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El mundo según Sarlo

En Furia, ilusión y melancolía (2006), Beatriz Sarlo retrató el papel que las 272 asambleas barriales, jugaron en la Argentina de 2002. Por eso hubiera sido interesante escuchar su opinión sobre la revuelta de los indignados en España. Pero la Sarlo que asistió a 6, 7, 8 se limitó a invertir la lógica del programa para convertir a los habituales interpeladores en interpelados de su propio formato.

Por Walter Goobar
En Furia, ilusión y melancolía (2006), Beatriz Sarlo retrató el papel que las 272 asambleas barriales, jugaron en la Argentina de 2002. Por eso hubiera sido interesante escuchar su opinión sobre la revuelta de los indignados en España. Pero la Sarlo que asistió a 6, 7, 8 se limitó a invertir la lógica del programa para convertir a los habituales interpeladores en interpelados de su propio formato.
Hubo poco de la reflexión crítica que siempre la caracterizó. Haciendo gala de un reduccionismo a prueba de bala, Sarlo pretendió negar –o minimizar–, el papel desinformativo de los medios y subestimar la crítica formulada por los manifestantes españoles.
Con argumentos más cercanos a los de un think-tank que a los de una académica de su talla, proclamó la excelencia de los medios europeos y elogió en particular a la BBC y al diario La Vanguardia de Barcelona, el mismo que ayer justificó la represión y el desalojo de la Plaza de Catalunya como “un problema de salubridad e higiene”. La modélica cadena británica citada por Sarlo como ejemplar por sus coberturas del Tercer Mundo, fue la que compró la mentira de las armas de destrucción masivas de Saddam Hussein. Aquel supuesto traspié informativo le costó la vida a medio millón de iraquíes.
Enfrascada en la lectura del diario La Vanguardia y de lo que definió como “la prensa alternativa alemana”, Sarlo no parece enterada de que la oleada de revueltas pacíficas en el mundo árabe no se debe –al menos en primer término– al papel jugado por las redes sociales que parecen fascinarla, y mucho menos a la influencia de la flemática BBC, sino a la irrupción de Al Jazeera. El secreto del éxito de ese canal consiste en que habla de lo que nadie quiere hablar, está donde nunca acude la mayor parte de medios occidentales, dedica programas enteros a causas ignoradas en Occidente y genera debates sin censuras.
Fue Al Jazeera el que permitió a las sociedades civiles del mundo árabe –invisibilizadas por los medios hegemónicos–, irrumpir en la escena política para desembarazarse de los dictadores prooccidentales que siempre contaron con la complicidad de la BBC o la CNN.
No es preciso ser politólogo ni corresponsal de guerra en Medio Oriente para darse cuenta de que los medios son el aparato ideológico de la globalización y dejaron de ser el Cuarto Poder. En el actual orden mundial, el primer poder es el financiero, el segundo es el mediático y el tercero es el político. Esto lo saben hasta las amas de casa paquetas que, junto a Sarlo, cacerolearon durante la revuelta del campo.
Sarlo parece desconocer lo obvio: más allá de las fronteras argentinas y más allá del Grupo Clarín, la cuestión de los medios se transformó hoy, en muchos países, en el principal problema de la democracia. Esto determina que los medios sean el blanco caricatural del funcionamiento de las sociedades contemporáneas. Y eso excede el indudable mérito que hay que reconocerle a 6, 7, 8 .
Diario Miradas al Sur
29-05-2011
 

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