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INVESTIGACION EXCLUSIVA

Mauricio Macri y su peor enemigo

El procesamiento de Mauricio Macri como integrante de una asociación ilícita en la causa de las escuchas telefónicas y el sobreseimiento de su ministro de Seguridad, Guillermo Montenegro, causó un cisma en el gobierno porteño. Internas del PRO al rojo vivo. Testimonios de una interna feróz

Por Ricardo Ragendorfer y Walter Goobar
Mientras Mauricio Macri –tras su procesamiento por los delitos de asociación ilícita, violación de secretos, abuso de autoridad y falsificación de documentos públicos– apela ante los micrófonos a la estrategia de la victimización, en la trastienda del poder porteño protagoniza los primeros escarceos de una silenciosa guerra. Su adversario: nada menos que Guillermo Montenegro. En medio del escándalo por el espionaje telefónico, ese conflicto puso otra interna al rojo vivo: la de los sectores adversos a este último, en la lucha por el control del presupuesto ministerial. Al respecto, un funcionario del Gobierno de la Ciudad revela en primera persona a Miradas al Sur los entretelones que malograron la política de seguridad macrista. entre ellos, el verdadero motivo de la abdicación del ex comisario Jorge Fino Palacios, de cuya renuncia epistolar este medio tuvo acceso. En tanto, la defensa del mandatario teme que su situación se agrave en los próximos días debido a la incorporación en el expediente de una pinchadura ilegal que podría ser para él lapidaria.          
La radio ataca.
Ya se sabe que el célebre animador Jorge Rial es un hombre comprometido con el destino del país. Y no es un secreto su afinidad con la principal espada bonaerense del PRO, el diputado provincial Jorge Macri.
El lunes 17 de mayo éste lo llamó por teléfono. Sus palabras fueron:
–Me tenés que hacer un favor, Jorgito.   
Su tocayo accedería.
Tanto es así que el martes entrevistó en su programa radial, Ciudad Gótika, a Héctor Maya, un ex senador menemista, subjefe de la Side durante la fugaz presidencia de Adolfo Rodríguez Saá y actual aliado del PRO en Entre Ríos.
Este personaje entonces evocó un supuesto encuentro con el juez federal Norberto Oyarbide. En tales circunstancias –según sus dichos–, el magistrado habría reconocido las presiones que el Gobierno ejercía sobre él en relación al expediente por las escuchas telefónicas, para luego pronunciar la siguiente frase: “A Mauricio Macri me lo llevo puesto”. Con voz cantarina, Maya repitió esos siete vocablos una y otra vez. Sin embargo, también admitiría la inexistencia de testigos que avalen sus afirmaciones.
Lo cierto es que en su inesperado aterrizaje en la trama del Macrigate se advierte el estilo del sutil Miguel Ángel Toma. De hecho, el político entrerriano es uno de sus hombres de confianza. Y semejante operación bastó para que el heredero de don Franco recusara a Oyarbide. A tal efecto, el único elemento de prueba que sus abogados, Santiago Feder y Ricardo Rosental, aportaron a la Cámara Federal fue justamente una grabación de ese programa. Sin embargo, el escrito hace eje en el sobreseimiento de Guillermo Montenegro. Los letrados sostienen que el juez, con idénticas evidencias, libró al ministro y procesó a su pupilo.
Esa disparidad causaría entre ellos un cisma, alimentado por un interrogante que desde la semana pasada recorre los pasillos del palacio de la calle Bolívar 1 como un fantasma apenas disimulado: ¿Qué entregó Montenegro para salvar su propio pellejo? Dicho recelo en realidad nació en los días previos a la ronda de indagatorias, cuando el ex juez federal decidió ejercer su defensa por separado a la de su jefe político. Sucede que la desconfianza de éste hacia su propio ministro era tal, que hasta urdió un viaje a la India en su obstinación por declarar después que él. En ese contexto, no fue casual la muy oportuna  aparición de Maya, quien –como se dijo– habría actuado por cuenta de Toma. Es que entre los acólitos de éste en las filas del PRO –en donde se destacan el legislador Cristián Ritondo y un puñado de funcionarios de segunda línea– y los leales al ministro hubo una convivencia vidriosa en la que se supo batallar caja por caja. Y, por cierto, el Fino Palacios no fue ajeno a esta puja.
Por primera vez, una fuente directa del mismísimo Gobierno de la Ciudad revela a Miradas al Sur detalles precisos sobre cómo fue realmente el paso del otrora poderoso uniformado por la Policía Metropolitana, sus tironeos con el ministro por razones comerciales y el motivo real de su paso al costado.
Uniformes limpios y negocios sucios.
Corría la mañana de un ya remoto lunes cuando un hombre de contextura menuda y flequillo canoso ingresó a unas oficinas en el séptimo piso del edificio situado en la calle Maipú 216; era la sede de la empresa Strategic Security Consultancy SRL. Allí fue recibido por la señora Alicia Beatriz Ares, quien le informó que su marido lo recibiría en unos minutos. Al rato, el Fino emergió con un brazo extendido, antes de guiar al otro hacia su despacho.
–Guillermo le manda saludos –dijo el visitante, al acomodarse en un sillón.
Se refería, desde luego, a Montenegro.
