Las indagatorias a Mariano Narodowski, Jorge "Fino" Palacios y Guillermo Montenegro no beneficiaron al jefe de gobierno porteño. La del ex ministro Narodowski fue lapidaria para él
Por Ricardo Ragendorfer y Walter Goobar
Parecía ajeno a su vidrioso presente judicial y casi en estado de gracia; era como si Mauricio Macri hubiera logrado transportarse a un mundo paralelo. La escena transcurría en el restaurante del Jardín Japonés. El jefe de Gobierno porteño acababa de deglutir el último bocado de sushi, y ahora bebía un té verde, sin dejar de prodigar discretos arrumacos a su nueva prometida, la heredera textil Juliana Awada. Sus ojos lucían embelesados. Frente a la feliz pareja, un muchacho de la revista Gente insistía en saber detalles acerca de semejante triunfo del amor. Entonces, el novio soltó: –Confieso que en las cuestiones del corazón, soy un chichipío. Corría la tarde del sábado 24 de abril; al anochecer, Macri partiría con Juliana hacia su fugaz exilio en la India. Un día después, alguien se refirió a su persona con las siguientes palabras: “Por hacerle un favor a este pelotudo, me metí en un problema”. Se trataba del ex juez federal Fernando Archimbal, quien, sin disimular su ofuscación, agitaba entre las manos un ejemplar de Miradas al Sur. Allí se revelaba su inesperada visita, durante la mañana del miércoles 21, al juzgado federal a cargo de Norberto Oyarbide. En esa ocasión, tras anunciarse como el inminente sucesor de Guillermo Montenegro en el Ministerio de Seguridad, se dispuso a interceder por Macri. Como ya se sabe, Archimbal supo ser un exitoso operador judicial por cuenta de la Side menemista. Pero en esta ocasión, su intento fue infructuoso: el magistrado le pidió que se retirara de su despacho. Ahora atribuía la filtración de esa visita al entorno de Montenegro, con quien tiene una feroz inquina. Al día siguiente, un emisario suyo se vio con uno de los autores de aquella nota para desmentir los datos consignados en la misma. En resumidas cuentas, la versión de Archimbal consignaba que, sin conocer personalmente a Macri, recibió de su parte una consulta como abogado a través del empresario Nicolás Caputo; el motivo: la causa de las escuchas. Y sostuvo que su ida al juzgado de Oyarbide no existió. -¿Archimbal se sumo a la defensa de Macri? -quiso saber Miradas al Sur. -No. Sólo, se le pidió una opinión profesional. Fernando, entonces, recomendó que Mauricio declarara antes de ir a la India. Y sólo sondeó esa posibilidad en un encuentro con el juez. -¿O sea que hizo ante Oyarbide una gestión por fuera del expediente? -Se podría decir que sí. Pero el encuentro entre ellos fue casual: se habían encontrado en el restaurante Los Mirasoles. -¿Cuando? -Hace dos semanas. -Dicen que Oyarbide no va a Los Mirasoles desde fines de marzo. - Bueno, que sé yo, habrá sido hace cuatro semanas. En quel preciso instante, los noticieros irradiaban la imagen del ex ministro de Educación porteño, Mariano Narodowski bajando las escalinatas de los tribunales federales de la avenida Comodoro Py. Acababa de prestar su declaración indagatoria ante el juez. Y ahora, a pesar del clima templado, transpiraba copiosamente. Motivos no le faltaban. Cuarenta y ocho horas después, haría lo propio el ex comisario Jorge Fino Palacios, pero con las muñecas esposadas. Y un rictus de furia, tal vez dedicado a su ex amigo Mauricio. Es sabido que el encono se debe a que el primogénito de don Franco no cumplió de manera satisfactoria el pedido de atender las necesidades de su familia. El viernes, finalmente, fue el turno del ex juez federal Montenegro, quien tal vez haya sentido una sensación paradojal: había regresado al mismo despacho en el que ejerció la magistratura, pero en calidad de sospechado. A más de 15 mil kilómetros de allí, Macri siguió tales acontecimientos desde la milenaria ciudad de Mumbai. Según una fuente cercana a uno de sus acompañantes –el director general de Comercio Exterior, Enrique Avogadro–, el enamorado mandatario habría quedado de una sola pieza al enterarse de lo declarado por Narodowski. Y hasta habría exclamado: “El Ruso prendió el ventilador”. Se refería a la parte de su testimonio en la que señaló que el responsable de la contratación del espía Ciro James en el Ministerio de Educación fue nada menos que el subsecretario administrativo Andrés Ibarra, un íntimo de Macri. En su declaración anterior -prestada el 9 de diciembre-, Narodowski no mencionó a Ibarra y había apuntado sobre su jefa de Gabinete, Rosana Alejandra Barroso como factotum de la contratación de James. Ahora su estrategia fue preservarla, a cambio de la cabeza de Ibarra. Para Macri, ello fue lapidario. El subejecutor y la monja negra. “A la licenciada Barroso la conozco desde 1996, fue mi alumna y trabajó conmigo en la Universidad de Quilmes”, le contó el lunes Narodowski al juez. Lo cierto es que la relación entre la joven funcionaria y el ex ministro parece inspirada en el personaje de Pigmalión. La empatía entre ellos es tal que en 2001 hasta firmaron juntos dos trabajo académicos intitulados El drama de la educación argentina y La educación