El documental premiado recientemente en el Festival de Cine de Mar del Plata relata la historia de Marta Sierra, una bióloga del INTA desaparecida durante la última dictadura militar. Jorge Zorreguieta, padre de la princesa Máxima, es uno de los involucrados en la causa.
Por Walter Goobar
Pocos días después del golpe del 24 de marzo de 1976, miembros de las Fuerzas Armadas secuestraron a Marta Sierra en su casa. Nunca nadie volvió a saber de ella. Treinta y un años después, su hijo mayor - Nicolás Prividera-, narra en el documental M la búsqueda obsesiva y desgarradora que protagonizó para reconstruir la historia de su madre, una bióloga del Institulo Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Castelar. M tiene a Prividera como una suerte de detective que conduce en cámara la investigación por oficinas de organismos públicos y privados, para saber qué pasó con su madre. "No me interesaba encontrar un culpable. Mi intención es debatir lo que pasó en la sociedad, lo cerca que estaban todos de enarbolar el discurso de la dictadura", explica a 7 DÍAS el director del documental, que ganó los 50.000 dólares del Premio Che Guevara en la edición 2007 del Festival de Cine de Mar del Plata.
La causa y Zorreguieta
En 2004, Prividera llevó el caso de su madre a los estrados judiciales en una notoria causa que involucró a Jorge Zorreguieta, padre de la princesa Máxima de Holanda. "Para mi, no se trata de focalizar en una persona, sino de un fenómeno más amplio. Yo no quiero chivos expiatorios, sino entender la trama. Zorreguieta es el hombre visible, pero hay otra trama más profunda de tipos que están muy cómodos porque no estamos hablando de ellos", dice Prividera, que tenía seis años al momento del secuestro de su madre. "Las imagenes de Zorreguieta en mi película son las del paseo en auto con Videla, mientras se escucha una declaracion radial suya: "Para mí, todo esto es una novedad". Es el punto de partida, porque la pelicula va en otra direccion", agrega.
El documental premiado
A lo largo de emotivos e implacables 140 minutos, el documental expone en toda su dimensión el apoyo brindado por sectores civiles a las acciones del terrorismo de estado, uno de los aspectos del período dictatorial menos abordados en el país. "En los inicios de la democracia se hablaba de 'dictadura cívico-militar' pero de pronto la palabra 'cívico' desapareció y se focalizó la culpa en los militares -que tuvieron responsabilidad y mucha-, que eran el brazo ejecutor", declara Prividera. "Así, quedaron en las sombras todos los sectores y personas civiles que no sólo colaboraron en aportar información para detenciones sino que muchos dieron fundamento económico y teórico al plan de los militares", agrega.
Prividera apela a cartas, fotos y filmaciones caseras rodadas en súper 8 para reflexionar sobre el pasado y la memoria a través de la figura de su madre. La "M" es el nombre que en la época se le daba a la organización Montoneros, y Prividera se anima a cuestionar desde su enojo "la ingenuidad, la ceguera y la estupidez" de ciertos militantes de los años ´70. M es un relato íntimo y político, emotivo y controvertido a la vez. El documental elude los farragosos testimonios a cámara y se aleja por completo del didactismo o del mero homenaje complaciente. Imágenes de su madre de videos caseros, entreveradas con otras actuales de los mismos sitios, le sirven para trazan un puente entre el presente y el pasado. En las conversaciones con a amigos, antiguos colegas de trabajo en el INTA y compañeros de militancia en la JP, su hijo intenta develar por qué los compañeros de su madre salieron del país mientras ella era detenida en su propia casa. Así, surge en reiteradas oportunidades la palabra "traición". "Un sector de Montoneros sabía cómo venía la mano y dejó morir a un montón de compañeros", afirma una colega de trabajo de Sierra. Es la primera vez que un documental que revisa los años de la dictadura expone la necesidad de una autocrítica en Montoneros. Otra de las ex militantes dice que, si bien la dirigencia montonera elaboró listas de personas que pertenecían al movimiento y actuaban en los sindicatos, al principio muchos de ellos no sabían lo que vendría y "los entregaron sin saberlo".
Respuestas, dudas y certezas.
De la búsqueda surgen nuevas preguntas, silencios y complicidades, que sumergen al espectador en el análisis de los hechos. Desde las butacas surgen las mismas dudas, así como certezas, que el autor va descubriendo durante su búsqueda. "Sabía, por experiencias previas en las que había hablado con otras personas, que los silencios, las dudas y los balbuceos iban a ser más importantes que los testimonios, ya que los gestos tienen una complejidad muy interesante", dice el realizador "Así como hay distintos modos de recordar, existen distintos modos de olvidar. En mis entrevistas no quise juzgar esos olvidos, sino mostrarlos y que el espectador saque sus propias conclusiones, explica Nicolás Prividera.
Sacarse el casette
"Todo el mundo tiene un casette para hablar de la dictadura. Lo que yo quería era desarmar ese casette, tener un discurso crítico. Alguno podrá enojarse conmigo, pero no me preocupa", agrega el director. "Sé que algunos nos reclamarán a nosotros por criticar el proyecto de otra generación sin articular un proyecto propio. Sé que es un reclamo que le pueden hacer a mi película, pero también creo que es una primera parte: primero es necesario hacer una revisión; hay un debate que todavía no se ha terminado de dar, cosas que no están habladas. En todo caso, el propósito del filme no es, según el cineasta, hacer un juicio ni hallar a un culpable de la desaparición de su madre, sino interpelar al espectador para que se pregunte qué puede hacer para que esa historia no vuelva a repetirse.
Revista 7 Días
24-03-2007