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AL FILO DEL PROCESAMIENTO

Macri con los dias contados

Entre los legisladores y referentes macristas circula un curioso documento titulado Las 10 razones por las que esta causa está direccionada. En su letra se enumeran algunas objeciones al expediente y los agujeros en la pesquisa. Pero, a la vez, contiene una sorprendente directiva final: “Involucrar como sea a Palacios”. Ese inciso involucra también –sin nombrarlo– a Guillermo Montenegro

Por Ricardo Ragendorfer y Walter Goobar
Para Mauricio Macri, el miércoles pasado fue un día de furia. Prueba de ello es que, como prólogo de su indagatoria ante el juez federal Norberto  Oyarbide, la primera frase que soltó fue: “Rechazo la imputación de pertenecer a una asociación ilícita, y hasta me atrevo a asegurar que en el futuro no perteneceré a ninguna”. Recién entonces, entregó unas 40 hojas que contenían por escrito su declaración. Y diría:
–No sé por qué estoy acá.
Por toda respuesta, el juez enarcó las cejas.
–Quiero que Su Señoría me explique qué hago acá –insistió–.
Fue el secretario del Juzgado Federal Nº 5, Gustavo Russo, quien satisfizo su inquietud. En resumidas cuentas, dijo que la Cámara Federal había confirmado la existencia de una asociación ilícita destinada a interceptar conversaciones telefónicas de manera ilegal. Y su imputación, referida a dos de esas pinchaduras –la del dirigente de Familiares de la Amia, Sergio Burstein, y la de su cuñado, el manosanta Néstor Leonardo–, lo convertían en un presunto integrante de la misma.
Eso contrarió al jefe de Gobierno porteño.
–Me voy sin saber por qué vine.
Macri pronunció esas seis palabras mientras se levantaba de su asiento.
Además de los nombrados, en aquel despacho del cuarto piso de los tribunales situados en la avenida Comodoro Py se encontraban los abogados defensores Santiago Feder y Ricardo Rosental, el fiscal Alberto Nisman y  tres empleados judiciales. Ninguno abría la boca.
–Me voy sin saber por qué vine –repitió el mandatario, con un dejo de mal humor–.
Pero Oyarbide lo contuvo:
–Antes voy a hacerle unas preguntas.
Macri, refunfuñando, se volvió a sentar.
En ese mismo instante, en el Salón de los Acuerdos –contiguo a su despacho de la calle Bolívar 1–, lo aguardaba el gabinete en pleno, además de algunos diputados y sus colaboradores más cercanos. Entre ellos, el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba, quien consultaba una y otra vez su reloj. Era ya las 13.30 horas, y le extrañaba que su cliente más dilecto no haya regresado aún de esa ingrata diligencia.
Lo cierto fue que, merced a un cuarto intermedio, el ex presidente de Boca se encontraba almorzando en el restaurante situado en el noveno piso del edificio judicial. Y sus tribulaciones eran ahora gastronómicas, lo cual exteriorizaría a viva voz: 
–Este bife está más duro que la suela de un mocasín. 
Sus abogados asintieron con un cabeceo.
Macri tenía auténticos motivos para sentirse traicionado por sus nervios; en esas circunstancias, Feder y Rosental habían coincidido en un diagnóstico pesimista: estaban seguros de que Oyarbide iría a procesarlo, y le dijeron que lo más probable era que la Cámara Federal no dudaría en confirmar semejante decisión. Había razones para ese presagio: los camaristas ya rechazaron el pedido del ministro de Seguridad porteño, Guillermo Montenegro, para apartar a Oyarbide.
Exactamente a las 14.30, el alcalde y los suyos regresaron al cuarto piso.
Pánico escénico. En las semanas previas, Mauricio había ensayado su declaración con sorprendente vocación actoral. Tales simulacros se llevaron al cabo en su propia oficina; el papel de juez corrió por cuenta de Feder, y Rosental interpretaba a un incisivo fiscal, en tanto que Duran Barba –como no podía ser de otra manera– fungía como director escénico.
Ahora estaba a punto de salir al escenario.
Poco acostumbrado a dar explicaciones de sus actos, a lo largo de las seis horas de indagatoria, Macri pronunció con desparpajo frases que, por su reiteración, hasta provocaron la incomodidad de sus propios defensores”. La verdad que no entiendo el hecho del cual se me acusa”, volvió a declamar ante el juez. “No escuché ni me interesa escuchar la vida privada de nadie y soy el primer interesado en que se llegue a la verdad de los hechos”, diría en otras dos ocasiones. Cuando Oyarbide lo confrontó con la coincidencia de fechas entre la escucha a su cuñado y el nombramiento del espía Ciro James en el Ministerio de Educación, Mauricio Macri se concentró en su papel actoral, para decir: “Fue más que claro lo que puse en mi presentación. No tengo idea, no participo, no me interesa el tema de escuchas telefónicas”.
A lo largo de esa indagatoria quedó en claro que sus defensores no habían leído la causa con profundidad, porque varias de sus objeciones se basaban en un evidente desconocimiento de los 47 cuerpos del expediente.
