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Guerra contra la prensa en Pakistán

El secuestro y asesinato del periodista paquistaní, Syed Saleem Shahzad, jefe de la corresponsalía en Pakistán del semanario Asia Times Online y reciente colaborador de Miradas al Sur, inaugura un nuevo capítulo de la sangrienta guerra sucia que se ha potenciado en Pakistán tras la ejecución extrajudicial de Osama Bin Laden por parte de Estados Unidos.

Por Walter Goobar
El secuestro y asesinato del periodista paquistaní, Syed Saleem Shahzad, jefe de la corresponsalía en Pakistán del semanario Asia Times Online y reciente colaborador de Miradas al Sur, inaugura un nuevo capítulo de la sangrienta guerra sucia que se ha potenciado en Pakistán tras la ejecución extrajudicial de Osama Bin Laden por parte de Estados Unidos. El asesinato del líder de Al-Qaeda se ha interpretado como una carta blanca para que los servicios de inteligencia locales emulen las prácticas estadounidenses y liquiden a todos aquellos que perciben como potenciales amenazas.
El periodista de investigación Saleem Shahzad, de 40 años, padre de tres hijos, desapareció mientras se dirigía a una entrevista en la televisión en Islamabad el domingo por la noche. El martes, la policía anunció que había encontrado su cadáver en Mandi Bahauddin, a unos 150 kilómetros al sudeste de la capital. Había señales inequívocas de que había sido torturado.
“Este asesinato tiene los indicios de asesinatos anteriores perpetrados por agencias de inteligencia paquistaníes”, dijo un investigador de la ONG Human Rights Watch en el Sur de Asia, Ali Dayan Hasan, que pidió una “investigación y procedimientos judiciales transparentes”. El gobierno de Pakistán, por su parte, se limitó a permitir la portación de armas a periodistas en clara señal de que no piensa garantizar la vida de ningún periodista crítico.
Antes de su secuestro, Syed Saleem Shahzad publicó la primera parte de una investigación que revelaba que la Armada de su país estaba infiltrada por Al-Qaeda. La segunda parte –que no llegó a escribir–, iba a centrarse en el reclutamiento y entrenamiento de agentes de Al-Qaeda.
Según testimonios de sus colegas, Syed Saleem Shahzad tuvo la premonición de que sería secuestrado por el ISI, la agencia de inteligencia paquistaní, que no toleró que Salem pusiera al desnudo que Al-Qaeda ha infiltrado profundamente el establishment militar de Pakistán, el principal aliado de Estados Unidos en la región.
Los talibanes afganos y otras corrientes fundamentalistas conservan muchos apoyos en los servicios secretos. El ejército paquistaní ha mantenido siempre un doble juego en la cuestión afgana: oficialmente está al lado de la Otan contra el “terrorismo islamista”, pero mantiene estrechos lazos con los talibanes y otros movimientos fundamentalistas.
Como lo acaba de confirmar con toda crudeza el asunto Bin Laden, las presiones estadounidenses no han impedido a los servicios paquistaníes continuar su doble juego, manteniendo viva la gallina de los huevos de oro (el jefe de Al-Qaeda cuya persecución alimentaba la ayuda financiera estadounidense, vivía en Abbotabad, una ciudad cercana a Islamabad que alberga la principal academia militar y uno de los cuarteles del ISI.
Durante la última década, Syed Saleem Shahzad ejercitó como nadie el arriesgado oficio de moverse con destreza en ese tenebroso territorio sin ley conformado por la intersección entre el ISI –el servicio de Inteligencia de Pakistán–, la jungla de facciones talibanes a ambos lados de la frontera entre su país y Afganistán, y las infinitas milicias de fanáticos que propugnan la Guerra Santa a ambos lados de la frontera.
