Mauricio Macri protagonizó este lunes un nuevo capítulo de la huida hacia delante en la que está empeñado desde que el escándalo de las escuchas telefónicas le estalló en las manos.
Por Walter Goobar
Mauricio Macri protagonizó este lunes un nuevo capítulo de la huida hacia delante en la que está empeñado desde que el escándalo de las escuchas telefónicas le estalló en las manos. Ayer, cuando descalificó a los camaristas que lo procesaron y adelantó que pediría ir a juicio lo más pronto posible, el acorralado jefe de Gobierno estaba traduciendo a su propio lenguaje lo que habían dictaminado sus defensores: si apelan a Casación, en menos de diez dias tendrían una respuesta negativa, le dijero. Por ese motivo, la decisión de ir a juicio oral lo antes posible es tan ridícula e inevitable como si alguien que está cayendo desde un lugar de gran altura proclama que está decidido a aceptar la Ley de Gravedad. Como procesado, Macri no tiene ninguna otra forma de ascelerar el juicio oral que la de abstenerse de apelar por ejemplo- ante la Cámara de Casación.
Lo cierto es que tras la confirmación de su procesamiento, la situación de Macri se está haciendo cada vez más indefendible: a fines de abril pasado, el Jefe de la Policía Metropolitana confirmó el despido de nueve miembros de la plana mayor de la Metropolitana por estar procesados sin condena. Esta es la misma situación por la que ahora atraviesa el propio Jefe de Gobierno.
Aunque hasta ahora, ningún dirigente del PRO se ha desmarcado públicamente de la decisión de Macri de resistir en su cargo, soportando la formación de una comisión investigadora en la Legislatura, otro clima se respira puertas adentro. Si Mauricio no pide licencia, el escándalo de las escuchas ilegales puede instalarse cada vez más en la opinión pública. Ese es el motivo verdadero por el que desistirá de la apelación ante Casación.
Las consecuencias de tener un procesamiento firme y seguir ejerciendo el cargo como si no pasara nada podrían verse rápidamente. En el orden nacional, la candidatura presidencial ya está haciendo agua. Hasta hace unos días, Macri evaluaba si le convenía negociar con los caciques del Peronismo disidente encabezados por Eduardo Duhalde, pero lo más probable es que hoy Duhalde ni siquiera acepte aparecer en una foto con el procesado jefe de Gobierno.
En un intento de frenar su caída libre, Macri no sól está dispuesto aceptar la Ley de la Gravedad, sino que también a ordenado a sus diputados a evaluar la posibilidad de enfrentar el juicio político ante la Legislatura que exige parte de la oposición.
"Tenemos el número necesario para superar esa instancia, pero habrá que estar muy seguros", dicen fuentes cercanas a Macri que están empezando a cuestionar la temeridad de su jefe político
Dentro del macrismo son varias las voces que consideran que el juicio sería la única manera de evitar que el parlamento porteño se convierta en la tumba del PRO, aunque admiten que para llevar adelante esa estrategia, primero hay que "alinear a la tropa".
Para lograr la destitución la oposición necesita mayoría especial, es decir que 40 de los 60 legisladores voten contra Macri. Por estas horas, el PRO cuenta 24 votos propios. De esa manera, aseguran, Macri se alzaría con una victoria que lo dejaría mejor posicionado para afrontar el juicio oral.
Alrededor del Jefe de Gobierno se mueve un grupo de dirigentes asustados. Gabriela Michetti y Horacio Rodríguez Larreta, se agreden generosamente en todas las reuniones,; el ministro de Justicia Guilllermo Montenegro -cercano a Michetti-y el ministro de Hacienda, Néstor Grindetti, ya estan explorando las posibilidades de candidatearse como intendentes de San Isidro y Lanús por fuera d la estructura de Jorge Macri que es el primo armador oficial del PRO en la provincia.
Justo en el momento en que Macri más necesita que la Legislatura le responda, también se le complicó el frente legislativo. La reciente salida del peronista Daniel Amoroso -que se pasó a las filas de Francisco De Narváez-, redujo el bloque a 24 miembros y desencadenó una catarata de rumores sobre nuevas fugas.
De Narváez viene especulando con incorporar a los dirigentes que abandonan el macrismo. Si hay fuga de dirigentes podría ser el beneficiario.
Por otra parte, Macri está ahora más obligado que antes a mantener su candidatura presidencial. Abandonarla en este contexto de debilidad agudizaría su crisis porque implicaría aceptar tácitamente la responsabilidad política en las escuchas que hasta ahora ha negado.
Si optara por la licencia para evitar el procesamiento, la Ciudad sería gobernada por el vicepresidente primero de la Legislatura, Oscar Moscariello, un demócrata progresista que nunca formó parte del círculo íntimo del jefe de Gobierno porteño.
Convertido en una suerte de “héroe por accidente”, la peor pesadilla macrista es que Moscariello -un politólogo que integró la dirección ejecutiva de la Entidad Binacional Yaciretá, bajo la conducción de Martínez Raymonda-, se transforme en "el Cobos del PRO". Sin embargo, el omnipotente jefe de Gobierno es el responsable de esta virtual acefalía porque rompió la cadena sucesoria cuando obligó a Gabriela Michetti a dejar la Vice jefatura para ser diputada nacional. Macri, evidentemente, nunca imaginó que, en caso de emergencia, el PRO se quedaba sin sucesión propia.
Diario Buenos Aires Económico
20-07-2010