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ESCUCHAS ILEGALES

Las nuevas pruebas de los contactos de Macri con James

El mapa de triangulación de las antenas telefónicas, correspondiente al lugar en el que se activó el equipo de Ciro James a las 23.05 del 27 de mayo de 2008, no deja duda alguna: determina –con una aproximación menor a los 100 metros radiales– la presencia del espía en la intersección de la Avenida del Libertador y la calle Tagle, en donde se domiciliaba el jefe de Gobierno porteño

Por R. Ragendorfer y W. Goobar
Comenzaba el primer segmento vespertino de la señal TN correspondiente al 8 de junio cuando la cámara exhibió la ancha sonrisa del invitado; era nada menos que el jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, a quien el animador Franco Salomone presentaría con una exagerada cordialidad. El zócalo de la pantalla mostraba la siguiente inscripción: “Vecinos vigilantes”. El funcionario pasó a explicar de qué se trataba:
–Le pedimos a la gente que nos ayude…
Salomone quiso saber de qué manera.
–Es simple: si ven un coche mal estacionado, le sacan una foto y la suben a nuestro sitio –fue la respuesta.
Luego, agregaría:
–Estamos impulsando una nueva cultura.
Fue su modo de significar que la delación era a partir de ahora una política de Estado.
La entrevista concluyó con Salomone declamando el correo electrónico al cual los soplones debían enviar dichas imágenes.
En ese mismo instante –por medio de una fuente vinculada a la empresa Nextel–se accedía a una imagen de otro signo; semejante documento que aún no fue incorporado al expediente del Macrigate– podría sellar de una manera lapidaria la suerte de Mauricio Macri.
Se trata del mapa de triangulación de las antenas de esa empresa, correspondiente al lugar en el que se activó el equipo de Ciro James a las 23.05 del 27 de mayo de 2008. Su resultado no deja duda alguna, dado que determina –con una aproximación menor a los 100 metros radiales– la presencia del espía en la intersección de la Avenida del Libertador y la calle Tagle, en donde por entonces el jefe de Gobierno se domiciliaba.
Tal conclusión ya era manejada por los investigadores mediante otros peritajes efectuados sobre las celdas invisibles de la telefonía celular, pero nunca de manera tan precisa como ahora. La diferencia es la siguiente: en el procesamiento de Macri se detalla en días sucesivos el paso del celular de James por tres antenas cercanas a la zona de Barrio Parque. Sin embargo, en esas fojas, los investigadores no efectuaron la correspondiente triangulación de las tres antenas en un mismo momento, lo cual permite establecer el recorrido y la localización del celular bajo rastreo.
El hecho en sí se refiere a las escuchas ilegales sobre el celular del cuñado manosanta, Néstor Leonardo; es decir, la pinchadura más embarazosa para heredero de don Franco.
El interés en el esposo de Sandra Macri no estaba depositado en sus poderes ocultos sino en una cuestión más terrenal; por aquellos días, los integrantes del clan libraban una batalla sin cuartel por el control de Socma, la nave insignia del imperio familiar. Y la figura de Leonardo –“un cazafortunas”, según el suegro– despertaba recelo. Su teléfono estuvo intervenido entre el 23 de mayo y el 22 de junio de 2008. Durante ese lapso, James retiró en 14 oportunidades las grabaciones del cuñado en la sede de la Side situada en la Avenida de los Incas. Y, luego de hacer escala en algún local McDonalds –el espía es un consumidor compulsivo de hamburguesas–, se dirigía con su preciada carga al hogar de Mauricio, en Barrio Parque. Inmediatamente después de la entrega final, sería recompensado con un jugoso contrato en el Ministerio de Educación.
