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EL CASO GÉREZ Y LUIS PATTI:

Fantasmas del pasado

La desaparición de Luis Geréz -cuya declaración impidió a Patti acceder a una banca en Diputados- se asemeja peligrosamente al caso López. Mientras resucitan los fantasmas de la Triple A, uno de sus jefes, Eduardo Almirón, será extraditado para ser juzgado en Argentina por crímenes de lesa humanidad.

 Por Walter Goobar
“Una vez coincidencia, dos veces casualidad, tres veces acción del enemigo”, reza una máxima que los analistas de inteligencia respetan celosamente y que explica la gravedad que los Gobiernos de la Nación y la provincia le asignan a la presunta desaparición de Luis Geréz, el albañil y ex militante de la JP cuyo testimonio fue clave para impedir que el torturador Luis Patti accediera a una banca en la Cámara de Diputados. “Yo no podía ver, pero reconocí voces, una la tengo reconocida como la de Patti", declaró Gerez ante la Comisión de Peticiones, Poderes y Reglamento de la Cámara de Diputados.
El caso Geréz se suma la desaparición de Jorge Julio López hace ya más de 100 días, y rompe toda posibilidad de tratarse de hechos fortuitos, azarzos o casuales. El presunto secuestro de estos dos testigos claves en procesos por violaciones a los Derechos Humanos, plantea la irrupción de un escenario pesadillesco para cualquier Gobierno: el surgimiento de un Grupo de Tareas, una organización subterránea y celular que desde las sombras pretende resucitar los fantasmas de la Triple A, reinstaurando la estrategia de los secuestros y las desapariciones que signaron la década del ´70.
El 9 de noviembre pasado, el ahora desaparecido albañil Luis Geréz denunció haber sufrido en tres oportunidades el corte de las cuatro cubiertas de su auto, y haber sido interceptado por un desconocido que le dio datos precisos de sus movimientos y los de su familia. También contó que otro desconocido le mostró un arma de fuego desde un vehículo, mientras conducía a la altura del kilómetro 42 de la Panamericana.
Tanto la desaparición de Gerez como la de López conforman un patron que no responde al azar: ambos fueron testigos claves en procesos resonantes contra dos emblemas de la policía. Adicionalmente, la primera desaparición se produjo poco después de que el ex presidente de facto, general Reynaldo Benito Bignone lanzara un llamado público a la "juventud" a "terminar lo que nosotros no pudimos". La carta fue publicada en el sitio web de la agrupación que organizó el polémico acto por los muertos por la guerrilla. 
La estrategia de tensión implementada por esta organización subterránea responsable de ambos secuestros y centenares de amenazas, parecen calcadas de los manuales de acción psicológica que en la década del ´70 inspiraron, primero, la aparición en escena de la Triple A, y más tarde la institucionalización de la llamada “guerra sucia”. 
Las dos innovaciones introducidas en esrta “remake” de la estrategia del horror se resumen en la no reivindicación de los crímenes y la no aparición de las presuntas víctimas. De esta manera, no hay perpetrador ni cuerpo del delito.
El secuestro de Geréz también coincide con un pedido de extradición de Eduardo Almirón: un ex jefe de la Triple A que fue detenido en España. El juez federal Norberto Oyarbide, que también ha llamado a declarar a Estela Martinez de Perón, considera que la Triple A fue “la antesala del plan sistemático de desaparición de personas”.
Es la primera vez que la Justicia argentina establece que los ataques, secuestros y asesinatos que se sucedieron durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón son delitos de lesa humanidad, que no prescriben, y que deben seguir bajo investigación. 
El expediente judicial sobre los asesinatos de la Triple A se originó en 1975, pero casi nadie recordaba que existía hasta diez días atrás, cuando el diario español El Mundo reveló que Almirón, quien había sido guardaespaldas de Isabelita y José López Rega, vivía en la localidad de Torrente, a diez kilómetros de Valencia. Almirón, de 70 años, hace ejercicios para recuperar la memoria que una embolia le arrebató...
A la Triple A, cuyo sumario instruye el juez Oyarbide, se le atribuyen entre 600 y 1.000 asesinatos. En abril de 1975 el ritmo de asesinatos es de 50 por semana. La revista Time va registrando en distintas entregas el número de víctimas: 400 en abril, 500 en mayo, 600 en junio. La Triple A reivindica la mayoría de esos crímenes.
Oyarbide especificó que “son objeto de investigación” los asesinatos del diputado Rodolfo Ortega Peña, que compartía estudio de abogados con el actual secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde; el abogado de presos políticos Alfredo Curutchet; el ex subcomisario de la policía bonaerense Julio Troxler; el profesor de sociología Silvio Frondizi, hermano del ex presidente Arturo Frondizi, y su yerno Luis Mendiburu; también el periodista Pedro Barraza y su amigo Carlos Laham. Todos estos crímenes, cometidos en 1974, fueron reivindicados por la organización que lideraba López Rega.
La realidad es que son sólo un puñado de los cerca de 1500 crímenes que se estima que ejecutó la estructura parapolicial al mando de el Brujo, entre ellos el del sacerdote Carlos Mugica.
En el expediente también se destacan pruebas de “una reunión de gabinete que habría tenido lugar el 8 de agosto de 1974 en la residencia oficial de Olivos, presidida por María Estela Martínez de Perón, en la que, previa proyección de diapositivas con la imagen de quienes serían asesinados por supuestas responsabilidades en actividades subversivas, se habría determinado la eliminación de Julio Troxler”.
En aquella época Almirón era miembro de la Policía Federal. Salpicado por la corrupción, Almirón dejó su cargo de jefe del grupo de robos y atracos.
 
Llegó a España en el febrero de 1975, acompañando a su patrón López Rega, que fue de los primeros en ver la que se avecinaba, dimitió y logró que le enviaran a Madrid en calidad de embajador plenipotenciario en Europa. Ambos se instalaron en la Quinta  17 de Octubre, en Puerta de Hierro. 
En 1983 el lider del derechista Partido Popular, Manuel Fraga Iribarne, despidió a Almirón como jefe de su custodia cuando trascendió su tenebroso pasado, a través de Cambio 16. Fue entonces cuando el ex jefe de la Triple A tuvo que vivir primero del sueldo de azafata de su esposa, luego consiguió trabajo como camarero en Cuenca y, finalmente, como cajero en una cafetería de la Plaza Mayor de Madrid, empleo que mantuvo hasta su jubilación.
Almirón resume su situación con una frase tan lapidaria como demoledora: “Si me dicen que escribaa un libro de mi vida, sólo haría una página”. 

Revista 7 Días
29-12-2006

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