Tras la partida del derrocado presidente Hosni Mubarak al exilio, se abren interrogantes sobre el papel que asumirán los militares frente a la protesta social. El verdadero factor de cambio y detonante de la ola de revueltas en el mundo árabe no han sido las redes sociales sino la irrupción de la cadena de noticias Al Jazeera
Por Walter Goobar
Tras la partida del derrocado Mubarak al exilio, se abren interrogantes sobre el papel que asumirán los militares frente a la protesta social. El papel de Al Jazeera en la revuelta Las pirámides han visto desfilar bajo su sombra a un número casi infinito de ejércitos y déspotas que creían que sus imperios eran eternos e invencibles: las legiones romanas, el Imperio Napoleónico, el III Reich y, durante las últimas tres décadas, contemplaron la prepotencia del despótico Hosni Mubarak. Dicen los egipcios que el hombre teme al tiempo y el tiempo sólo teme a las pirámides, pero el autocrático Mubarak no pudo con el poder anónimo y sin rostro de las masas. Tras 18 días de protestas incesantes, el último faraón de Egipto fue obligado a abandonar el poder y marcharse a un exilio dorado en los Emiratos Árabes Unidos (EAU), según informó la cadena de televisión árabe Al Arabiya.
El anuncio fue recibido con gritos de júbilo en la plaza cairota de Tahrir, centro neurálgico de las protestas de las últimas semanas. Mubarak se consideraba invencible y resultó ser tan vulnerable al juicio de su pueblo como cualquier otro dirigente. Pese a la alegría que se vive en las calles, todo indica que se trata de un Golpe militar signado por fuertes luchas de poder que plantean más interrogantes que certezas.
A pesar de que el vicepresidente Omar Suleiman es el hombre del régimen en el que recayó el poder formal tras la renuncia de Mubarak, el verdadero hombre fuerte del país es el ministro de Defensa y presidente del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, Mohamed Husein Tantawi.
En teoría, ese Consejo ha recibido la orden del propio Suleiman para tutelar la transición democrática. El mariscal Tantawi, jefe de los ejércitos egipcios desde 1991 y buen aliado de Estados Unidos, es una pieza clave entre los países árabes, y ante las negociaciones de paz con Israel es un hombre que fue fiel a Mubarak pero que al mismo tiempo se ha mostrado firme en aliarse con el pueblo en las revueltas y se negó a abrir fuego contra los manifestantes.
El ejército –que acompañó la revuelta nacionalista de Gammal Abdel Nasser contra la monarquía y también respaldó la llegada al poder del comandante Hosni Mubarak–, ahora pretende convencer a los egipcios de que se convertirá en el agente de la democracia.
Los gobiernos de Estados Unidos e Israel tenían todas sus fichas puestas en el vicepresidente Omar Suleiman como sucesor de Mubarak por su ardiente anti-islamismo, su disposición a hablar y actuar con dureza en lo que respecta a Irán y porque desde hace tiempo es el principal hombre de la CIA en El Cairo.
Mubarak sabía que Suleiman contaría instantáneamente con un lobby de partidarios en el cuartel general de la CIA en Langley. El ex jefe de los servicios de inteligencia es también uno de los favoritos de Israel: estuvo a cargo del expediente Israel y dirigió los esfuerzos de Egipto por aplastar a Hamás mediante la demolición de los túneles usados para el contrabando de armas y de alimentos hacia Gaza. En 2009, el periódico London Telegraph y la revista Foreign Policy declararon a Omar Suleiman el espía más poderoso de la región, incluso por encima del jefe del Mossad.
El poder no quiere ceder nada. Una neutralización de Mubarak, sí, pero nada más. En la plaza Tahrir de El Cairo se podía observar que el ejército había avanzado sus posiciones hacia la mitad de la explanada y bloqueaba ya algunas vías de acceso, como si los militares intentaran reducir la bolsa de manifestantes. Desde hace una semana, los sucesores de Mubarak juegan con el tiempo, intentando que aumente la parte apática y que vive al día de la población contra los rebeldes que impiden al país funcionar normalmente.
La euforia se repite por todo el país. Los egipcios llenan las calles celebrando la renuncia de Mubarak. Lloran, se abrazan, agitan banderas y bailan. Ciudadanos de distintas clases sociales, musulmanes y cristianos, liberales e islamistas –todos ellos, unidos por dos semanas de protestas– se han sumado a las fiestas callejeras. “Viva Egipto”, gritan.
Fósforos y facebook. Uno de los muchos chistes que circulan en internet representa a Hosni Mubarak en el paredón. El verdugo le pregunta: “¿Soga o disparo?”. El faraón caído en desgracia le contesta: “Facebook”. Si bien las redes sociales han jugado un papel importante en la caída de Mubarak, no deben ser sobredimensionadas. El verdadero factor de cambio y detonante de la ola de revueltas en el mundo árabe ha sido la irrupción de la cadena de noticias Al Jazeera, considerada el azote de todos los regímenes árabes, salvo del emirato de Qatar que la financia.
Un documental de Al Jazeera sobre Mubarak cuenta que, en el año 2000, cuando el presidente egipcio visitó Qatar, pidió conocer las oficinas del canal de noticias que ya había comenzado a revolucionar el panorama mediático de una región donde la mayoría de los medios están controlados por los Gobiernos. Mubarak acudió a los pequeños estudios de la cadena con una curiosidad que no tardó en transformarse en indignada sorpresa. “¿Tanto ruido desde esta cajita de fósforos?”, exclamó.
Es probable que Mubarak haya recordado aquella anécdota durante los 18 días en que la revuelta de millones de ciudadanos que pedían su cabeza fue transmitida en vivo por el canal árabe de noticias. Gracias a Al Jazeera, el mundo entero pudo constatar la humillación de Mubarak. El rey estaba desnudo y Al Jazeera lo contaba en directo.
La cadena de noticias –que llega a 200 millones de hogares en 100 países del mundo–, forjó su prestigio en Afganistán e Irak, cuando retransmitió las respectivas invasiones norteamericanas, en el cerco a Faluya; cuando fue el único canal que informó desde la ciudad bombardeada, en la guerra de Israel contra el Líbano, en la fatídica ofensiva israelí contra Gaza, entre 2008 y 2009, o en las revoluciones sociales que en estos días están cambiando la configuración del mundo árabe.
La mayor parte de sus televidentes sigue con devoción un canal que habla de lo que nadie quiere hablar, que está en los lugares a donde nunca acude la mayor parte de medios occidentales, que dedica programas enteros a causas ignoradas en Occidente y que genera debates sin censuras.
La ola de masivas revueltas se produce en un momento en el que no hay partidos nacionalistas radicales en el mundo árabe y eso ha determinado la táctica gandhiana de las enormes asambleas en espacios simbólicos que representan un desafío inmediato a la autoridad mientras el mundo está observando.
En 2009, el presidente Barack Obama eligió la tierra de los faraones para enterrar la doctrina del choque de las civilizaciones que había signado las relaciones de Occidente con el mundo islámico durante la era Bush. El escenario elegido para ese tardío cambio de paradigma no era azaroso: Egipto es la consecuencia, el despojo que queda tras la caída del sueño americano, la gran mentira coronada por la falsedad de una democracia nominal, cimentada en decenas de dictaduras periféricas. Por eso, la revuelta egipcia es quizá la primera insurrección contra los sistemas globales, la forma de rebelión más moderna, la más incierta y también la más loca.
Diario Miradas al Sur
13-02-2011