Hace menos de un mes, Shahzad había colaborado con un informe especial publicado por Miradas al Sur sobre el asesinato de Osama Bin Laden. En ese artículo titulado “Al-Qaeda había armado un plan de venganza”, el periodista vaticinaba que la primera consecuencia de la ejecución extrajudicial del líder de Al-Qaeda sería el traslado del escenario de la guerra de Afganistán a Pakistán. Sin embargo, a nadie se le hubiera ocurrido pensar que el autor de aquella nota podría convertirse en la siguiente víctima de una ejecución ilegal que marca una nueva etapa en la sangrienta guerra sucia.
Saleem Shahzad se había iniciado en el periodismo como cronista a principios de los años noventa en la ciudad portuaria de Karachi en el sur de Pakistán, cubriendo temas municipales. Comenzó a escribir para el semanario Asia Times Online hace diez años y llegó a ser internacionalmente conocido como experto en Al-Qaeda. Su más reciente libro Al-Qaeda por dentro: Más allá de Bin Laden y el 9/11 fue publicado por la editorial Pluto Press la semana pasada. En el último mail que intercambió con el autor de esta nota, hace exactamente un mes, Saleem había acordado conceder en estos días una entrevista a Miradas al Sur. Desafortunadamente, esa entrevista nunca llegó a concretarse.
El periodista Pepe Escobar, columnista de Asia Times Online ha trabajado con Syed Saleem Shahzad desde hace más de una década: “Saleem era mi hermano. Después del 11-S trabajamos en tándem; él estaba en Karachi. Yo, en Islamabad/Peshawar. Después de la ‘victoria’ de Estados Unidos en Afganistán, fui a visitarlo a su casa. Me introdujo en el lado salvaje de Karachi, en esa y otras visitas. Caminando por la noche por la playa me confesó su sueño; quería ser jefe del Buró Pakistán de Asia Times, que consideraba la montaña K2 del periodismo. Lo logró”.
La violencia política se ha cobrado la vida de 44 periodistas, por lo que un número creciente de trabajadores de prensa se ha exiliado en Estados Unidos o Canadá. Syed Saleem Shahzad se quedó a pesar de las amenazas, y la única concesión que hizo fue mudarse de Karachi a Islamabad.
En noviembre de 2006, el periodista fue capturado por los talibanes en Afganistán durante seis días, pero inmediatamente volvió a trabajar, trepando los valles en Waziristán del Norte y del Sur. “Los talibanes me hicieron traspirar la camiseta”, decía en tono de broma.
Más tarde, entrevistó a algunos de los líderes más notorios y enigmáticos de Al-Qaeda, entre los que se cuentan Sirajuddin Haqqani, una de las figuras clave en la insurgencia talibán en Afganistán, y en 2009 a Ilyas Kashmiri, combatiente paquistaní que dirige la Brigada 313, el brazo operativo de Al-Qaeda.
A mediados de octubre de 2010, Saleem había sido citado a la sede del ISI por la publicación de un informe exclusivo donde se revelaba que Pakistán había liberado al comandante supremo de los talibanes en Afganistán, Mullah Abdul Ghani Baradar, para que pudiera jugar un papel esencial en conversaciones secretas con Washington a través del ejército paquistaní.
En aquella oportunidad, el ISI exigió que Saleem revelara sus fuentes, y que escribiera un desmentido. Saleem se negó, lo que causó el evidente desagrado de los funcionarios del ISI, que incluían al contraalmirante Adnan Nawaz y al comodoro Khalid Pervaiz, ambos de la armada.
Al día siguiente, el periodista envió un correo electrónico al editor de Asia Times Online, Tony Allison, en la que narraba la amenaza velada por parte de un funcionario del ISI. El oficial le dijo: “Le quiero hacer un favor. Recientemente, arrestamos a un terrorista y recuperamos muchos datos, diarios y otro material durante el interrogatorio. El terrorista llevaba una lista. Si encuentro su nombre en la lista, le aseguro que se lo haré saber”.
  Diario Miradas al Sur
05-06-2011

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