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ESTELA: Documental de S. Di Florio y W. Goonar

CARMEN ARGIBAY

“La mujer tiene la necesidad y el derecho de decidir sobre su propio cuerpo”

Tiene un currículum intachable. Goza de prestigio académico y reconocimiento internacional. Algunas de las posiciones de Carmen Argibay, como su opinión contraria a reprimir el aborto, implican un cambio radical en la Justicia argentina. Ya hay reacciones en su contra de sectores conservadores y de la Iglesia Católica.

Por Walter Goobar y Raquel Roberti
Los memoriosos cuentan que Carmencita, como la llaman sus familiares, era una beba preciosa: rulos rubios, bellos ojos claros y cara entre angelical y pícara. Tan linda dicen que era, que la buscaron para filmar junto a Santiago Gómez Cou una película de nombre “olvidado por todos”. Nadie se explica cómo su padre, un médico de normas rígidas, aceptó esa incursión en el mundo del espectáculo. Argibay sigue siendo coqueta aunque sin ostentación: busca detalles, por ejemplo un pañuelo de seda, pero a los 64 años no está preocupada por la vestimenta. Su currículum es impresionante. Desde enero pasado ocupa un lugar en el Tribunal Penal Internacional. Pero a pesar de sus logros reconoce que hay algo que no pudo solucionar en su paso por los tribunales argentinos: en todos los despachos que ocupó, las sillas del magistrado eran tan altas que tuvo que pedir un banquito para apoyar los pies. “Es bajita pero sus convicciones la hacen gigante”, afirmó uno de sus ex colaboradores. Si supera el período de impugnaciones y el Senado de la Nación aprueba el pedido del presidente Néstor Kirchner, será la segunda mujer en la historia que ocupe un lugar en el más alto tribunal argentino.
–¿Qué significa para usted que el Presidente la haya nominado para integrar la Corte Suprema?
–Sin duda, esta designación es un gran honor. De todas maneras hay que esperar, el tema no se va a resolver muy rápido. Fíjese que el nombramiento del doctor (Eugenio) Zaffaroni demoró mucho.
–El procedimiento de impugnación de la candidatura de Zaffaroni fue bastante sangriento. ¿Usted está dispuesta a someterse a un proceso tan desgastante?
–No tengo ningún problema. El procedimiento es el que debe ser porque entonces todo el mundo sabe de quién se trata. Esto no es una novedad, es una cosa que en Estados Unidos se hace desde siempre. A mí me parece que ayuda a la transparencia. Lo que sí me parece es que hay algunos señores que abusan de esto. Yo he visto audiencias en distintas partes del mundo donde a los candidatos se los pasea por todos los temas que interesan al país. Lo que no me parece bien es que se entre en críticas personales de las que nadie sabe mucho y que consisten en hablar en base a chimentos y rumores que no tienen seriedad.
–Zaffaroni también se prestó de buena manera a este proceso y tuvo algunas impugnaciones serias que no tenían que ver con la vida privada. Salió mal parado cuando tuvo que explicar su historia impositiva y por haber cumplido funciones durante la dictadura...
–Yo no tengo ningún problema. Por ejemplo, en esos dos aspectos mi historia es muy clara. Durante la dictadura estuve nueve meses detenida en la cárcel de Devoto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, es decir, sin ningún cargo concreto. Era evidente que en el Poder Ejecutivo de entonces no me querían. En la cámara donde yo trabajaba me dieron de baja “porque no iba a trabajar”. Claro, cómo iba a ir trabajar si estaba presa. Y después la Corte confirmó la baja. En cuanto a las declaraciones juradas, siempre las hice públicas, aun antes de que fuese obligatorio.
Los nueve meses que pasó en la cárcel de Devoto, cuando recién había fallecido su padre, a Carmen Argibay la cambiaron profundamente: se volvió más expresiva en sus afectos, más flexible en su vida cotidiana, aunque le costó años verbalizar su experiencia detrás de las rejas. Desde diciembre de 1976, cuando la liberaron, hasta el regreso de la democracia ejerció la profesión en la casa que siempre compartió, y todavía comparte, con su madre de 93 años.
Pero Argibay ya estaba acostumbrada a lidiar con el poder y los prejuicios desde su época de estudiante. Por entonces los pantalones sobre cuerpos femeninos estaban prohibidos en la facultad, pero junto a su compañera María Eugenia Urquijo hacían oídos sordos a las críticas y se los calzaban cada día. Antes de recibirse, en 1959, comenzó su carrera en Tribunales: una de tres mujeres en una oficina de veinte empleados. En 1974 se convirtió en la primera mujer en ocupar la secretaría de la Cámara Penal.
En junio de 1984 juró como jueza de un tribunal de sentencia y cuatro años después ascendió a la Cámara del Crimen. En 1992 pasó a integrar el Tribunal Oral número 2 de la Capital. Allí tuvo que fallar en algunos casos famosos como el juicio por el abuso de un menor del técnico Héctor “Bambino” Veira y el que involucró a la secta La Familia, también con casos de abusos a menores y esclavitud. En ambos casos se inclinó por las condenas más duras.