Por toda respuesta, el anfitrión esbozó una sonrisa llena de ambigüedad.
Después fueron directamente al grano.
El canoso era Gustavo Morón, quien por entonces se desempeñaba como gerenciador del Plan Integral de Seguridad del Ministerio de Seguridad porteño. En calidad de tal fue a ver a Palacios, puesto que tenía instrucciones de mostrarle un borrador sobre la estructura administrativa que iría a tener la aún no creada Policía Metropolitana. El ex comisario, a su vez, estaba abocado en el diseño del plan logístico y operativo de dicha fuerza. En ello contaba con la inestimable colaboración de su socio, el ex comisario Osvaldo Chamorro. Éste saludó a Morón con una afabilidad forzada, antes de retirarse del lugar. Transcurría el caluroso verano de 2008.
No obstante, desde enero de ese año, buena parte de las funciones protocolares de Montenegro consistieron en negar con dudoso énfasis la presencia de Palacios en su nómina de colaboradores.
“El Fino ya desde aquellos días manejaba todo el tema de la Metropolitana”, soltó el hombre que acababa de tragar un sorbo de café. Era un funcionario de rango del Gobierno de la Ciudad, y el diálogo con Miradas al Sur fue a condición de preservar su identidad. La escena transcurría en una elegante confitería de Palermo. El tipo, tras apoyar el pocillo ya vacío sobre la mesa, agregó:
–Hasta ese momento, Gustavo (Morón) no lo conocía. Sólo estaba al tanto de que era un especialista en seguridad, muy amigo de Mauricio.
–¿Cómo Morón sabía eso?        
–Por Montenegro, desde luego.
–¿Cómo era por entonces la relación entre Palacios y Montenegro?
–Al principio, correcta. Pero el Fino hablaba directamente con Mauricio.
También aseguró que, entre las atribuciones de Palacios, estaba la de sugerir compras y contrataciones. “Él tenía la decisión política del asunto”, fueron sus exactas palabras. “Con el paso del tiempo, comenzaron a existir diferencias entre el Fino y Guillermo.” Y tras el nombramiento oficial del ex comisario al frente de la fuerza de la cual él era su padre biológico, el enfrentamiento entre ellos fue cada vez más explícito. “Las operaciones estaban a la orden del día”, reconoció el hombre que dialogaba con Miradas al Sur. Y atribuiría la cuestión a las huestes de Toma, disgustadas por su escasa injerencia en los grandes negocios de la casa.
En ese lapso se concretó el equipamiento de la Mazorca de Macri a través de compras directas a empresas –según se cree– amigas. Siempre sin licitación, el Ministerio adquirió uniformes –tal como se consigna en el Boletín oficial del 9 de enero de 2009– a la empresa Texicorp, cuyo propietario no era otro que Alberto Kanoore Edul; es decir, aquel sospechoso en la causa Amia que el Fino, precisamente, habría encubierto. A su vez, unas 850 pistolas Beretta PX4 Storm habrían sido adquiridas al distribuidor Juan Carlos Modestini –tal como se consigna en el Boletín Oficial del 27 de julio de 2009– por 4 millones de dólares, suma a todas luces superior a la del mercado. No menos llamativa fue la compra de 15 patrulleros y 15 motocicletas a la agencia Roycam, operación que coincidió en el tiempo con la compra a esa misma agencia de un lujoso Mercedes Compresor por parte del Fino.
En su momento, Montenegro justificó tales compras sin licitación en la urgencia que había por equipar a la Metropolitana. Consultados ahora por Miradas al Sur, la respuesta varió en un leve matiz: “Fueron compras directas por exclusividad”, aducen los voceros del área. Y agregan: “Modestini, por ejemplo, era el único distribuidor de esas armas”. Sin embargo, la empresa italiana Beretta aclaró en su momento que este empresario no era en Argentina su representante exclusivo.
Lo cierto es que fue Morón quien armó el circuito de compras. Con un pasado como auditor de la Anses y de la Superintendencia de Riesgos de Trabajo, su vínculo con Montenegro es muy estrecho, al punto de que sus casas –sobre la calle Montevideo, de San Isidro– sólo están separadas por una medianera.  Ahora es el de auditor externo de la Metropolitana. Y habría articulado una red con gente de su confianza en áreas claves del Ministerio, como la titular de la Dirección Técnica y Administrativa de esa cartera, Beatriz López Mardaras, el director de Presupuesto, Horacio Landró, y la auditora interna, María Estela Moreno.
En su renuncia –a la que tuvo acceso Miradas al Sur–, el Fino carga contra dicha Auditoría Externa. “Es un ente autárquico –señala– y la Policía no lo es”. También fustiga contra esa área al señalar que la misma impide que “la Policía pueda efectuar sus investigaciones internas”. Y su falta de participación en el equipamiento de sus hombres. En definitiva, sus críticas giran en torno de las cajas. En el momento de renunciar, Palacios fue con Macri más frontal. “Son una manga de chorros”, le habría dicho, en referencia al trío formado por Morón y las señoras López Mardaras y Moreno. En su momento, la respuesta de Montenegro a tales críticas fue significativa: “Palacios  no nos puede denunciar por nada porque el estaba al tanto de todo”.
El Fino –ya se sabe– tiene ahora otras preocupaciones. Pero para Montenegro ese frente de combate aún esta abierto.
Y su escarpada relación con Macri, también.  
 
