Tuvieron importantes cargos en áreas como Economía, Justicia y Relaciones Exteriores. En esta nota se mencionan los hombres clave del Proceso y cómo se reciclaron en la democracia. A 29 años del golpe, no se arrepienten de nada. Además, las increíbles declaraciones de Juan Alemann: “En la ESMA torturaban por placer, en otros lados no. Le sacaban la información y los mataban”.
Por Romina Manguel y Walter Goobar
No se los investigó, no se los sometió a juicio, no se les exigió una autocrítica pública que tampoco están dispuestos a hacer. “Si buscan la pata civil del Proceso tienen que citar al pueblo argentino entero que estaba harto de la guerrilla”, argumenta un importante ex ministro de la dictadura. A diferencia de los uniformados que protagonizaron el golpe militar de 1976, los civiles de saco y corbata que desde el poder económico, desde la diplomacia, el derecho o la Iglesia instigaron, adhirieron y colaboraron activamente con la dictadura militar ocupando cargos clave, aún hoy siguen teniendo protagonismo. Son en la actualidad destacados miembros de una media docena de instituciones: la Fundación Konex, el Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI), el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, la Unión Industrial (UIA), el Banco Central y la Sociedad Rural, entre otros. Célebres apellidos como Cavallo, Solanet, Machinea, Durrié, Aguado, Estrada, Musich, Aja Espil, Alemann, siguen rigiendo los destinos de la Argentina. Como entonces, pero en su mayoría desde el anonimato. El golpe tuvo su aporte civil decisivo que sumó cuadros técnicos y un programa económico. Su núcleo fue el grupo dirigido por Jaime Perriaux, un abogado e intelectual de derecha. Disfrazaron con forma de proyecto aniquilar a la entonces diezmada guerrilla imponiendo la apertura externa, la desregulación de la economía y la protección de la renta financiera en ascenso. José Alfredo Martínez de Hoz fue el nombre emblemático del grupo. Otros civiles que no integraban el grupo de Perriaux y fueron decisivos en la instrumentación del plan integraron su gabinete económico. Y todos encontraron su lugar en la democracia: “Joe” integró los directorios de Estrella S.A., Acindar y el Banco General de Negocios. Hasta el día de hoy, los teléfonos del ex ministro suenan desde las nueve de la mañana y mantiene reuniones hasta pasadas las o nce de la noche. Muchos vinculan sus reiterados viajes al exterior con un fuerte trabajo de lobby que realiza desde la comodidad de su departamento en el edificio Kavanagh. Guillermo Walter Klein, su secretario de Programación y Coordinación Económica, es uno de los tantos civiles que encontró cobijo en el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires. Y es, como muchos, conferenciante del CARI, un elitista club donde su hobby son las relaciones internacionales. Alejandro Estrada fue secretario de Comercio Exterior del gabinete económico y en democracia ocupó la presidencia del Banco Privado y la vicepresidencia de la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA). Mario Antonio Cádenas Madariaga, secretario de Agricultura de Videla e integrante del grupo Perriaux, dio conferencias en el Ministerio de Economía en 2004 y sus libros se publican en editorial Astrea.
La vida académica es otro de los escenarios donde se destacan: Adolfo Diz presidió el Banco Central y hoy es profesor titular de finanzas internacionales de la UCEMA. Y Alejandro Reynal, el vice de Diz, es fundador, accionista y presidente ejecutivo de MBA y fue el vicepresidente de S.A. San Miguel, la mayor empresa comercializadora y exportadora de limones del mundo. El personaje fuerte del gabinete de Joe fue Juan Alemann, ex secretario de Hacienda. Aunque lo niega, dos sobrevivientes de la ESMA aseguraron que visitó el lugar (ver entrevista).
Dos civiles custodiaron la imagen de Videla. Ricardo Yofre fue subsecretario general de su presidencia. Su gestión en el Proceso tenía la aprobación del caudillo radical Ricardo Balbín. Es abogado y se desempeña ahora en la actividad privada. Virgilio Loiácono, asesor de la Secretaría General de la Presidencia entre 1976 y 1978, fue convocado por Fernando de la Rúa para ocupar en democracia la Secretaría Legal y Técnica de la Nación. Actualmente es el abogado defensor del ex ministro de la Corte Adolfo Vázquez y de De la Rúa.
En el frente diplomático, Arnaldo Musich fue el primer embajador en Estados Unidos. Hoy integra el consejo consultivo del Grupo Techint, el CARI y la fundación FIEL. Debió renunciar a su cargo por una frase que crispó a los militares: “Luego de la derrota de la subversión habría que limpiar el bisturí”. Fue reemplazado por un pariente de Videla, el conservador bonaerense Jorge Aja Espil, presidente del comité ejecutivo del CARI hasta hace un par de años.
