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MIGUEL ANGEL TOMA

El nuevo asesor de imagen de Mauricio Macri

El ex jefe de la Side duhaldista estaría tras las operaciones de inteligencia para salvar al líder del PRO en la causa por las escuchas ilegales que lleva adelante el juez Norberto Oyarbide

Por R. Ragendorfer y W. Goobar
Durante la tarde del miércoles, el periodista estrella del diario Clarín, Daniel Santoro, escribía la nota Espía porteño: llamada clave de un supuesto agente de la Side, en la cual identificaba como Hugo David Álvarez –o Altamirano, su apellido de fantasía en el organismo de la calle 25 de Mayo– al autor de la comunicación telefónica efectuada el 22 de septiembre pasado a la casa de Sergio Burstein, para alertarlo de que el ex jefe de la Policía Metropolitana, Jorge Fino Palacios, había intervenido de manera ilegal uno de sus celulares. Consciente del impacto que provocaría su primicia exclusiva, Santoro no dejó de puntualizar con énfasis que la misma fue fruto de una investigación propia, basada en “dos altas fuentes del sector policial”. Sin embargo, en ese preciso momento –es decir, unas 12 horas antes de que el artículo estuviera impreso– esa gran revelación ya era un secreto a voces, al punto de que varios sitios de internet –entre ellos, Informe Reservado– dieron cuenta de eso, mencionando incluso el nombre del redactor. Y el jueves, en paralelo a la salida de Clarín con la nota de Santoro, el diario La Nación publicaba –en una columna sin firma– el mismo dato, pero atribuido a “dos fuentes de la administración macrista”, además de señalar que Mauricio Macri y Guillermo Montenegro “informaron ayer (por el miércoles) del tema a varios funcionarios del Gobierno porteño”. Ante tal situación, sin que se le mueva un solo músculo del rostro, el empleado de Clarín únicamente atinó a publicar un recuadro intitulado ¿Escuchas a periodistas?, donde desliza –en tercera persona– haber sido espiado, y a continuación diría de sí mismo: “No es la primera vez que Santoro sufre este tipo de mensajes”. Lo cierto es que con el correr de las horas comenzaron a trascender algunos detalles de esta verdadera comedia de enredos. Como que el rol de Santoro en el asunto habría sido en realidad fruto de una operación urdida en las entrañas del macrismo. Y con un orquestador de lujo: nada menos que Miguel Ángel Toma.
El temible operario del recontraespionaje. Durante la tarde del lunes, el jefe del bloque de diputados porteños del PRO, Cristián Ritondo, recorría los pasillos de la Legislatura con aire exultante, sin privarse de difundir ante todo aquel que se le pusiera a tiro el nombre del agente Álvarez como el autor de la llamada anónima recibida por Burstein. En su explosión de jactancia, Ritondo tampoco omitió el protagonismo de Toma en semejante descubrimiento. Dicen que su falta de discreción habría enfurecido al ex jefe de la Side duhaldista, al punto de que éste terminaría por llamarlo a silencio de un modo poco cordial. Pero el mal ya estaba hecho; a partir de ese momento, periodistas de varios medios recibieron mails que daban cuenta de su infidencia.
Lo cierto es ello hirió de muerte a la ingeniería de la maniobra, ya que puso en evidencia una estructura de espionaje al servicio del PRO; la misma habría sido utilizada para al menos tres propósitos: identificar al agente de la Side, realizar un seguimiento sobre su persona e interceptar –tal como se refleja en una nota publicada el 5 de junio en Clarín por el propio Santoro– las llamadas entre el agente y una tal Gloria Lester, quien sería la secretaria del director de Reunión de la Side, Fernando Pocino.
Justamente para encubrir tal operatoria, se recurrió a la figura de Santoro.
