Si los países escandinavos han ofrecido en las últimas décadas una imagen de convivencia ciudadana digna de ser imitada, también existen en su seno fuerzas que abogan por instalar un sistema totalitario y xenófobo, en el que el orden policial se imponga sobre la libertad de elección personal en todos los órdenes de la vida.
Walter Goobar
Si los países escandinavos han ofrecido en las últimas décadas una imagen de convivencia ciudadana digna de ser imitada, también existen en su seno fuerzas que abogan por instalar un sistema totalitario y xenófobo, en el que el orden policial se imponga sobre la libertad de elección personal en todos los órdenes de la vida. Así lo prueban el asesinato del primer ministro sueco, Olof Palme, perpetrado el 28 de febrero de 1986 en Estocolmo como parte de una conspiración ultraderechista que nunca fue debidamente esclarecida, y ahora el doble atentado que este viernes conmocionó a la sociedad noruega y al conjunto de Europa.
Junto a la sorpresa y el dolor, llegó la confusión, ya que en apenas unas horas se comenzaron a difundir a través de la prensa noruega y de los medios internacionales distintas versiones sobre las pistas que privilegiaban los encargados de la investigación. Pese a la prudencia oficial, desde el primer momento fuentes oficiosas y muchos analistas internacionales privilegiaron la pista islamista, recordando que Noruega forma parte del contingente que la Otan mantiene en Afganistán, por lo que el escenario bélico que se vive en esa región asiática habría vuelto a hacerse presente de forma virulenta en Europa. Pero esta tesis –basada en prejuicios– se desmoronó como un castillo de naipes.
El presunto homicida, Anders Behring Breivik, se autodefine como “nacionalista” y opositor a una sociedad multicultural. El acusado ya habría sido detenido por la policía en 2001 por posesión ilegal de armas y explosivos.
Tras la captura del pistolero de Utoya, minutos después de ejecutarse las acciones criminales, la policía registró su residencia ubicada al oeste de la ciudad en la que encontraron un kilo de explosivos y dos uniformes de la policía, prendas que utilizó este viernes para colarse en el campamento.
“El diario noruego VG revela que es autor de numerosas entradas en una web llamada Document.no, caracterizada por sus posturas críticas con el islam. En una de ellas asegura que la política actual no consiste en una pugna entre socialismo y capitalismo, sino entre nacionalismo e internacionalismo. Es ahí donde se declara nacionalista. En otros comentarios ataca a los medios por no ser suficientemente críticos con el islam.”
Por otro lado, en su perfil de la red social Facebook, Behring Breivik se describe como director de su propia empresa dedicada al cultivo de vegetales y asegura tener estudios de religión y economía, aunque no precisa en cuál universidad cursó.
Su condición de director de una empresa para la agricultura le habría facilitado la adquisición de fertilizantes, que no sólo son utilizados para esta actividad económica, sino que sirven de base para la fabricación de explosivos como el amonal, el explosivo favorito de muchos terroristas.
“Se declara admirador de Winston Churchill y del teniente Max Manus (éste último) de la resistencia noruega a la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, así como amante de la música clásica. Entre sus actividades preferidas figuran los videojuegos de rol World of Warcraft y Modern Warfare”.
“Deben morir, deben morir todos.” Son las palabras que, según un testigo que sobrevivió a la matanza gritaba Anders Behring Breivik cuando comenzó a disparar a los cientos de jóvenes que participaban en el campamento.
Diario Miradas al Sur
24-07-2011