Si no fuera por los muertos, la de Libia parece la caricatura de una guerra: rebeldes de todos los pelajes, fuerzas de la OTAN que no saben a quiénes están bombardeando, un ejército regular –el de Khadafi– que se invisibiliza porque ensaya tácticas de guerra de guerrillas y deja a la OTAN sin blancos. Los únicos que tienen algo claro son los habituales “buitres” de la economía, que apuestan a la partición de Libia.
Por Walter Goobar
Si no fuera por los muertos, la de Libia parece la caricatura de una guerra: rebeldes de todos los pelajes, periodistas que envían noticias sin saber dónde está el “frente”, fuerzas de la OTAN que no saben a quiénes están bombardeando, un ejército regular –el de Khadafi– que se invisibiliza porque ensaya tácticas de guerra de guerrillas y deja a la OTAN sin blancos a bombardear. Da la sensación de que los únicos que tienen algo claro son los habituales “buitres” de la economía, que ahora apuestan a una invasión terrestre de mercenarios y a la división de Libia en dos países.
Napoleón sentenció alguna vez que es mejor luchar contra una coalición que luchar como parte de una. A la misma conclusión parecen llegar los miembros de la coalición que pretende derrocar a Muammar Khadafi.
Libia es mucho más grande que Vietnam, Iraq y Afganistán juntos, y a la OTAN le encantaría bombardear todo lo que aparezca ante su vista, pero ni siquiera puede identificar en sus radares a las fuerzas de Khadafi.
Después de haber lanzado miles de misiles de uranio empobrecido sobre Libia, la coalición occidental ha caído en la cuenta de que los rebeldes no son la infantería que esperaba para seguir por tierra el camino que ellos despejan desde el aire.
Defraudados por los rebeldes, los militares británicos están proponiendo el envío de mercenarios para operaciones terrestres en Libia, mientras el jefe del AfriCom, el general Carter Ham, admitió ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado que podrían enviarse a Libia tropas estadounidenses porque hay pocas posibilidades de que el opositor Consejo Nacional de Transición (CNC) derrote a las fuerzas leales al líder libio.
Preguntado sobre la posibilidad de que la oposición pudiera “abrirse paso” hasta Trípoli y remplazar a Khadafi, Ham –que dirigió la campaña aérea de la coalición contra Libia antes de que se hicera cargo la OTAN–, respondió: “Señor, lo evaluaría como una baja probabilidad.”
Interrogado por el senador John McCain sobre si en la situación estaba “emergiendo un estancamiento”, Ham afirmó: “Senador, yo estaría de acuerdo con eso en este momento”. Parece que un “estancamiento” es “más probable” en la actualidad que al inicio de la campaña aérea del 19 de marzo, dijo.
El impulso para ampliar la intervención militar occidental sobre el terreno está ganando fuerza en Gran Bretaña y en los Estados Unidos. Un artículo del guerrerista Daily Mail nombraba a importantes figuras militares que propusieron al primer ministro David Cameron la participación de mercenarios “para entrenar y dirigir las fuerzas de oposición hacia Trípoli para poner fin al estancamiento militar”.
“Está claro que no podemos ganar la guerra desde el aire”, afirmó en ese medio una fuente militar. “Atacaremos objetivos desde el aire y ellos [los mercenarios] harán el trabajo sobre el terreno.”
Británicos y estadounidenses quieren utilizar en esa tarea a ex miembros de las fuerzas especiales de los EE UU que trabajan para empresas de seguridad privada. Aunque los miembros activos de los servicios aéreos especiales británicos no estarían formalmente vinculados con los rebeldes, a muchos les podrían dar un permiso de larga duración que les permitiese un lucrativo empleo privado para combatir en Libia. Actuarían como controles aéreos avanzados de los ataques aliados para despejar el camino a Trípoli.
Los impresentables rebeldes le han pedido a la OTAN un bombardeo en alfombra de sus propias ciudades, lo que demuestra que no les importan los “daños colaterales” entre los civiles. Si la OTAN accediera, las consecuencias serían tan tremendas que la opinión pública europea no toleraría esa masacre.
La coalición occidental se queja tanto de la falta de colaboración de los rebeldes como de la de Khadafi. Le achacan al líder libio haber colocado sus tanques en zonas pobladas, en vez de alinearlos en el desierto para que los aviones puedan practicar el tiro al blanco a gusto. Evidentemente, Khadafi aprendió de los errores de Saddam Hussein y no dejó sus blindados como patos sentados al sol en el desierto para que la “coalición de los dispuestos” los bombardearan a gusto. Por el contrario, está combatiendo con tácticas guerrilleras.
Distinguir desde el aire a los libios buenos de los libios malos es complicado, y los rebeldes se quejan de que uno de cada diez misiles dirigidos contra las tropas de Khadafi impacta contra ellos. En el tercer ataque contra un blanco equivocado, murieron medio centenar de rebeldes.
Ante el punto muerto militar, la alternativa razonable es iniciar negociaciones con Trípoli para un acuerdo a través de mediadores o declarar la formación de Libia Oriental un nuevo país. Los pozos petroleros se encuentran cerca de la línea de fuego, entre Ras Lanuf y Brega.
Por ahora, lo único cierto es que los rebeldes no van a ganar como esperaban. Si Khadafi sigue, ellos pierden. Pero si el dictador es expulsado, o si el país se divide y se quedan con la zona oriental, no será por méritos propios sino por la ayuda extranjera, y estarán en deuda con sus salvadores. Y los salvadores se cobrarán la deuda.
Tiempo Argentino
15-04-2011