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ELECCIONES PORTEÑAS

Macrismo, sin Macri

¿Por qué Buenos Aires es tan esquizofrénica? Una razón es que la riqueza que se produce en las pampas y en los suburbios industriales se realiza y se gasta en Buenos Aires, donde el Producto Interno Bruto es de nivel europeo. Pero, también, es la ciudad donde un sector cada vez más numeroso de la clase media urbana asume como propios los valores y los modelos de los ricos.

Walter Goobar
Suele suceder que una comunidad se sorprende ella misma de lo que, sin proponérselo, acaba realizando. Mauricio Macri y Daniel Filmus encarnan los dos modelos de ciudad que conviven en esta monstruosa megalópolis, que recuerda y olvida según su bipolar estado de ánimo porque en ella conviven famosos y olvidados, torturadores y víctimas, laburantes, vividores y ñoquis perpetuos, el rock, el tango y la cumbia villera. Frivola, narcisista y rica como pocas, esta ciudad construye los pisos más suntuosos y las villas miseria más pobladas y eternas de la Argentina. Es la ciudad donde no se pudo hacer Tecnópolis pero que se paraliza fascinada ante la largada del rally París-Dakar.
Este gran manicomio urbano tiene más psicólogos y mas psicoanalizados por metro cuadrado que cualquier otra capital en el mundo, pero eso no previene los masivos ataques de locura de sus habitantes ante los cortes de calles o las interrupciones en los trenes y los subtes. Es la ciudad en donde las preocupaciones sociales y éticas conviven con la amnesia más impúdica. El único lugar en el mundo donde iracundos ahorristas perdonaron a los bancos, pero jamás perdonarán a los piqueteros. También es la ciudad de millones de seres que una vez quisieron cambiar el mundo y ahora se conforman con cambiar a la Federal por la Metropolitana.
¿Por qué Buenos Aires es tan esquizofrénica? Una razón es que la riqueza que se produce en las pampas y en los suburbios industriales se realiza y se gasta en Buenos Aires, donde el Producto Interno Bruto es de nivel europeo. Pero, también, es la ciudad donde un sector cada vez más numeroso de la clase media urbana asume como propios los valores y los modelos de los ricos. Es preciso decirlo: hay vastos sectores populares que dejaron de pensar en un avance social colectivo y se refugiaron en la pobre esperanza del ascenso social individual. En ese sentido, Mauricio Macri no sólo encarna la pasión por el dinero y el éxito, sino que también expresa el desprecio de lo político: a un 30 por ciento de sus votantes no les interesa la política. Para ellos, la palabra “libertad” es sinónimo de libertad de circulación y de bicisendas. Macri personifica como pocos a todos aquellos que detestan a los sindicalistas y que quisieran exterminar a los piqueteros, los cartoneros y –en primer lugar– a los trapitos. Muchos de esos votantes son hijos y nietos de inmigrantes que ahora profesan una xenofobia sigilosa, un racismo pigmentario, que sólo Macri se atreve a verbalizar con el argumento de “reglamentar la inmigración descontrolada”. En ese sentido, a una amplia franja de votantes tampoco les crea problemas de conciencia que Macri patee a los sin techo o que pretenda reducir a las villas a una suerte de Disneylandia de la cumbia villera. Todo lo contrario: lo aprueban.
Con la inapreciable colaboración de los medios hegemónicos, Macri exhalta los valores de las soluciones individuales. El sur de la ciudad, donde las fábricas desaparecieron junto con los obreros y la solidaridad, y donde se amontonan los trabajadores mal pagados y precarizados, votó casi igual que los barrios ricos porque Macri cabalgó un racismo inmundo. O sea, los pobres del sur votaron por Macri para sentirse superiores a la gente que convive con ellos.
En la vereda de enfrente, la campaña de Daniel Filmus no convenció diciendo que Macri era estúpido, que decía tonterías, que era un vago, que no hablaba ni debatía para no decir pavadas. Tampoco funcionó como argumento que dejaba que las escuelas públicas y los hospitales se derrumbasen. Entre muchos pobres en ascenso, aún perviven las ideas privatistas y antiestatistas. Ellos adhieren a las ideas de la oligarquía sobre el carácter parasitario del Estado, como se demostró durante el conflicto del campo.
El empecinamiento en criticar a Macri contribuyó a victimizarlo en una primera instancia y –más tarde– a inmunizarlo. En el imaginario colectivo, ese hostigamiento y aislamiento al jefe de Gobierno se terminó percibiendo como un castigo dirigido contra todos los porteños que reivindican el individualismo y suscriben la teoría del miedo y la inseguridad. Pero, Macri no ganó sólo por eso. El macrismo se explica sin Macri. El macrismo “popular” es la expresión del atraso, la xenofobia, la incultura y la despolitización. Hay que disputar la influencia sobre los sectores medios y destruir los mitos con los que quieren dominarlos.
Diario Miradas al Sur
17-07-2011 
 

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