteño tiene un nuevo frente de tormenta; en este caso, de tormenta eléctrica. La compra para la Policía Metropolitana de pistolas paralizantes Taser X26, que lanzan descargas de altísimo voltaje, ya generó una oleada de repudios por parte de un variado arco de dirigentes políticos y organismos de derechos humanos. A la vez, tal adminículo es cuestionado por la ONU y Amnistía Internacional por considerar su uso como “un método de tortura”. Otras voces hacen hincapié en el riesgo físico –en ciertos casos con epílogo fatal– que suele producir el flamante juguete de Mauricio Macri. Para refutar tales argumentos, a éste sólo le bastaron tres palabras: “Hay demasiados prejuicios”. Por su parte, el ministro de Seguridad, Guillermo Montenegro, minimizó con su reconocida elocuencia los efectos malsanos de las Taser X26. Y dijo: “No es una picana; no produce dolor ni lesiones, y menos aún secuelas físicas, sino una simple parálisis muscular”.
La manera más expeditiva con la que el ministro podría probar semejante aseveración –y de paso, concluir en forma airosa la polémica acerca de estas armas– es a través del empirismo: dejar que alguien –por ejemplo, el jefe de la Metropolitana, Eugenio Burzaco– le dispare una descarga paralizantes de 50 mil voltios, durante una conferencia de prensa organizada expresamente con tal fin. Esa fue la propuesta que Miradas al Sur le hizo el miércoles a su vocero, quien se comprometió a consultar el asunto con su jefe. La respuesta inicial fue negativa. Pero, entonces, el colaborador de Montenegro atisbó por primera vez el gran impacto mediático que ello generaría. Por tal motivo, resolvió insistir con la cuestión. En esta oportunidad, la respuesta del ministro fue:
–Por ahora no estoy preparado para ello.
Y, luego, agregó.
–Pero no es mi última palabra.   
La dialéctica de los voltios. El pedido de Miradas al Sur para que Montenegro se someta a una prueba con las Taser –que él mismo ordenó comprar– está lejos de ser una provocación. Ante la polémica suscitada por su posible aplicación en la ciudad, él ha dicho que tales armas son usadas –entre otras fuerzas–, por la policía de Francia. Pero omitió mencionar que en aquel país cada efectivo autorizado a empuñar una Taser tiene la obligación de probar en carne propia sus efectos. Y a diferencia de lo que ocurre con él, en Francia también los políticos han experimentado con dicha pistola
Patrick Balkany, diputado del partido del presidente Nicolas Sarkozy, fue uno de ellos. Al respecto, dijo: “Estuve atontado, sin poder moverme durante varios segundos; fue una eternidad”.
En cambio, los ensayos con las Taser realizados por la Real Policía Montada de Canadá han sido más bizarros.  A fines de 2008 el juez Thomas Braidwood comprobó que en su país hubo “26 casos de muerte por uso de estos artefactos desde 2003”. Y Estados Unidos suma 360 muertes desde 2001.
La investigación canadiense  comenzó en octubre de 2007, luego de la muerte del inmigrante polaco Robert Dziekanski en el aeropuerto de Vancouver, “minutos después de recibir cinco descargas de Taser efectuados por agentes policiales”. En ese expediente sostiene que “las armas de energía conducida tienen la capacidad de alterar el ritmo cardíaco con consecuencias mortales, incluso en individuos sanos”.
Aquel informe recomendó que todos los agentes que utilicen armas Taser lleven consigo un desfibrilador (dispositivo eléctrico para restablecer el ritmo cardíaco normal) y que el uso de esas armas se limite a una descarga de cinco segundos.
La cosecha de 360 muertos ocasionados por el empleo de las Taser en Estados Unidos abarca también a los policías entrenados para su uso. En 2008 se suicidó un oficial de la policía de Nueva York , involucrado en un caso con ese tipo de pistolas que llevó a la muerte a una persona con discapacidad mental. El teniente Michael Pigott fue despojado de su insignia y arma por ordenar a un oficial que dispare con una Taser a Inman Morales, quien estaba parado en la cornisa de un segundo piso. Morales cayó de cabeza al piso y murió instantáneamente. La policía dijo que había solicitado una bolsa inflable para detener su caída, pero que ésta no llegó. Esa fue la causa del suicidio del teniente Pigott.