Ahora se sabe que, ya concluidas las tareas de inteligencia sobre el Álvarez, se le proporcionó al hombre de Clarín todos los datos recabados sobre él, junto a una imagen del presunto autor de la llamada a Burstein, captada por la cámara del locutorio que se usó a tal efecto y otra fotografía del agente tomada furtivamente en una fecha imprecisa. El informe sería publicado por el diario de los Noble como si se tratara de una pesquisa hecha por quien la firmaba, lo cual, desde luego, provocaría un fingido asombro entre la dirigencia del PRO, antes de instalar la creencia de que detrás del expediente que tanto desvela al macrismo está la mano negra del Poder Ejecutivo nacional.
Si, en efecto, Toma fue el factótum de dicho montaje, no se podrá negar su naturaleza prolífica. De hecho, también se le atribuye el súbito desembarco del ex senador entrerriano y fugaz subjefe de la Side, Héctor Maya, quien, a raíz de un supuesto encuentro con Oyarbide, puso en su boca la siguientes palabras: “A Mauricio me lo llevo puesto”. En tal oportunidad, la caja de resonancia corrió por cuenta del prestigioso animador Jorge Rial, en cuyo programa radial se difundió el embuste. Ya se sabe que ello fue el corpus argumental con el que los abogados de Macri intentaron sin éxito recusar al magistrado.
Ya en la primavera de 2009 –tal como reveló Miradas al Sur en su edición del 4 de octubre–, operaba en el Hotel Savoy una unidad de espionaje dirigida precisamente por Toma, y varios comisarios exhonerados de la Policía Federal. Su misión: monitorear a políticos, empresarios y periodistas por encargo de un pool formado por el Grupo Clarín, el peronismo disidente y el Ministerio de Seguridad porteño.
Al día siguiente, entrevistado por el sitio La Política Online, Toma ensayó una increíble defensa ante semejante imputación: “Lo que sí hay –sostuvo– es una operación de todo el PJ disidente contra la Ley de Medios. Esto está claro y es algo en lo que participo y estoy muy comprometido. De hecho, hago todo lo posible para cagarle esta ley a los Kirchner, y con una intencionalidad que nos coloca en una misma sintonía con todo el sistema multimediático”.
–En Miradas al Sur dan cuenta de su íntima relación con Clarín –comentó el entrevistador.
Y la respuesta fue:
–Todo el mundo sabe cuál es mi relación con el Grupo Clarín o con el Grupo América: la cotidianeidad y la amistad de añares, no hay dudas. Pero de ahí a que tengamos intereses económicos, nada que ver. Una cosa es la política y otra los intereses económicos. Que estos intereses coincidan en una operación se puede dar perfectamente.
Dicho esto, dio por concluido el diálogo.
Nacido en 1949, este licenciado en Filosofía y Teología por la Universidad del Salvador, casado y con dos hijos, se inició en la militancia junto a otras estrellas políticas como Carlos Grosso y José Luis Manzano, junto a los cuales impulsaría la Renovación Peronista en 1983. Dos años después, fue elegido diputado nacional. Presidió la Comisión de Defensa Nacional de la Cámara Baja entre 1987 y 1997. Luego, durante los últimos años del menemismo, fue secretario de Seguridad Interior. Y en 2002, bajo el interinato de Eduardo Duhalde, su carrera daría un giro a la medida de sus apetencias.
El heraldo de ello no fue otro que el entonces canciller Carlos Ruckauf.
–Te vas a la Side –fueron sus exactas palabras.
En la central de espías acababa de ser eyectado Carlos Soria por la masacre del Puente Pueyrredón y Duhalde había puesto el ojo en ese político aficionado a las novelas de intriga que se obstinaba en teñir su cabello de rubio ceniza. Por cierto, el flamante Señor 5 solía ufanarse de ser “un hombre de la comunidad de inteligencia”. Y solía jactarse de ser el niño mimado de la CIA. Al respecto, solía repetir un latiguillo: “Trabajás con ellos o sos de cabotaje”. De su paso por esa gestión arrastra un procesamiento penal por irregularidades en 12 contrataciones directas. La causa está nada menos que en manos de Oyarbide.
