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18 aniversario del atentado

Embajada: secretos y complicidades

El atentado que se cobró la vida de 29 personas y dejó más de 240 heridos se ha convertido en un sinónimo de impunidad. Una compleja trama de secretos, lealtades, complicidades e ineficiencia rodea esta causa que a lo largo de estos 18 años no ha registrado un solo avance, ni en el plano local ni internacional.

Por Walter Goobar
Bastó un instante del miércoles 17 de marzo de 1992  para que el paraíso afrancesado de Buenos Aires se transformara en una postal del Infierno. A las 14,47 una camioneta Ford F-100 con cúpula blanca y chapa B-1.275.871, estalló frente a la embajada de Israel que ocupaba una vieja mansión en la esquina de Arroyo y Suipacha.
Calles alfombradas con dos toneladas de cristales a seis cuadras a la redonda, árboles y postes de alumbrado arrancados de cuajo, paredes medianeras rasgadas como si fueran de tela, vecinos asomándose aterrorizados por ventanas descalabradas, cuerpos destrozados en las veredas, sangre corriendo por las alcantarillas de la calle Arroyo, gente arañando las montañas de 300 toneladas de escombros en busca de sobrevivientes. A cualquiera que ha presenciado ese cuadro dantesco no le caben dudas de que una temporada en el infierno es eterna.  Ese atentado que se cobró la vida de 29 personas y dejó más de 240 heridos se ha convertido en un sinónimo de impunidad. Una compleja trama de secretos, lealtades, complicidades e ineficiencia rodea esta causa que a lo largo de estos 18 años no ha registrado un solo avance, ni en el plano local ni internacional.
Por tratarse de una embajada, el caso quedó en manos de la Corte Suprema que pouso al frente de la investigación al secretario del tribunal,  Alfredo Bisordi que nunca escondió sus simpatías filo nazis.
Ni Bisordi -que luego llegó a ser juez de Casación- ni sus sucesores lograron esclarecer el papel que jugó la policía Federal que liberó la zona donde se consumó el atentado.
El día anterior al ataque, la embajada había sido puesto en "alerta de área", un alerta general. Informada de ello, la jefatura de la PFA barajó la posibilidad de redoblar la vigilancia. Sin embargo, por alguna razón, no lo hizo.
El cabo de la Policía Federal Antonio Ojeda era uno de los dos custodios que debíanestar en la garita de la embajada. Cumplía el horario de 6 a 14 y ese día se retiró a las 14.15. Otro cabo, José Antonio Carracedas hacía guardia de 13 a 20, pero inexplicablemente dejó su puesto a las 13.30. Mientras la Policía Federal sostiene que acompañó al embajador Yitzhak Shefi, el diplomático lo desmintió  tajantemente. El agente Oscar Horacio Chiochio debía tomar la guardia en la garita, pero se retrasó porque -según declaró ante el juez- "realizaba tareas de carpintería en las puertas de los boxes de las caballerizas de la Policía Montada y no podía dejar el trabajo incompleto". El patrullero que debía pasar por Arroyo y Suipacha y controlar si el agente estaba en su puesto o mandar un sustituto esa tarde hizo un recorrido diferente del habitual.
Pese a que el atentado se perpetró en territorio israelí y que se cobró la vida de varios miembros de esa legación diplomática, el Estado de Israel nunca se presentó como querellante en la causa. Una alta fuente de la Cancillería israelí confió al autor de esta nota que más allá de razones formales-, Israel no se presentaba como querellante porque no quería incomodar a Carlos Menem que a partir de 1991 se había alineado con EEUU e Israel durante la primera Guerra del Golfo. Más aún, cuando el embajador Yitzhak Shefi  se tornó en un testigo molesto para ambos gobiernos, Menem pidió a Tel Aviv su remoción y Shefi fue remplazado por el más amigable Yitzhak Aviran -quien de manera excepcional-, consiguió prolongar su estadía en Buenos Aires durante toda la década menemista.
La Cancillería argentina tampóco ha explicado el papel de la diplomacia argentina.  Aduciendo la falta de evidencias judiciales, el Gobierno argentino optó por una estrategia diplomática en la que negoció secretamente con Irán tras el atentado contra la embajada de Israel y lo denunció histéricamente dos años más tarde,  cuando se produjo el ataque contra la AMIA.
Después de la voladura de la embajada, representantes del gobierno argentino se reunieron secretamente con los iraníes en el exterior, prometieron armas y cereales como compensación por el contrato nuclear cancelado por presiones estadounidensespoco antes del primer ataque. Hubo por lo menos seis reuniones secretas: cuatro se realizaron en el hotel Bristol, una en el hotel Lutetia y otra en un departamento de la avenida Kleber de París. En dos reuniones que se llevaron a cabo el 2 de febrero de 1993 y en un simbólico 17 de marzo, fecha en que se cumplía un año del atentado a la embajada de Israel, funcionarios argentinos tomaron la lista de pedidos para armar a los musulmanes de Bosnia violando el embargo impuesto por la ONU.
Coincidiendo con el primer aniversario, el canciller israelí  israelí Shimon Peres declaró públicamente que "sabemos más o menos quién voló nuestra embajada", pero se negó a dar explicaciones con el pretexto de que la investigación no había concluido. En realidad, se había ordenado al jefe del Mossad, Shabtai Shavit archivar el expediente, según revela el prtiodista británico Gordon Thomas en el libro Mossad: La historia secreta.
En 1996, cuando David Yatom remplazó a Shabtai Shavit  como jefe del Mossad, quiso reabrir la investigación sobre el atentado, pèro el gobierno israelí  le comunicó que los expedientes de ambos atentados debían continuar cerrados.
El 12 de febero de 2008, el Mossad ubicó en Damásco, la capital de Siria a  Imad Fayez Mughnieh, el líder del aparato de seguridad exterior de Hezbollah, que estaba imputado como uno de los encargados de planificar no sólo el atentado a la Embajada de Israel sino también el de la sede de la AMIA en Buenos Aires.  Utilizando la cuestionahble doctrina de asesinatos selectivos con la que se  eliminó a los perpetradores de la masacre de los atletas israelíes en las Olimpiádas de Munich de 1972, el primer ministro israelí decidió la eliminación de Mugniyeh.
Su auto explotó cuando Mugniyhe se retiró de los festejos por el 29º aniversario de la Revolución Islámica, en la Embajada de Irán en Siria. La vieja lógica del ojo por ojo no hizo más que obstruir rl camino de la verdad.
Diario Buenos Aires Económico
Diario El Argentino
17-03-2010

 

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