Tanto es así que, por caso, en el escrito del imputado se sostiene que “Palacios había renunciado a la Policía Metropolitana a fines de agosto de 2009, mientras que la intervención al teléfono de Burstein se inició a fines de septiembre de ese año”. Lo cierto es que esa argumentación soslaya que la escucha en cuestión fue solicitada a la Side por los jueces misioneros –tal como consta en el expediente– el 10 de agosto, o sea cuando el Fino aún estaba en funciones. También, el escrito hace hincapié en una supuesta impresición en el número telefónico de Burstein que habría figurado en el ticket del locutorio desde el cual se le advierte que su celular está intervenido, detalle que ha sido debidamente aclarado en el expediente. Por otra parte, el mandatario se queja de que lo vinculan con sólo dos líneas intervenidas, en un hecho en el cual hay más de “400 teléfonos espiados”, cuando la investigación únicamente se refiere “a 16 escuchas reales”. Por último, sus abogados solicitaron unas 15 medidas de prueba, sin estar al tanto de que 13 de ellas ya han sido efectuadas.
Macri deslindó el grueso de la responsabilidad por el tema del espionaje en su ministro Montenegro. De esta manera, su fiel escudero se convirtió en en el escudo judicial de Mauricio. Todos aquellos que han accedido a la declaración del jefe de Gobierno coinciden en que sus palabras comprometen seriamente al ex juez devenido en funcionario del PRO.
El fiscal Nisman le preguntó si había pedido explicaciones a Palacios o a Montenegro sobre la pinchadura del teléfono de Burstein cuando ésta se hizo pública. La respuesta del ingeniero fue: “Trato de hacer memoria, pero claramente Palacios ya no estaba en la Metropolitana y fueron conversaciones en las cuales uno trataba de inferir si pudo haber sido posible que él estuviera ligado a eso. Pero como terceros opinando, porque para nuestro gobierno James era un abogado que había mentido en su carácter de policía espía, en tanto y en cuanto opinábamos si podía haber sido posible que James y Palacios hubieran tenido un vínculo con esa escucha. Sin embargo, ello no hace al eje de nuestro gobierno”.
Es difícil volver a casa. En la retrasada conferencia de prensa que Macri ofreció luego de regresar de su indagatoria, no se privó de manifestar, forzando una expresión emocionada, que fue para él una mezcla de alegría y consuelo el hecho de descubrir que, durante su obligada ausencia “los integrantes de su gabinete se habían reunido como siempre, para tratar los temas de la Ciudad; en este caso, el gasto público durante el mes de abril”.
Ya se sabe que no fue exactamente así.
Antes de posar al lado de Gabriela Michetti y Montenegro, el jefe de Gobierno mantuvo una reunión en su despacho con su ex compañera de fórmula y Rodríguez Larreta. Allí, sin ocultar su pesimismo, narró los detalles de lo vivido en las horas precedentes. Luego, repetiría dicho relato en el Salón de los Acuerdos, ante un ansioso auditorio conformado por las mismas personas que lo aguardaban desde la mañana. En esa ocasión, Macri no ocultó su fastidio ante la reiteración de preguntas a la que fue sometido en el edificio de Comodoro Py. Y diría al respecto: “Soy un jefe de Gobierno y me trataron como un ratero”. En ese lugar, precisamente, fue resuelta su estrategia de victimización, la cual –como se vería más tarde– apuntaba sobre Oyarbide y el ex presidente Néstor Kirchner.
Pasadas las 18.00, Macri y los suyos se prestaron a la requisitoria periodística. En esas dramáticas circunstancias, la dicción del alcalde porteño parecía hasta tener errores ortográficos. Y arrancó diciendo: “A pesar de las horas transcurridas, no me he podido enterar con precisión que hechos concretos he realizado, por los cuales el señor juez me imputa dentro de una supuesta asociación ilícita. Por supuesto que como no existen los hechos, tampoco existen las pruebas. Lo único que he tenido que contestar es a quién conozco y a quién no conozco, sin que –insisto– haya podido ejercer mi derecho de defensa rebatiendo hechos y pruebas”. Ésa fue su introducción. A partir de entonces, soslayando pormenores de la causa judicial, esgrimió la teoría del complot urdida minutos antes a las apuradas.
En paralelo, comenzaría a circular entre los funcionarios, legisladores y referentes macristas un curioso documento intitulado Las 10 razones por las que esta causa está direccionada. En  su letra se enumeran algunas objeciones al expediente y los agujeros en la pesquisa. Pero, a la vez, contiene una sorprendente directiva final: “Involucrar como sea a Palacios”. Ese inciso involucra también –aunque sin nombrarlo– a Montenegro, quien en la conferencia de prensa parmanecía con rictus impávido junto a su jefe. Lo cierto es que mientras éste se ve cada vez más complicado en la causa, el Fino se sintió respaldado por las declaraciones de Macri ante Oyarbide, según confió a Miradas al Sur  su defensor, Diego Richards tras visitar a su cliente en el penal de Marcos Paz.
Dicen que al concluir la jornada, Duran Barba estrechó a Mauricio en un cálido abrazo para susurrarle al oído: “Una buena imagen puede vencer hasta a un cáncer terminal”.
La desafortunada metáfora fue el puntapié inicial de un sondeo telefónico que, a la postre sirvió para apuntalar la autestima del alicaído estadista. En otras palabras, ese recurso lo hizo regresar a su mundo paralelo, ya que sus resultados muestran –según las usinas del PRO– que los vecinos creen más en Macri que en Oyarbide. Claro que las preguntas fueron, por ejemplo: “¿Cree que Mauricio es víctima de un juez corrupto o cree que la causa es una maniobra política para acallar a la oposición?”.
De hecho, a Macri le volvió el alma al cuerpo.
Diario Miradas al Sur
09-05-2010 /
 

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