En Tribunales se ganó el respeto de colegas y subordinados por su dedicación: escribía las sentencias de puño y letra después de examinar a fondo cada expediente. Siempre puso en práctica su máxima de cabecera: “La sentencia no debe ser para los abogados sino para que la entienda el justiciado”. Sus defensores destacan que sus fallos no son “un laboratorio jurídico”; por el contrario, separa su pensamiento de los argumentos para sentenciar.
–¿Es verdad que cobra una jubilación del Poder Judicial?
–Es correcto, en este momento tengo una jubilación y naturalmente pienso pedir que me la suspendan si es que finalmente llego a ser elegida. No voy a estar cobrando una jubilación y un sueldo como hicieron (Ricardo) Levene y (Julio) Nazareno.
–Usted fue titular de la Asociación de Magistradas. ¿Por qué se destaca como tan significativo que se incorpore una mujer a la Corte?
–Pienso que es importante darles participación a quienes somos más del cincuenta por ciento de la población del país. No somos ciudadanos de segundo orden. Tenemos las mismas capacidades y obligaciones y la necesidad de que se reconozca eso. Pero, por otra parte, la visión de la mujer es distinta en muchos temas y eso es muy positivo...
–Por ejemplo...
–En cuestiones de familia, en materia de violencia doméstica, en todos los delitos sexuales hay una visión completamente distinta desde el punto de vista de la mujer. Esta mirada es tan válida y necesaria como la del hombre.
Argibay es una reconocida defensora de los derechos de la mujer, pero no se considera feminista. Es la tercera hija de siete, creció en un hogar de librepensadores que le heredaron tanto la responsabilidad y la conducta metódica como el amor por la música y una amplia educación cultural: se maneja tan bien con el inglés y el francés como con el español, sabe algo de alemán y también incursionó en el aprendizaje de violín.
–¿Cuál es su postura frente al aborto?
–¿En el sentido de si soy una abortista?
–Nunca se lo hubiera formulado de manera tan extrema, creo que nadie es abiertamente abortista...
–No, nadie es abortista... En primer lugar, yo creo que la mujer tiene la necesidad y el derecho de decidir sobre su propio cuerpo. En segundo lugar, si a mí me garantizan que va a haber una educación sexual para que todas las chicas que recién empiezan tengan la posibilidad de decidir si quieren tener un hijo o no, entonces mantendría el aborto como delito. Mientras eso no ocurra, creo que todos somos responsables de esos chicos y de esas madres adolescentes –porque los padres generalmente se borran–, de manera que no creo que haya que hacerles cargar con esa cruz toda la vida. Y no hablemos de los casos en que el embarazo proviene de una violación. Ahí las leyes tienen que ser empleadas un poco mejor. Estamos con un poco de atraso en esa materia y cargándole a la gente –sobre todo a los jóvenes– una responsabilidad por una posición mental totalmente retrógrada.
–¿Es consciente de que esto que dice se va a convertir en la principal objeción contra su candidatura?
–Puede ser... puede ser.
–¿No le importa?
–No es eso. Hay una cuestión de desigualdad con ese tema: si el embarazo llega a ser de alguna niña de una familia pudiente, no tendrá problemas porque se dirá que esa niña tuvo “tres o cuatro operaciones de apendicitis”. Nunca van a reconocer que es un aborto. En cambio, si la chica embarazada no tiene los medios ni la educación y no sabe cómo mantener a ese hijo no deseado, es posible que acabe teniendo un aborto sin tener la asepsia conveniente y con la posibilidad de pescarse una infección y acabar en un hospital si es que no se muere, la matan o acaba vendiendo el chico o abandonándolo.
–¿El Estado de alguna manera desampara a esas mujeres?
–No digo eso, pero si alguien cree que las mujeres van a un aborto como quien va a una fiesta, está totalmente equivocado. Para cualquier mujer esa es una decisión y una carga muy terrible. Si seguimos prohibiendo la píldora del día siguiente o no enseñándole a la gente cuál puede ser un método anticonceptivo seguro o si seguimos creyendo que hacer propaganda para los preservativos es algo que está mal, no vamos a acabar nunca con todas las muertes que se producen cada año por abortos hechos en condiciones terribles.
En enero del 2002 se convirtió en la primera jurista argentina en integrar el Tribunal Penal Internacional de La Haya. Fue uno de los 27 jueces que seleccionó la o nU para juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la guerra de los Balcanes. Obtuvo el nombramiento con 120 votos, treinta más de los necesarios.
–Durante los últimos meses estuvo trabajando sobre los juicios de la ex Yugoslavia... ¿Cómo van esos procesos?
–Bien, porque la postura de Naciones Unidas es terminar con estos juicios lo antes posible. Es algo que no puede durar toda la vida. La idea es terminar con los juicios de primera instancia para el 2008 y las apelaciones en el 2010.
–¿Qué opinión le merece que Estados Unidos haya boicoteado a la Corte y que además pida inmunidad para sus tropas?
