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La caída de Strauss-Kahn y la perversión en el fondo

Lo que llevó al huésped de la lujosa suite 2806 del Sofitel a pasar seis noches en una celda del penal de Rikers Island, fue una traición urdida por su propio inconsciente. Es evidente que para el ex director gerente del FMI Dominique Strauss-Kahn, el verdadero goce no está en el sexo en sí mismo sino, más bien, en el acto de sometimiento y en la mirada de horror que su arista de abusador sexual –o financiero–, consigue arrancar a sus víctimas individuales o colectivas.

Por Walter Goobar
Más que una oscura conspiración tejida por banqueros y neoconservadores franco-americanos, lo que llevó al huésped de la lujosa suite 2806 del Sofitel a pasar seis noches en una celda del penal de Rikers Island, fue una traición urdida por su propio inconsciente. Si se tratara simplemente de satisfacer su irrefrenable apetito sexual, un todopoderoso que ganaba 460.000 dólares al año y gastaba 3.000 en una noche de hotel, podría permitirse el lujo de acceder a cuantas relaciones quisiera, del tipo que sean, en un escenario discreto, pero es evidente que para el ex director gerente del FMI Dominique Strauss-Kahn, el verdadero goce no está en el sexo en sí mismo sino, más bien, en el acto de sometimiento y en la mirada de horror que su arista de abusador sexual –o financiero–, consigue arrancar a sus víctimas individuales o colectivas.
Sólo en la mente de un perverso patológico podrían convivir alegremente la idea de ser candidato socialista a la presidencia de Francia, después de haber sido gerente del Fondo Monetario Internacional. El perverso patológico no pretende engañar a sus presas en las urnas, las alcobas o las bóvedas bancarias, sino que su único e irreprimible placer consiste en la mirada de espanto que produce en el otro.
La noticia de la detención de Dominique Strauss-Khan, no sorprendió por el hecho de que ese emblema de las finanzas haya podido cometer un delito aberrante, sino por el hecho mismo de su detención, algo tan inusual como extraño. El asombro que parece haber atrapado al mundo ante las imágenes de un Dominique Strauss-Kahn compareciendo ante un tribunal de Nueva York, entre pequeños delincuentes y traficantes de droga, es un brutal llamado a la realidad. El ex Director del FMI está hoy acusado, según el vocabulario del crimen, de ser un “predador sexual”.
Aunque los cargos contra Strauss-Kahn por intento de violación de una discreta mucama africana, viuda y musulmana que vive en el Bronx con su hija adolescente, sean graves, es mucho más grave el daño que su comportamiento como director del FMI produjo a millones de personas obligando a países enteros a aceptar el catecismo neoconservador como único instrumento válido para salir de una crisis que el propio FMI no quiso ver hasta que había entrado en millones de hogares.
Los bancos de medio mundo, dirigidos por personas que comparten muchos rasgos de la patología de Strauss-Khan, dieron créditos a personas que no los podían pagar, invirtieron enormes cantidades de dólares en operaciones especulativas, burbujas inmobiliarias y bursátiles, muchas de ellas fuera de la ley y casi todas contra el interés de los ciudadanos de cada país. Sin embargo, casi ninguno de los jefes, ejecutivos o gestores de esas grandes entidades financieras mundiales ha pisado la cárcel, cuando su sitio natural es la cárcel.
Más que un asunto de la bragueta de Strauss-Kan, de lo que se trata es de que el mundo ha entrado en una espiral en que la perversión de la política, la economía, las relaciones humanas constituyen la regla y no la excepción. En ese contexto, parece natural, muy natural que José Luis Rodríguez Zapatero, Ángela Merkel, Silvio Berlusconi, Nicolás Sarkozy o David Cameron cuadripliquen los costos de las universidades, que despidan a miles de empleados como chivos expiatorios de la crisis y que, al mismo tiempo, sigan consintiendo la existencia de los paraísos fiscales, que permitan que los ricos no paguen impuestos, que impidan la devaluación del euro para dar oxígeno a las economías más asfixiadas, pero lo que no resultaba digerible era que Strauss-Khan se presentara como socialista a las elecciones francesas y esgrimiera como su principal mérito haber sido Director del Fondo Monetario Internacional, eso simplemente es una perversión que produce tal confusión en el electorado que no es de extrañar que buena parte de Europa se esté decantando hacia la extrema derecha racista y xenófoba, mientras los socialistas buscan nuevas recetas para más ajustes.
Poco antes de que lo bajaran de un vuelo de Air France a punto de despegar, Strauss-Kahn se había apartado de la ortodoxia del partido y estaba cambiando la dirección del FMI. Su conversión en un momento crítico fue saludada por el economista progresista Joseph Stiglitz, en un reciente artículo titulado “El viraje a tiempo del FMI” . Allí Stiglitz escribe: “La reunión anual de primavera del Fondo Monetario Internacional fue notable, ya que marcó el esfuerzo del Fondo para distanciarse de sus propios dogmas de hace muchos años sobre los controles de capital y la flexibilidad del mercado laboral. Parece que un nuevo FMI gradualmente –y cautelosamente– ha surgido bajo el liderazgo de Dominique Strauss-Kahn”.
Es cierto que Strauss-Kahn había emprendido un camino “más benévolo y suave”, que no obligaría a los dirigentes extranjeros a privatizar sus industrias de propiedad estatal o a aplastar a sus sindicatos. Naturalmente, sus acciones no fueron bien recibidas por los banqueros y las corporaciones que esperan que el FMI asegure legitimidad a su continuo saqueo del resto del mundo.
“El péndulo se desplazará del mercado al Estado”, afirmó Strauss-Kahn en un discurso en la Universidad George Washington la semana pasada, un par de días antes de que lo defenestraran. “La globalización ha logrado mucho… pero también tiene un lado oscuro, un inmenso y creciente abismo entre ricos y pobres. Es obvio que necesitamos una nueva forma de ‘globalización’ para impedir que la ‘mano invisible’ de mercados débilmente regulados se convierta en ‘un puño invisible’.”
Es ingenuo creer que el frío y calculador Strauss-Khan iba a trastocar los pilares del FMI. Así como no hubo ningún banquero de Wall Street preso por la estafa a millones de depositantes, tampoco podía producirse ninguna revolución en el FMI. Ni siquiera un simulacro de transformación. La institución se creó con la clara intención de estafar a la gente y lo ha hecho con la meticulosidad de un asesino serial. Tampoco iba a haber ningún cambio de política. ¿Por qué iba a haberlo?
Si Dominique Strauss-Kahn realmente creía lo que decía, su palabra tiene el mismo valor que la de un violador o un pedófilo que jura regenerarse, porque si no fuera así, Strauss-Kahn habría firmado su propia sentencia de muerte. De todos modos, no fue necesario ejecutarla: en un acto de justicia poética, fue una inmigrante guineana, del continente más abusado, violado y expoliado por el FMI, la que puso fin a la impunidad de un todopoderoso, capaz de rifar la presidencia de Francia por ese oscuro placer que encierra el abuso sexual. Una violación no es un acto de deseo hacia la víctima, sino un acto que tiene un alto componente de odio. La fantasía básica del abusador pasa por el control y la dominación de la víctima, sea esta una mucama africana o un país en ruinas como Grecia, Islandia o Portugal.
 
Diario Miradas al Sur
22- MAYO-2011

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