En Estados Unidos, cada semana ocurre alguna muerte relacionado al uso de Tasers. Para ser un arma que se comercializa como no letal, estas pistolas han acumulado un alto número de víctimas fatales, advierte Amnistía Internacional, que encabeza en todo el mundo la oposición a estas armas electrónicas. Además, esa organización afirma que 80 por ciento de los casos en los que las policías estadounidenses usan las Taser ocurre con personas desarmadas. Ello es un indicativo de que su utilización se presta al abuso. Las Tasers “interfieren con la ecuación básica, de que la fuerza debe ser siempre proporcional a la amenaza”, sostiene esa organización. Las Tasers han sido usadas contra menores de edad y contra ancianos. Además, en varias ocasiones, los policías han incurrido en dos o tres aplicaciones contra la misma persona. Estos dispositivos –siempre según Amnistía Internacional– “han sido utilizados en situaciones en donde nunca hubieran usado una arma de fuego o, incluso, un bastón”.
La Taser fue desarrollada por Jack Cover, un científico de la Nasa. Fue a finales de la década de ’60 ante el pedido del presidente Lyndon Johnson de crear un arma no letal. El nombre del dispositivo proviene del acrónimo del arma utilizada por el personaje de una historieta preferida de Cover durante su  niñez: Thomas A. Swift Electric Rifle. Esa tecnología fue desarrollada 30 años después por la firma Taser International. Esa compañía con sede en Scottsdale, Arizona, es desde entonces la responsable de la masificación del uso de estos dispositivos en Estados Unidos y el resto del mundo. Y el año pasado reconoció por primera vez que su producto puede ser peligroso en ciertas ocasiones. Y recomienda no disparar al pecho de las personas para disminuir los riesgos de sus equipos, lo que constituye un contrasentido ya que al no disparar al pecho el arma pierde efectividad.
Las pistolas paralizantes llegaron al país a través de la compañía Buccello y Asociados, ubicada en la localidad de Martínez. Se trata de una proveedora habitual de las principales fuerzas policiales del país. El Ministerio de Seguridad les compró cinco Taser X26 a razón de dos mil dólares por unidad, incurriendo en la modalidad macrista de la compra directa. Sin embargo, en octubre del año pasado, en el Boletín Oficial se anunció la compra de otras 72 pistolas de ese tipo.  
Maquiavelo en Barrio Parque. En Argentina, que tiene en su haber el invento de la picana eléctrica y el submarino seco –y en el que impera el gatillo fácil– entregar como arma reglamentaria una pistola que descarga 50.000 voltios sobre sus potenciales blancos, sólo puede conducir a resultados trágicos. Ello no tiene necesariamente que ver con el arma, sino con la cultura policial imperante. Más aún cuando se revisan los legajos de quienes conducen la policía porteña.  Como, por caso, el superintendente de Investigaciones, Carlos Kevorkian, imputado en la muerte de Fernando Blanco, de 17 años, durante un operativo que ese uniformado encabezó el 25 de junio de 2005 en la cancha de Huracán.
De hecho, las Taser que, según los funcionarios porteños, son usadas por efectivos de elite en los países desarrollados, acá serán distribuidas entre el personal de una fuerza sólo destinada a intervenir en infracciones de carácter contravencional, como ser la alteración del orden público por obra de un ebrio o la ocupación ilegal de una propiedad. En consecuencia, su utilización no está ideada para neutralizar a malvivientes peligrosos sino a simples alborotadores, vendedores ambulantes, indigentes e insanos.
En este punto, cabe la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que impulsa a Macri, en medio de los papelones escalonados de la Metropolitana, a abrir con este asunto un nuevo frente de conflicto? Es, asimismo, una incógnita la opinión al respecto del artesano de su imagen, esa versión new wave de Joseph Goebbels que responde al nombre de Jaime Durán Barba.
Tal vez la inclinación casi fervorosa del primogénito de Don Franco por cometer errores de toda índole se deba a una embarazosa mezcla de torpeza y falta de experiencia. O quizás, por el contrario, semejante despliegue de dislates sea parte de una estrategia finamente urdida con el siguiente propósito: poner en práctica iniciativas bestiales para así conquistar en 2011 al electorado de la derecha.
Eduardo Duhalde, por caso, ya lo hace.
Diario Miradas al Sur
31-01-2010
 

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