–Yo no creo que sea Estados Unidos en su conjunto. Es una política de la actual administración que podrá variar o no dependiendo lo que pase en las próximas elecciones. Lo cierto es que hay mucha gente que está deseando que Estados Unidos no se aísle y entre en la CPI. Creo que esta es una cuestión de propaganda o mala información porque Estados Unidos no tiene ninguna duda en que tiene un Poder Judicial perfectamente organizado y creíble, de manera que si se comprometen como todo los países firmantes del Tratado de Roma a hacer juicios lógicos y válidos, no se entiende el motivo por el cual está buscando este tipo de impunidad.
–¿Tienen una suerte de paranoia internacional?
–Algo de eso hay. Yo no creo en ese fantasma que están tratando de presentar de que todo el mundo está dispuesto a hacerles una especie de Guerra Fría a los soldados estadounidenses. No creo que eso sea verdad y me parece que es una cuestión política. La única posibilidad que tienen para sostener esto es tratar de convencer a sus conciudadanos de que todo el mundo está en contra de ellos. Creo que esta administración no sólo no quiere colaborar con la Corte Penal Internacional, tampoco quiere que funcione.
Argibay se define, con orgullo, como garantista y está de acuerdo con que los jueces paguen impuesto a las ganancias. También apoya categóricamente el juicio a los responsables de crímenes de lesa humanidad.
–¿Qué piensa sobre la postura del juez español Baltasar Garzón respecto del enjuiciamiento a los militares argentinos?
–Lo que debería primar es el criterio que ha llevado a la formación de la Corte Penal Internacional, es decir que haya una jurisdicción internacional para aquellos casos en que el país de la persona imputada no quiere o no puede –por distintos motivos– hacerse cargo del juzgamiento de esa persona. Esa es la postura que debería primar en todos los países que han ratificado el convenio de Roma y que –de alguna manera– se han comprometido con esta jurisdicción complementaria que es la Corte Penal Internacional. Cuando un país no quiere o no puede juzgar a sus nacionales involucrados en estos delitos, entonces puede intervenir la Corte Penal Internacional. Pero, por supuesto, la jurisdicción de la Corte comenzó recién a partir de que se lograron las sesenta ratificaciones mínimas que se necesitaban para que empezara a funcionar.
–¿Hay alguna experiencia que pueda rescatar de estos juicios para los procesos vinculados a los derechos humanos en la Argentina?
–Creo que es muy valioso poder tomar la jurisprudencia del tribunal para ir viendo cómo se van definiendo los crímenes contra la humanidad y los crímenes de guerra porque eso tiene que influir en la legislatura local. La Argentina ha ratificado casi todas las convenciones de derechos humanos, de manera tal que estamos obligados a adaptar nuestras leyes a los convenios que hemos firmado. Además, es bueno comprender que con gente que viene de distintos países, gobernados por distintos sistemas políticos, se puede establecer coincidencias.
–¿Se refiere a los dilemas éticos, jurídicos y políticos que estos temas provocan?
–Sobre todo a los jurídicos. Problemas éticos, en general no hay. Coincidimos todos, aunque puede haber alguna concepción política diferente pero en general casi toda es gente que ha trabajado con derechos humanos, en mayor o menor medida, por lo cual estamos de acuerdo. A veces las diferencias están en las interpretaciones.
“Escucha mucho y habla poco.” Esa actitud caracteriza a la doctora Argibay, según sus amigos. Es reservada tanto a nivel personal como profesional, cuentan que casi no mira televisión y es poco afecta a los chismes. “No van a amedrentarla con críticas ni ataques”, confesó a Veintitrés un familiar que también se dedica al derecho. Un prólogo a las reacciones que seguramente despertarán en los sectores más reaccionarios de la sociedad y en los políticos vinculados con la Iglesia Católica sus posiciones a favor de no reprimir el aborto y apoyar el castigo a los responsables de violaciones a los derechos humanos.


Elisa Carrió.
ARI
“Es una gran decisión. Carmen Argibay suma a sus cualidades de jurista sus extraordinarias condiciones personales, de sencillez y de dignidad. A lo largo de su trayectoria judicial ha demostrado sensibilidad y compromiso de lucha por la no discriminación.”
Eduardo Menem. Senador PJ La Rioja
“Es una jurista prestigiosa. Que integre un tribunal internacional es un antecedente que no se puede soslayar. Pero igual que con Zaffaroni hay que estudiar punto por punto su vida pública y será interrogada en aquellos casos que nos despierten dudas.”
Liliana
Negre de Alonso. Senadora PJ San Luis
“Estoy de acuerdo con su postulación. Es una verdadera defensora de los derechos humanos y una jurista de nivel internacional. De todos modos querría conocer más cosas. Algunos me dicen que está a favor del aborto. Si fuera cierto yo me opondría.”
Jorge Yoma. Senador PJ La Rioja
“No me sorprendió su postulación; es más, si no hubiese sido ella la elegida por el Gobierno me hubiera asombrado. Tiene una conducta intachable y solidez ideológica. Todo aquello por lo que muchos la criticarán es precisamente por lo que la banco.”
Revista Veintitrés
Numero edicion: 286 02/01/2004

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