“La palabra democracia es muy popular en estos días. Hoy, virtualmente no hay país en el mundo cuyo gobierno no reivindique ser el gobierno de una democracia. Pero al mismo tiempo, virtualmente no hay país del mundo hoy del que otros –dentro del país y en otros países– no denuncien al gobierno por ser antidemocrático”, escribe el sociólogo e historiador estadounidense, Immanuel Wallerstein
Por Walter Goobar
“La palabra democracia es muy popular en estos días. Hoy, virtualmente no hay país en el mundo cuyo gobierno no reivindique ser el gobierno de una democracia. Pero al mismo tiempo, virtualmente no hay país del mundo hoy del que otros –dentro del país y en otros países– no denuncien al gobierno por ser antidemocrático”, escribe el sociólogo e historiador estadounidense, Immanuel Wallerstein en una columna titulada “Democracia, ¿en todas partes, en ninguna parte?”, que fue publicada en el diario mexicano La Jornada.
Wallerstein es una eminencia de las ciencias sociales y sus reflexiones sobre el tema de la democracia son más que útiles para analizar fenómenos autóctonos como la movilización en favor de la implementación de la ley de servicios audiovisuales en la Argentina, hasta los resultados de las recientes elecciones en Venezuela.
“Parece haber muy poco acuerdo acerca de lo que queremos decir cuando decimos que un país es democrático. El problema es muy claro en la misma etimología del término. Democracia viene de dos raíces griegas –demos, o pueblo, y kratia, dominio, la autoridad para decidir–. Pero ¿qué queremos decir con dominio? ¿Y qué queremos decir con pueblo?”, se pregunta el autor de El moderno sistema-mundo, su obra más importante.
En su reflexión sobre la democracia, el sociólogo norteamericano puntualiza que siempre es importante conocer la historia de las palabras y apunta a que hubo un tiempo no muy lejano en que el vocablo “democracia” tenía una connotación parecida a “terrorismo”: “La palabra democracia no fue siempre tan popular universalmente. La palabra arribó a su uso común político moderno durante la primera mitad del siglo XIX, sobre todo en Europa occidental. En ese entonces, tenía las tonalidades que hoy tiene el terrorismo”, dice Wallerstein.
El magistral retrato de aquella época en que “democracia” era una mala palabra se aproxima bastante al que los sectores concentrados y monopólicos de la economía, las finanzas y la comunicación quieren hacer valer aún hoy en la Argentina que imaginan prohombres y mujeres de la talla de Elisa Carrió y Héctor Magnetto, entre otros: “La idea de que el pueblo pudiera de hecho mandar era considerada por las personas respetables como una pesadilla política, soñada por radicales irresponsables. De hecho, el objetivo principal de las personas respetables era asegurarse de que no sería la mayoría de la gente quien tuviera la autoridad de decidir. La autoridad tenía que dejarse en manos de personas que tenían intereses en conservar el mundo como era, o como debería ser. Éstas eran personas con propiedades y sabiduría, que eran consideradas competentes para tomar decisiones”, relata el sociólogo estadounidense. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia y sólo puede ser atribuida a la imaginación de este cientista social.
Wallerstein desmitifica el carácter universal de esa palabra detrás de la que hoy se atrincheran los sectores que sólo quieren defender sus privilegios: “Tras las revoluciones de 1848, en la cual el pueblo se levantó en revoluciones sociales y nacionales, los hombres con propiedades y competencia se fueron atemorizando. Respondieron primero con la represión y luego con concesiones calculadas. Las concesiones eran admitir a gente, lentamente y paso a paso, a que votaran. Pensaron que el voto podría satisfacer las demandas del pueblo y en efecto lo cooptaría a que mantuviera el sistema existente”.
“Durante los siguientes 150 años, esta concesión (y otras) –continúa Wallerstein–, funcionaron hasta cierto punto. El radicalismo fue acallado. Y después de 1945, la propia palabra, democracia, fue cooptada. Ahora todos alegan estar a favor de la democracia, que es donde estamos hoy”.
Wallerstein, que hace un par de semanas estuvo en Buenos Aires, donde expuso sus argumentos sobre la crisis actual de la hegemonía estadounidense a nivel mundial, considera que esto ha acentuado la presencia de nuevos poderes políticos que buscarán su lugar en el sistema mundial. Señala –respecto de la democracia– que “el problema, sin embargo, es que no todo el mundo está convencido de que todos vivimos en países verdaderamente democráticos, en los cuales la gente –todo el pueblo– sean quienes en verdad mandan, es decir, toman las decisiones.
“Una vez que se escoge a los representantes –escribe Wallerstein–, con mucha frecuencia no cumplen las demandas de la mayoría, u oprimen a importantes minorías. La gente reacciona con frecuencia, protestando, con huelgas, con levantamientos violentos. ¿Es democrático que se ignoren las manifestaciones? ¿O lo democrático es que el gobierno se pliegue y se someta a la voluntad del pueblo?
“¿Y quiénes son el pueblo? ¿Son la mayoría numérica? ¿O hay grupos principales cuyos derechos deben garantizarse? ¿Deben grupos importantes contar con una autonomía relativa? ¿Y qué clase de compromisos entre la mayoría y las minorías importantes constituyen resultados democráticos?”, se pregunta el académico que concluye su columna con una referencia que parece escrita a medida de la Argentina:
“Finalmente, no debemos olvidar los modos en que la retórica en torno a la democracia se utiliza como instrumento geopolítico. Regularmente, denunciar a otro país de antidemocrático se usa como justificación para entrometerse en países políticamente más débiles. Tales intromisiones no necesariamente tienen por resultado que lleguen al poder gobiernos más democráticos; son sólo diferentes o tal vez con políticas exteriores diferentes.
“Quizá debamos pensar que la democracia es una reivindicación y una aspiración que no se ha concretado aún. Algunos países parecen ser más antidemocráticos que otros. Pero, ¿acaso hay países que puedan demostrar ser más democráticos que otros?”
Diario BAE
30-09-2010 /