El escándalo de las escuchas que tiene a Mauricio Macri procesado se parece cada vez más al Watergate, el caso de espionaje que en 1974 obligó a Richard Nixon a renunciar a la presidencia de los Estados Unidos. Pero a Nixon no se le hubiera ocurrido indagar en la idebntidad de la Garganta Profunda que lo obligó a renunciar para evitar la cárcel
Por W. Goobar y R. Ragendorfer
El escándalo de las escuchas que tiene a Mauricio Macri procesado se parece cada vez más al Watergate, el caso de espionaje que en 1974 obligó a Richard Nixon a renunciar a la presidencia de los Estados Unidos.
En uno y otro caso había grupos clandestinos para realizar trabajos sucios contra opositores políticos.
En el Watergate, los espías operaban desde una oficina ubicada en el subsuelo de la Casa Blanca que tenía en la puerta un lacónico cartel que decía “Plomería”, mientras que el Gobierno porteño encubría a su topo, Ciro James con un jugoso contrato en el Ministerio de Educación. Ambos escándalos se iniciaron con lo que parecía ser, en un principio, un delito menor. El 17 de junio de 1972, cinco plomeros fueron atrapados mientras instalaban equipos para realizar escuchas telefónicas en las oficinas del Comité Demócrata Nacional del edificio Watergate. En su versión local, el Macrigate empieza el 22 de septiembre de 2009 con un llamado anónimo a la hija del familiar de la Amia, Sergio Burstein en el que una voz desconocida le dijo: “Tu papá tiene pinchado el teléfono por el Fino Palacios”. Sin embargo, hasta que aparecieron las escuchas al cuñado manosanta de Macri, Néstor Daniel Leonardo nadie pensaba que el caso conducía al propio jefe municipal.
Pero el Watergate nunca hubiera desembocado en la caída de Nixon si no hubiese aparecido Garganta Profunda, la fuente que alimentó con datos a los periodistas del Washington Post y los guió hasta el Salón Oval de la Casa Blanca.
Aunque se publicaron innumerables artículos, libros y películas en las que se tejieron todo tipo de conjeturas que identificaron a una docena de personas distintas como el verdadero Garganta Profunda, su identidad permaneció en el anonimato durante tres décadas, hasta que en 2005 salió de las sombras concediendo –por propia voluntad–, una entrevista a la revista Vanity Fair. Se trataba de Mark Felt, el número dos del FBI, la agencia que Macri dice haber tomado como modelo para la Metropolitana.
Pero a él hay que reconocerle una originalidad que Richard Nixon no tuvo: el procesado alcalde empleó el aparato de inteligencia que dice no tener para descubrir quien había sido la Garganta Profunda o, mejor dicho, la Garganta con Arena que habló con la hija de Burstein. El de Macri no es el comportamiento de quien se considera inocente sino de alguien interesado en saber quien lo mandó preso. Como si ello lo eximiera de la responsabilidad por más de una docena de escuchas ilegales.
El recontraespionaje macrista –que en teoría no existe–, llegó a una conclusión que parece calcada del Watergate: la Garganta con Arena que denunció a Palacios sería un agente o ex agente de la Side, que es lo más parecido al FBI de la épocas de Nixon.
Aunque, en el Watergate, la existencia de Garganta Profunda es una evidencia de que detrás de una investigación periodística hubo una lucha por el poder en las elevadas cimas de la política estadounidense, a Nixon no se le hubiera pasado por la mente tratar de rastrear la fuente de las filtraciones para expiar sus culpas y responsabilidades por medio de la victimización. Pero a Mauricio y Miguel Ángel Toma sí. La idea de investigar la identidad del denunciante es probar que esa fuente tiene intereses políticos, que la denuncia es el producto de una lucha de poder. Vaya novedad. Ni más ni menos que los intereses que movieron a Garganta Profunda, así como al propio Nixon.
La segunda originalidad del Macrigate consiste en usar al periodismo para denunciar a una fuente. Esa tarea le fue encomendada al diario Clarín, pero está visto que cuando las cosas tienen que salir mal, salen mal. La falsa investigación periodística para exculpar a Macri se tornó en un fiasco porque el día de su publicación en Clarín, el diario La Nación publicó los mismos datos atribuyéndolos a las usinas del macrismo. Para colmo de males, una pericia realizada por Gendarmería Nacional concluyó que no hay coincidencia antropomórfica plena entre el rostro del presunto agente de la Side denunciado por el espionaje macrista a través de Clarín y el verdadero Garganta con Arena.
El epílogo del Watergate fue la renuncia de Nixon para evitar el juicio y la cárcel. Y se lo llamó Los días finales. El epílogo del Macrigate, por su parte, ya ha comenzado a escribirse.
Diario Miradas al Sur
06-06-2001