En Francia, Tomás de Anchorena manejó la embajada mientras funcionó, regenteado por la Armada, el Centro Piloto de París, sede de la represión ilegal en Europa. Otro embajador de la dictadura en París aseguró a Veintitrés que “de los desaparecidos y las manifestaciones se encargaba gente que la Junta mandaba desde Buenos Aires para ese tema. De la SIDE. Los diplomáticos no nos metíamos”.
Jorge Zorreguieta, padre de la princesa Máxima de Holanda, se desempeñó como subsecretario de Agricultura. Los hijos de una desaparecida lo denunciaron por su posible participación en el secuestro y desaparición de la bióloga Marta Sierra, empleada del INTA. El papel de Zorreguieta durante la dictadura fue profusamente estudiado por el gobierno de Holanda, que le impidió asistir a la boda de Máxima. En la Argentina, en cambio, nada le ha impedido ser miembro titular de la junta directiva de la Unión Industrial Argentina (UIA) y titular de la Cámara de la Industria Azucarera.
UN INOCENTE. Frente a la brutalidad de Videla, algunos rescatan a su sucesor, Roberto Viola: “La historia fue injusta con él. Parecía un radical tradicional: apasionado por la educación, indeciso y sentía aversión por la violencia”, se escuda un ex ministro civil que integró su gabinete”. “Si hasta pensaba que la Armada lo quería matar porque quería llamar a elecciones.” El miembro más destacado de su gabinete fue el ministro de Economía Lorenzo Sigaut. Viola insistió para que sucediera a Martínez de Hoz, quien no confiaba que continuara su plan a pesar de las promesas de la Junta. Tenía razón: Sigaut devaluó y terminó con la “tablita”. Su frase: “El que apuesta al dólar pierde”. Aprovechó los contactos de su gestión para continuar en la actividad privada a través de su propia consultora, Searse. Jorge Berardi fue otro de los civiles que encontró remanso en el ámbito académico: el subsecretario de Hacienda dirigió la Maestría de Mercado de Capitales de la Universidad del Salvador.
Ramiro Esteverena, el asesor de Joe, es otro de los miembros del Colegio de Abogados de Buenos Aires. El frente exterior lo cubrió un personaje que recobró vigencia en la década menemista: Oscar Camilión, militante del MID que asumió la tarea de reconciliación con Brasil desde la embajada en ese país y luego fue canciller de Viola. José Antonio Romero Feris, que gobernó Corrientes en la democracia, se desempeñó como embajador en Costa Rica, y en democracia presidió la Comisión de Libertad de Expresión del Senado. Otra figurita conocida: Jorge Aguado. De ministro de Agricultura de Viola e interventor en la provincia de Buenos Aires de Galtieri pasó, en democracia, a ser vicepresidente del grupo Socma, conglomerado de sociedades del grupo Macri. En 2001 presidía IDEA, el Instituto de Desarrollo Empresario Argentino, que reúne a la crema del establishment empresarial.
Un estrecho colaborador de Aguado fue el ex titular del Banco Central de Carlos Menem, Pedro Pou. Entre la economía y el reciclaje, aparecen José Luis Machinea, que antes de asumir como presidente del Banco Central con Alfonsín y luego como ministro de Economía con De la Rúa, fue gerente de finanzas públicas del BCRA durante la dictadura. Un pasado similar tiene Osvaldo Cornide, actual titular de la Coordinadora de Actividades Mercantiles Empresarias (CAME) y uno de los organizadores de las recientes protestas contra la inseguridad. “Mi viejo nos dijo: si hubiese sido tan facho ustedes no me habrían salido tan zurditos”, contó Maitena Burundarena. La explicación tenía un porqué: Carlos se había desempeñado como ministro de Cultura de Viola.
LA GUERRA COMO ÚLTIMO RECURSO. Leopoldo Fortunato Galtieri se atribuyó el mayor de los logros que podía presumir la cúpula militar: el apoyo popular, una plaza, la de Mayo, llena festejando la victoria en Malvinas que no fue. En lo que llamó su “patriada”, los civiles tampoco lo dejaron solo. Roberto Alemann, hermano de Juan, fue su ministro de Economía y hoy, entre otras cosas, representa a la Unión de Bancos Suizos. Manuel Solanet fue su secretario de Hacienda. Había ocupado cargos en el gobierno de facto de Videla. Reciclado, Solanet fue secretario de Estado cuando Ricardo López Murphy ocupó el Ministerio de Economía durante el gobierno de De la Rúa. Y fue el hombre clave de FIEL, que dejó para fundar su propia consultora, INFUPA. Es miembro de la Comisión Económica de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y, desde 1998, miembro titular de la Academia Nacional de Ingeniería. Elvio Baldinelli ocupó dos cargos bajo la dictadura: fue embajador ante la Comunidad Económica Europea del ’77 al ’81 y secretario de Industria y Minería de Galtieri hasta 1982. En la democracia, encontró su lugar en la vicepresidencia del Banco Central durante el año ’90 y fue profesor del Instituto del Servicio Exterior de la Nación, de Cancillería. No estuvo ausente del directorio de Pirelli Argentina S.A. y es, como muchos de sus pares, miembro del CARI.