física en los textos escolares. Por entonces, la señorita Barroso ya alternaba su oficio pedagógico con el interés por la política. Ambiciosa por el poder y apasionada por el dinero, no tardó en hallar en el PRO un espacio propiciador para semejantes apetencias. Su guía en ese viaje sería Francisco Aráoz Bugallo, un macrista de la primera hora, con el que mantuvo una relación sentimental. Desde luego, Macri no tardó en fijarse en ella. Y la convirtió en una de sus chicas de confianza. Tanto es así que, durante la primavera de 2007, cuando, ya electo, Macri intentaba armar su gabinete, ella le arrimó el nombre de su añejo mentor. Días después, un asombrado Narodowski aceptaría el cargo de ministro. Y ello contó con el beneplácito de Gabriela Michetti. A los pocos días, le fue presentado quien sería el subsecretario de su cartera; su nombre: Andrés Ibarra. El del 10 de diciembre de aquel año, se hizo cargo de la administración del Ministerio y de las obras públicas en los colegios. En otras palabras, sería el hombre de la caja. Y fue puesto allí por el propio Macri. Licenciado en Economía por la UCA, fanático hincha de Boca y horticultor aficionado, comenzó su carrera en Socma -el grupo empresario de los Macri- como becario de la constructora Sideco. Y en 1985 conocería a Mauricio. Fue el comienzo de una gran amistad. Desde entonces -junto con otros actuales funcionarios porteños, como Néstor Grindetti (Hacienda) y Daniel Chaín (Desarrollo Urbano), conformaría una alegre muchachada. En 1995 se desempeñaba como director financiero de Autopistas del Sol. A fines de ese año, Macri fue elegido presidente de Boca. Eso llevó a Ibarra a cumplir el sueño de su vida: convertirse en gerente general del club de sus amores. En ese ámbito, implementaría memorables innovaciones; entre ellas, una gerencia de seguridad. Para ello -a instancias de Mauricio- contrató al Fino Palacios. Y no tardaría en conocer a uno de sus adláteres: el ahora famoso Ciro James. Lo cierto es que -con Macri ya ungido como alcalde- el salto de la esfera privada a la pública fue para este hombre adicto al trabajo y al bajo perfil una experiencia a la que se tuvo que habituar. Al respecto, suele decir: “En Boca contrataba grandes obras en diez minutos, ahora, desde el estado, arreglar una estufa es un quilombo”. Y quizás en ello estén depositadas parte de las limitaciones de su gestión: en septiembre de 2009, sólo había ejecutado el 27 por ciento del presupuesto a su cargo. Sin embargo, con Barroso conformaría una dupla singular. Ambos reportaban directamente a Macri, quien así controlaba a uno a través del otro, además de reducir al pobre Narodowski a una figura protocolar. Su antigua discípula -también una cultora del bajo perfil- se movía en el Ministerio como un líbero, manejaba la caja paralela, sin dar ningún tipo de explicaciones. Tanto es así que llegó a dibujar 23 contratos para manejar unos 690 mil pesos anuales, bajo la pantalla de un presunto programa llamado Recorriendo escuelas. Con ese presupuesto financia, entre otros emprendimientos, el local partidario de Mitre y Combate de los Pozos, en el que funciona la Fundación Proyecto País, de su amigo Aráoz Bugallo. Y ahora, ya bajo el ala del reemplazante de Narodowski y Abel Posse, el analista de sistemas Esteban Bullrich, lo tentó a éste con juntar un millón de pesos para el 2011. Sucede que el ministro amasa el anhelo de convertirse en el próximo jefe de la Ciudad. Tal como en su momento reveló Miradas al Sur en calidad de primicia, en junio de 2008, James habría tenido encuentros personales con Macri en Barrio Parque para entregarle las grabaciones telefónicas de su cuñado, el manosanta Néstor Leonardo. Días después, el espía fue recompensado con una tentador puesto de trabajo. Tal vez Ibarra rememore con exactutud ese día de junio en el cual Barroso regresó del edificio de Bolívar 1 con la siguiente directiva: contratar “a un tal Ciro James”. Quizás en ese instante Ibarra haya esbozado una sonrisa, y no tardó en dar las indicaciones al respecto. Así fue como James obtuvo un jugoso contrato de seis mil pesos mensuales en el Ministerio de Educación. Yodo indica que de ello, Narodowski estaba perfectamente al tanto. En su declaración ante Oyarbide, además de señalar a Ibarra como el articulador de dicho contrato, sostuvo, sin que se le moviera un sólo músculo del rostro, que el espía había sido recomendado por dos funcionarios de la Universidad Nacional de La Matanza: su secretario técnico, Cristián Cabral, y el director editorial, Rolando Echave. Luego diría ante todo micrófono que se le puso a tiro: “Estoy acá para decir todo lo que sé. Y colaborar con la causa. Entre el miércoles y el jueves, Cabral y Echave fueron convocados por el magistrado. La declaración del primero de ellos fue: “No sólo no recomendé a James, sino que jamás supe que trabajaba allí”. En tanto, su colega diría bajo juramento. “Nunca conocí a Ciro James”. La situación procesal de Narodowski acababa de irse a pique. Y a Macri se le fueron a pique sus esperanzas de salir bien librado del asunto.
Diario Miradas al Sur
02-05-2010 /