El primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu está hecho una furia por los comentarios vertidos hace unos días en una reunión informativa por el director saliente del Mossad, Meir Dagan. El jefe de los espías israelíes admitió ante periodistas que Irán “no era capaz de desarrollar una bomba nuclear antes de 2015”.
Por Walter Goobar
El primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu está hecho una furia por los comentarios vertidos hace unos días en una reunión informativa por el director saliente del Mossad, Meir Dagan. El jefe de los espías israelíes admitió ante periodistas que Irán “no era capaz de desarrollar una bomba nuclear antes de 2015”. Al hacer esta afirmación como parte de su despedida como jefe del Mossad, Meir Dagan ha conseguido algo más que desagradar a Netanyahu; ha aceptado las anteriores Estimaciones de la Inteligencia Nacional (NIEs, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, una en 2007 y otra en 2005. La NIE de 2007 afirmaba claramente: “Irán no tiene actualmente armas nucleares”, algo que ningún experto en inteligencia habría negado, pero que una legión de expertos en los medios de derecha e incitadores del miedo han tratado a menudo de contradecir.
En 2005, una NIE afirmaba que incluso aunque Irán se empeñara en perseguir un programa de armas nucleares, al él le llevaría -por lo menos-, diez años construir una bomba. No está claro por qué Dagan -que siempre estuvo obsesionado con el supuesto poder nuclear iraní-, decidió retomar públicamente esa posición más realista. En un sumario entregado a la Comisión de Defensa y Asuntos Exteriores de la Knesset (Parlamento), Dagan mantiene que la República Islámica está lejos de producir armas nucleares, debido a ciertos fracasos que han ralentizado su programa durante varios años. Tras ocho años al frente del Mossad, Dagan ha sido relevado por Tamir Pardo, con quien ha viajado en las últimas semanas por todo el mundo para presentarlo a sus homólogos de otros países, según relata el diario israelí Haaretz.
Durante los últimos ocho años, el rostro del Mossad ha sido el de Meir Dagan. No sólo por ser la única cara con nombre y apellido que el servicio secreto da a conocer, sino también porque desde que fue nombrado en 2002, Dagan machacó a sus agentes la consigna de que todo valía para frenar a Irán. “Dagan se despertaba y se acostaba pensando en la bomba nuclear iraní”, explicó a este cronista un colega israelí que conoce la trastienda del Instituto de espías cuya sede está ubicada en en Glilot, al norte de Tel Aviv.
Considerado eficaz y despiadado, el viejo Dagan fue el responsable de varias operaciones contra científicos nucleares iraníes que han muerto o desertado, y del sabotaje contra laboratorios e instalaciones nucleares que han ardido en llamas. Su más reciente éxito, fue introducir un gusano informático que enloqueció a las centrifugadoras de uranio de los ayatollas. Tácitamente, Dagan admite la responsabilidad de sus agentes en los ataques a plena luz del día contra cargamentos de armas para la Guardia Revolucionaria iraní.
De los controvertidos métodos de Dagan sabe el grupo chiita Hezbollaj, que enterró a su máximo jefe militar, el escurridizo Imad Mughniye, tras volar por los aires su camioneta Mitsubishi plateada en Damasco, la capital de Siria. Sobre Mughniyeh pesaba una orden de captura de Interpol por su presunta participación en el atentado contra la Amia, pero en febrero de 2008 tres agentes de Dagan introdujeron explosivos plásticos en el apoya cabezas de la camioneta de Mughniyeh y lo detonaron a distancia. Además de moral y jurídicamente condenable, la política de asesinatos selectivos como el de Mughniyeh no contribuye a un verdadero esclarecimiento de los atentados perpetrados en la Argentina, ni tampoco ha sido efectiva para garantizar la seguridad de Israel. Por el contrario, sólo han logrado acelerar el espiral de la eterna venganza: a la muerte del jeque Abbas Mussawi, secretario general de Hezbollah, le sucedieron los atentados terroristas en Argentina. Y el sucesor de Mussawi fue Hassan Nasralá, un dirigente más duro y mejor conocedor de la psicología y las vulnerabilidades israelíes.
Bastó una orden del primer ministro a la unidad Kidon, la sección del Mossad experta en acabar con los considerados por Israel como “amenaza terrorista grave”. En esta categoría entró el general sirio Mohamed Suleiman, asesor del presidente Assad y enlace conHezbollah, al que transfería sofisticados misiles capaces de alcanzar todo el territorio israelí. Imitando secuencias de las películas de James Bond, los agentes del Mossad lo neutralizaron desde el mar. Era viernes por la noche y Suleiman se encontraba en el puerto de Tartous. Entró en el punto de mira de un francotirador del Mossad. Un disparo bastó, pero se trata de un mortal juego de nunca acabar. El grupo islámico Hamas, también acusa al Mossad de Dagan de estar detrás del milimétrico asesinato de Mahmud al Mabhuh, aniquilado en un hotel de Dubai el 19 de enero de 2010. Al Mabhuh era el enlace con Irán para la compra de armas, según Israel.
Por su parte, el sucesor de Dagan es la cara más desconocida de un hombre que ha vivido 31 años en lo más profundo de la sombra. Tamir Pardo ya no puede ocultarse más detrás de su inicial. Recién el pasado 12 de enero recuperó su identidad celosamente guardada detrás de la inicial T. Antes de entrar en el Mossad en el ’80, Pardo sirvió en la unidad de élite de Sayeret Matcal del Ejército israelí bajo el mando del hermano del primer ministro, Yoni Netanyahu, que murió en 1976 durante la operación de rescate de los pasajeros secuestrados y desviados a Uganda.
Pardo no entró en el Mossad para ser oficinista o informático sino para formar parte de la temida unidad Cesarea, responsable de las misiones especiales de represalia contra los palestinos. Escaló posiciones en este departamento ultrasecreto cuyas acciones sólo se conocen si acaban en fracaso. De hecho, Pardo encabezó la comisión del Mossad que investigó el estrepitoso fracaso en el intento de asesinato del dirigente del grupo islámico Hamas en Jordania, Jaled Mashal en el ’97. Lo envenenaron pero el rey Hussein obligó a Israel a proporcionarle el antídoto además de liberar al fundador de Hamas, Ahmed Yasin.
Posteriormente el jefe del Mossad, Efraim Halevy, nombró a Pardo como responsable del departamento de las escuchas y seguimiento. Cuando Meir Dagan fue nombrado jefe del Mossad en el 2002, Pardo se convirtió en su número dos. Fueron intensos años en los que, según el diario Maariv, “se consiguieron, según fuentes extranjeras, grandes logros como la destrucción de la planta nuclear siria o la muerte del todopoderoso jefe militar deHezbollah, Imad Mughniyeh”.
En el 2009 y tras ver que Dagan no tenía intención de pasar a cuarteles de invierno, Pardo abandonó el llamado Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales al que vuelve hoy por la puerta grande.
Miradas al Sur
23-01-2011