El penalista Roberto Durrieu, que de la mano de Juan Carlos Blumberg recuperó protagonismo, no sólo es su abogado y presidente del Colegio de Abogados de la Ciudad. Durrieu fue subsecretario de Justicia de la dictadura y prologuista de un libro del general Ramón Camps. Llegó al ministerio de la mano de Alberto Rodríguez Varela (que ocupó la titularidad del ministerio y actualmente es el defensor de Jorge Rafael Videla). En 1987 fue uno de los firmantes de una solicitada en la que expresaba solidaridad y reconocimiento a Videla.
LA RETIRADA. Las consecuencias de la guerra de Malvinas y la articulación de una salida diplomática imposible signaron el último gobierno de facto. Ahí también, los civiles hicieron la venia. José María Dagnino Pastore fue ministro de Economía, al que después sucedió Jorge Wehbe. En 1986 integró el gran jurado del premio Konex en el área Humanidades. Dos años después publicó Crónicas económicas, la Argentina del 69 al 88 y es otro de los vocales que ostenta el CARI. Gustavo Enrique Yrazu se desempeñó al frente de la Secretaria de Industria y Minería e integró el directorio de Perez Companc S.A.
Conrado Bauer estuvo al frente del Ministerio de Obras Públicas del ’82 al ’83. Hoy es, como otros de sus colegas, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería. Guillermo del Cioppo representa el papel bizarro en este continuo reciclaje de hombres-nombres: sucedió a Cacciatore en la intendencia de la Buenos Aires del Proceso. En 1980 declaró a la revista Competencia: “Pretendemos que vivan en nuestra ciudad quienes están preparados para hacerlo, no cualquiera. Erradicamos en tres años cien mil villeros...”. Ya en democracia, olvidó viejas expresiones para asumir como presidente de la comisión directiva de Los Amigos de la Ciudad. Adolfo Navajas Artaza fue ministro de Acción Social en la presidencia de Bignone e hizo una fortuna en la actividad privada con el grupo de empresas Las Marías, una de las más grandes del país, radicada en la provincia de Corrientes. La Asociación de Dirigentes de Empresas (ADE) y Konex fueron dos de las instituciones que lo premiaron.
Domingo Felipe Cavallo le puso el broche de oro al proyecto del establishment que acompañaba a la dictadura: el ex ministro de Economía de Carlos Menem y Fernando de la Rúa que hoy da clases en Harvard y cotiza en quince mil dólares sus conferencias, desde la presidencia del Banco Central estatizó la deuda privada.
Informe: Jorge Repiso
PASADO PRESENTE
Por R.C.
El problema es así: en la Argentina el pasado no termina de pasar. Basta con echar un vistazo al último escándalo de las narcovalija, que parece tan alejado de Videla & Cía. La empresa TAS, que en teoría velaba por la seguridad de SW, es decir que tenía que impedir el paso de armas y drogas, tiene un link con los mayores horrores de la dictadura: pertenece al marino Adolfo Donda Tigel, un ex represor de la ESMA reciclado en Ezeiza como “empresario de seguridad” de controles más bien laxos.
Si alguien se toma el trabajo de seguir los diarios argentinos descubrirá que el ayer es ahora con demasiada frecuencia.
Esta semana, Victoria Donda Tigel, sobrina del torturador que dejaba pasar valijas con cocaína, recuperó su identidad biológica: había sido apropiada en los ’70 por colegas de su tío, el mismo de TAS, el mismo de SW. Adolfo Donda Tigel hoy está preso por esa causa. Hasta ahora había trabajado normalmente en Ezeiza, como si no tuviera pasado, incluso para la aerolínea cubana.
En su currículum, Donda jamás evitó poner que durante la dictadura se había desempeñado en un centro clandestino de detención. La ESMA era eso. Pero las empresas lo contrataban igual. Acaso porque semejante pasado les parecía un buen antecedente para este, nuestro presente.
Revista Veintitrés
Numero edicion: 350 24/03/2005