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El intervencionismo humanitario y Libia

El vacilante Obama parece haber inaugurado una doctrina basada en la idea de que la ‘alteración de regímenes’ es tan legítima como ‘ayudar a mantener en el poder a antiguos aliados dispuestos a introducir reformas’.

Por Walter Goobar
El vacilante Obama parece haber inaugurado una doctrina basada en la idea de que la ‘alteración de regímenes’ es tan legítima como ‘ayudar a mantener en el poder a antiguos aliados dispuestos a introducir reformas’.
El ilustrado y democrático Occidente ha decidido que hay que eliminar –o derrocar– a Muammar Khadafi, ese extraño beduino vestido por John Galliano que además es dueño hace años del 7,5% de la Juventus, el equipo de la FIAT. Mientras sirvió a los amos, el extravagante coronel Muammar Khadafi, con su carpa portátil y sus enfermeras ucranianas, era el mejor de los amigos. Abrazó alegremente el neoliberalismo; franqueó las puertas  de la energía a corporaciones europeas como BP, Repsol, Total y ENI; sus cuatro mayores proveedores de armas fueron Italia, Francia, el Reino Unido y Alemania; y los 70 mil millones de dólares de la Autoridad de Inversión Libia sirvieron para financiar grandes negocios europeos. Hasta hace menos de dos semanas, Khadafi estaba alineado con Obama, el presidente francés Nicolas Sarkozy, el primer ministro británico David Cameron y el primer ministro italiano Silvio Berlusconi.
Pero ahora, el vacilante Obama parece haber inaugurado una novedosa doctrina basada en la confusa idea de que la “alteración de regímenes” es tan legítima como “ayudar a mantener en el poder a antiguos aliados dispuestos a introducir reformas”.
Con la imposición de una zona de exclusión aérea sobre Libia, Obama ha resucitado la controvertida doctrina de su predecesor del “unilateralismo” y de la “intervención humanitaria” que llevaron a los anteriores inquilinos de la Casa Blanca a desastres bélicos y humanitarios en cada región del mundo donde fue ensayada. Pero a diferencia de sus desenfadados predecesores, Obama quiere  camuflar cualquier intervención unilateral en Libia “negándola” a cualquier precio.
La doctrina desempolvada por Obama es la misma que se utilizó para justificar hace 12 años la intervención militar en Kosovo. La guerra de Kosovo se hizo para detener un genocidio inexistente, la guerra de Afganistán para proteger a las mujeres que hoy están peor que entonces, y la guerra de Irak para proteger a los kurdos.
La nueva teoría de la “alteración de regímenes” acuñada por Obama es una peligrosa arma de doble filo porque no proporciona ninguna garantía de que Washington o la OTAN no vayan a emprender por sí solas la alteración de regímenes en cualquier rincón del planeta: una balcanización de Libia, exactamente como sucedió con Yugoslavia, o como el Pentágono, a través de oligarquías locales y mercenarios croatas, trató de hacer en Bolivia en 2008. Pareciera que el intervencionismo se ha vuelto moneda de curso legal. Por el otro lado, si las cosas salen mal, será probablemente el principio del fin del imperio estadounidense.
Todo indica que los EE UU y sus aliados, que ya están ayudando militarmente a los rebeldes, esperaban conseguir un “pedido del pueblo libio” para solicitar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas un mandato para imponer sanciones bajo los auspicios de la OTAN. El cálculo de Obama es que si se pudiera conseguir un “pedido del pueblo” libio, él y Occidente serían absueltos en términos históricos de la culpa de invadir a un país miembro de las Naciones Unidas –por lo menos, desde un punto de vista moral y político.
Robert Fisk, el veterano columnista del diario londinense The Independent, reveló este lunes que el zigzagueante gobierno de Obama ha pedido la ayuda del rey Abdullah de Arabia Saudita para transportar en secreto armas estadounidenses a los rebeldes libios en Bengasi, que serían pagadas por Riad a fin de que la Casa Blanca no tenga que rendir cuentas al Congreso de los EE UU y para que no haya un rastro que lleve a Washington. Los sauditas tienen sobradas razones para armar a los rebeldes libios con cohetes antitanque, morteros y misiles tierra-aire, porque Khadafi puso precio a la cabeza del monarca saudita hace más de un año. Sin embargo, la falta de originalidad estadounidense es alarmante: el esquema es una reedición  del escándalo Irán-Contras de la era Ronald Reagan.
Evidentemente, ninguno de los asesores de Obama  notó la coincidencia adicional de que este plan también replica la distribución de armas por los sauditas a los muyahidín en Afganistán en los años ochenta, a través de Pakistán. Aquella operación clandestina terminó abriéndole el camino al poder a los talibanes –que a su vez, sirvió de excusa para justificar la invasión de 2001.
La intervención de la OTAN en Libia será presentada a todo el planeta como el retorno del intervencionismo  humanitario. Nada más absurdo: si hay que proteger a los libios de las presuntas atrocidades cometidas por el régimen de Khadafi, no son los responsables de las atrocidades cometidas en los Balcanes o en Afganistán los más indicados para esa misión.
La OTAN ya ha decidido ampliar los vuelos de vigilancia de los aviones AWAC sobre territorio libio a veinticuatro horas al día. Esto, en realidad, quiere decir que ya están buscando blancos para ser bombardeados.
Las fuerzas especiales de los EE UU y los aliados están sobre el terreno en el este de Libia, proporcionando apoyo secreto a los rebeldes. Esto se reconoció tras arrestarse a ocho comandos de Fuerzas Especiales SAS británicas en la región de Bengasi. Según el Sunday Times, estaban actuando como asesores militares de las fuerzas de oposición.
Todas las guerras se adornan con justificaciones humanitarias, pero ninguna guerra es resolutiva y, por el contrario, cada una contiene el germen de la siguiente. En ese sentido, el endémico  intervencionismo sigue siendo uno de los peores rasgos –sino el peor– de la política exterior estadounidense.
Diario Tiempo Argentino
14-03-2011
 

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