En su momento, los defensores del alcalde porteño argumentaron que James en realidad podría haber entregado los registros sonoros en la residencia de Franco Macri. Ello no tardó en ser desestimado, ya que el anciano magnate se encontraba por entonces en China. Ahora, la triangulación de Nextel a la que accedió Miradas al Surprueba con claridad que el espía supo circular en forma puntual por el lujoso noveno piso de la calle Tagle.
Al respecto (ver el mapa), se advierte en forma indubitable que su teléfono, de acuerdo a las rectas de rastreo (líneas negras) trazadas sobre la división de tres celdas de Nextel en sectores (Palermo 3, Salguero 3 y Facultad 1) convergen hacia el domicilio en la cual Mauricio vivía. Y permiten descartar de modo rotundo el domicilio del jefe del clan.
El juzgado que instruye el caso remitirá en el transcurso de la semana entrante un pedido para que la empresa Nextel entregue tal elemento de prueba. Y en ello hay una razón de peso: una triangulación secuenciada –minuto a minuto– le permitirá al juzgado establecer con minuciosidad el recorrido exacto del espía en el momento de la acción.
En los últimos días, sin embargo, habrían surgido otras evidencias contra el alicaído líder del PRO.
La vida de los otros.
El caso Leonardo evidencia que en una primera etapa la estructura del espionaje macrista fue utilizada para dirimir entre parientes una interna empresarial. Pero con una leve salvedad: los gastos corrieron por cuenta del Gobierno porteño.
En aquellos días apareció en escena otro integrante de la famiglia: Ángelo Calcaterra –sobrino de Franco–, quien se quedó con los baluartes más lucrativos del holding Sideco. Sin embargo, se vería envuelto en una incómoda causa judicial.
Ese expediente fue iniciado por graves irregularidades en un proceso licitatorio que tenía como finalidad la reconstrucción del Hospital Santojanni. Resultó adjudicada la firma del primo Ángelo. Y fue el por entonces juez federal Guillermo Montenegro quien instruiría dicho proceso. Lo cierto es que, con una celeridad inusitada, éste decidió archivar el expediente. Ocurrió en octubre de 2007; es decir, a meses de que Macri ganara las elecciones. Por su parte, Montenegro ya había aceptado el ofrecimiento de integrar el gabnete del PRO.
El 25 de agosto de 2009, un legislador radical, Pablo Sebastián Litardo, presentó una denuncia contra Montenegro por su desempeño en el caso Calcaterra. Eso lo convirtió en un nuevo blanco del espionaje macrista. Cinco días después, el entonces subjefe de la Metropolitana, Osvaldo Chamorro –que el próximo martes será indagado– inició una investigación sobre él.
A las 12.50 del 4 de septiembre, Chamorro requirió desde su computadora los datos personales y patrimoniales de Litardo en la base de referencias comerciales Nosis. Era la primera fase de una investigación ilegal destinada a reunir información sobre amistades, actividades y cualquier circunstancia en la vida de Litardo que, llegado el caso, pudiesen ser usadas en su contra. Sólo Macri, Calcaterra y eventualmente Montenegro podían tener un motivo para espiarlo.
Tanto las escuchas a Leonardo como la investigación sobre Litardo apuntan inequívocamente sobre la figura del ex presidente de Boca. No obstante –según deslizó una fuente del Gobierno porteño– lo que más preocupa por estas horas a Mauricio es la posibilidad de que aparezca alguna escucha telefónica hecha a su ex esposa Isabel Menditeguy cuando ambos protagonizaron un tormentoso divorcio. Dicho trámite se inició tras la separación de la pareja, en el otoño de 2005, y se prolongaría hasta junio de 2008. Al principio, la mujer le reclamaba al que fue su cónyuge unos 120 millones de dólares.
Dicen que, en la intimidad, Mauricio la llamaba a ella Lupita. Y que Isabel lo había bautizado a él con el siguiente sobrenombre: Pipino. La edición del jueves 8 de marzo del diario La Nación vino con una sorpresa. En la página 3 y sobre un fondo negro, apareció un texto críptico y de tono amenazante en el que una tal Lupita G. le reclama a un tal Pipino unas obligaciones patrimoniales incumplidas.
