Lo que el vudú no les enseñó a los haitianos es a protegerse de esa especie de ocupación neocolonial de 8.900 soldados de las Naciones Unidas con 4.400 policías que gastan, más o menos, 51 millones de dólares al mes en un país donde el 70% de la población vive con menos de un dólar al día. Haití sufrió la esclavitud, el colonialismo y las dictaduras más salvajes del continente y ahora experimenta una especie de ocupación neocolonial con barniz humanitario.
Por Walter Goobar
Los bailes del vudú siempre son en redondo para indicar el carácter circular y eterno de la vida y de la muerte. Algo semejante podría decirse de la tragedia perpetua que asuela a Haití, agravada ahora con el estallido de una epidemia de cólera, cuyas causas no han sido debidamente explicadas.
Conocido por el resto del mundo como la cuna del vudú –una religión que fue bastardeada por Hollywood–, este culto dio a los haitianos las respuestas necesarias sobre las relaciones humanas y espirituales. También les dio esperanza y confianza ciega en los dioses que los podían proteger inclusive de las balas. Les proporcionó recetas secretas, pociones mágicas, actos de encantamiento para protegerse o convocar al Diablo y les enseñó a los esclavos cómo hacer venenos que, según la tradición del África occidental es una forma de comprobar la verdad, y por supuesto de ejecutar a los enemigos.
Lo que el vudú no les enseñó a los haitianos es a protegerse de esa especie de ocupación neocolonial de 8.900 soldados de las Naciones Unidas con 4.400 policías que gastan, más o menos, 51 millones de dólares al mes en un país donde el 70% de la población vive con menos de un dólar al día. Haití sufrió la esclavitud, el colonialismo y las dictaduras más salvajes del continente y ahora experimenta una especie de ocupación neocolonial con barniz humanitario.
Los fieles del vudú otorgan especial atención al culto de los muertos que pueden retornar a su lugar de residencia, creen en las causas espirituales de las enfermedades y en la posibilidad de que los eventos naturales puedan ser alterados por efecto de la magia. Sin embargo, el estallido del cólera que se ha cobrado la vida de 1.800 personas, combinado con la característica inoperancia de la ONU ha generado un cóctel tan explosivo como surrealista en Puerto Príncipe: el surgimiento de una guerrilla urbana contra los cascos azules.
La burocracia de la ONU es pesada, cara, muy cara e ineficiente. Está formada por gente que vive en un mundo privilegiado sin que ello tenga contrapartida alguna con los resultados que obtiene en la tarea encomendada. Lo cierto es que ahora la ONU tiene pocas chances de exorcizar los demonios que ella misma ha liberado en Haití.
Diario Miradas al Sur
21-11-2010