Recuadro: Morón niega haber sido pluma
Lo cierto es que sobre la figura del auditor externo de la Policía Metropolitana, Gustavo Morón, parece haber fuertes controversias biográficas. Es que algunas versiones señalan que este contador de 54 años prestó servicios durante la dictadura en el Departamento de Asuntos Políticos de la temible Superintendencia de Seguridad Federal en calidad de agente civil de Inteligencia. Allí también estuvo enrolado su primo Miguel Mazzeo, quien como espía policial supo infiltrarse entre los militantes de la Juventid Universitaria Peronista de la Facultad de Derecho.
“Lo de mi primo es cuestión de él. Pero yo jamás estuve en la Federal”, suele decir Morón ante quien lo quiera escuchar. 
Al respecto, tal versión está basada en en informaciones periodísticas originadas en una fuente de la Policía Federal, también en una confidencia salida de la boca de un funcionario del mismísimo Ministerio de Seguridad porteño. Y también consta en una carta enviada a la Defensoría de la Ciudad por una autodenominada Comisión de Inspectores y Comisionados de la Policía Metropolitana.
“Lo de que Morón fue policía es una macana inventada por sus adversarios”, suelen decir sus allegados. Al respecto, un vocero ministerial hizo llegar a Miradas al Sur el siguiente comunicado: “El contador Gustavo Morón niega enfáticamente haber pertenecido, ya sea durante la dictadura o bajo el estado de derecho, a fuerza policial alguna”.
En tanto, ante las versiones que sugieren lo contrario, el ministro Montenegro ha enviado al Ministerio de Justicia de la Nación y a la Policía Federal un pedido para que afirmen o desmientan dicha especie.
La respuesta aún no ha llegado.    
Diario Miradas al Sur
23-05-2010
 

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