El texto completo de la solicitada dice: “Las investigaciones reservadas detectaron que el sujeto extrajo dinero y otras cosas de valor con artificios y engaños. Con el ánimo de no pagar, eludió todas sus obligaciones y sigue sin dar respuesta satisfactoria alguna. Curiosamente, ese mismo sujeto se presenta ante los demás y dice defender prácticas e ideas honorables. ¿Habrá que denunciarlo?”.
Por entonces, Macri había transferido activos y efectuado donaciones a sus hijos para reducir su patrimonio. Y la señora Menditeguy confirmaría en los diarios que los bienes de su ex se habían devaluado en varios millones, debido a que su ex suegro le había vendido a Calcaterra las empresas más lucrativas del holding Sideco. Al final, Isabel obtuvo por su divorcio unos 25 millones. Ahora, el hombre al que llamaban Pipino teme la aparición de añejas grabaciones relacionadas con esa disputa.
El agente que volvió al frío.
Siempre luego del mediodía del martes, mientras Rodríguez Larreta concluía por TN su anuncio sobre la puesta en marcha del polémico Servicio Macrista de Delación Vecinal, el jefe de Gobierno porteño, cuyo vehículo oficial había quedado atascado en la avenida Paseo Colón, no dudó en recurrir al auxilio de un motoquero –tal como los medios lo reflejaron sin omitir el simpático lapsus de Mauricio, quien calificó de “motochorro” a su auxiliador–, para no llegar con más demora al edificio judicial de la avenida Comodoro Py, en donde tendría que fundamentar ante la Sala I de la Cámara Federal la recusación al juez Norberto Oyarbide.
Sus defensores, Ricardo Rosental y Santiago Feder, lo aguardaban allí con una expresión sombría; el motivo: la declaración testimonial de Hugo Álvarez –el agente de la Side señalado en confusas circunstancias como el autor del llamado que alertó a Sergio Burstein sobre la pinchadura de su celular– había derrumbado tal creencia, junto con la estrategia de responsabilizar a través de su persona al Poder Ejecutivo nacional por el armado de la causa.
El periodista Daniel Santoro había revelado su identidad en el marco de una supuesta investigación exclusiva publicada el 3 de junio en el diario Clarín. Desde el 31 de mayo, sin embargo, tal primicia era ya un engorroso secreto a dos voces: la del diputado del PRO Cristián Ritondo, y la del columnista de La Nación Carlos Pagni. La jactancia del primero anticipó en los pasillos de la Legislatura los detalles de dicha revelación, mientras una nota –sin firma– del otro, publicada en paralelo a la de Santoro, desnudaba el carácter apócrifo de su pesquisa. Ahora era público que el asunto había sido en realidad fruto de una operación urdida en las entrañas del macrismo. Y por su orquestador de cabecera: Miguel Ángel Toma.
El acto final de la maniobra tuvo visos desopilantes, ya que los abogados Rosental y Feder no salían de su perplejidad al no poder reconocer en el juzgado de Oyarbide al agente Álvarez, a quien la inteligencia macrista señalaba como el autor de la llamada a Burstein. Feder hasta deslizó que aquel hombre era en realidad un doble que reemplazaba al verdadero Álvarez.
Lo cierto es que la maniobra dejó al descubierto un aparato de espionaje al servicio del PRO, que –en este caso– fue usado para al menos tres propósitos: identificar al agente de la Side, realizar un seguimiento sobre su persona e intervenir –tal como refleja la nota de Santoro– sus llamadas al organismo de la calle 25 de Mayo. En otras palabras, Macri y los suyos esta vez habrían incurrido en una clara violación a la Ley de Inteligencia por haber revelado secretos de Estado.
A un paso de que la Cámara confirme su procesamiento, Macri se aproxima a su escenario más temido: pedir licencia por tiempo indeterminado como única forma de eludir el juicio político y la destitución.
Diario Miradas al Sur
13-06-2010
 

 

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