Ello, en parte, puede llegar a explicar su empeño casi obsesivo por operar contra este magistrado en la causa del Macrigate. Aunque también habría otra razón de peso: cultivar buenas migas con el jefe de Gobierno porteño, a través de favores que pocos estarían dispuestos a hacer, a cambio de un jugoso contrato entre el Ministerio de Seguridad presidido por Montenegro, y la filial criolla de la empresa española Plettac Electronics, uno de cuyos directores es nada menos que su propio hijo, Federico Toma. El asunto gira en torno de la provisión de cámaras de seguridad, las negociaciones están avanzadas y cuentan, además, con el beneplácito del ministro de hacienda porteño, Néstor Grindetti, quien sería el encargado de garantizar las partidas presupuestarias necesarias para este negocio, el cual desde hace casi un año está fogoneado por los diputados Ritondo y Daniel Amoroso.
Así las cosas.
Mientras se desprende de la Operación Locutorio que el macrismo conserva una estructura de espionaje propia, cinco diputados nacionales del PRO –encabezados por Federico Pinedo– pidieron el juicio político de Oyarbide. Sostienen que la presunta participación de un agente de inteligencia en la denuncia del caso de las escuchas ilegales es una prueba irrefutable de que se trata de una maniobra contra Macri.
Ello no es sino un razonamiento cuestionable; el dato en sí carece de importancia, ya que –sea quien haya sido el autor de la llamada–, está absolutamente probado que Ciro James –un hombre de confianza del Fino Palacios–, en combinación con policías y jueces misioneros consumó los hechos que se investigan.
Por su parte, si bien la Side reconoció que el tal Álvarez es tropa propia, Gendarmería no pudo determinar –comparando sus fotos con la imagen del locutorio– si éste realmente fue el autor de la llamada a Burstein.
Por lo tanto, la comedia de enredos macrista aún está lejos de su final.
La Cámara Federal rechazó la recusación
Después de que la Cámara Federal porteña rechazara ayer el pedido del jefe de Gobierno, Mauricio Macri para que el ex senador menemista Héctor Maya declare como testigo en la audiencia en la que debe fundamental su pedido de recusación, vuelve a complicarse la situación del jefe del Pro.
La Sala I de la Cámara, con la firmas de Jorge Ballesteros. Eduardo Freiler y Eduardo Farah, decidió no abrir más pruebas porque la causa se resolverá con todo lo presentado en el expediente.
Macri había solicitado el apartamento del juez Norberto Oyarbide, que lo procesó por la causa de las escuchas ilegales. El jefe de Gobierno se basó en las declaraciones de Maya que dijo que, durante una conversación que tuvo con el juez en el restaurante El Mirasol, de la Recoleta, Oyarbide le había dicho lo siguiente: "Me lo voy a llevar puesto a Macri".
El relato del ex senador menemista fue utilizado por Macri, que aduce desde que se inició la investigación como estrategia que la causa por la que fue procesado "se trata de una maniobra del kirchnerismo". Maya, en declaraciones en los medios, contó que fue a verlo a Macri para "alertarlo" de la conversación que había tenido con el juez. "Fácilmente podía recusarlo con todo eso", había dicho Maya.
Asimismo, los diputados nacionales del PRO tampoco tardaron en pedir el juicio político contra Oyarbide. Entre los fundamentos, aducen que se trató de una investigación "parcial" y que "impidió saber la verdad". Es ahí que, dentro de los fundamentos y pruebas para avanzar contra el magistrado, el macrismo citó las declaraciones de Maya como prueba principal para su defensa.
"La casualidad es que al momento en que se hace esta denuncia, Burstein estaba en Nueva York viajando con Cristina Fernández de Kirchner", dijo en declaraciones radiales el Jefe de Gabinete, Rodríguez Larreta, quien además acusó a Burstein de tener relación y datos de inteligencia del Gobierno.
 Diario Miradas al Sur
06-06-2010

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