Si algo caracteriza a Noruega, es su enorme confianza social y tranquilidad. Pero ese país escandinavo vivió este viernes su día más trágico desde la Segunda Guerra Mundial. El doble atentado perpetrado en la capital y en la vecina isla de Utoya se ha cobrado –hasta el momento– la vida de 92 víctimas
Por Walter Goobar
Una inmensa explosión junto a los edificios gubernamentales en pleno centro de Oslo y un salvaje atentado contra un campamento juvenil de la socialdemocracia noruega que se realizaba en una isla cercana llevaron este viernes el terrorismo más brutal a un país que jamás lo había sufrido. El doble atentado disparó la islamofobia latente cuando los medios de comunicación locales e internacionales lanzaron a rodar la versión de un “acto de terrorismo islamista” cuando, en realidad, se trató de un acto de terrorismo perpetrado por un ultraderechista noruego, tan cristiano como xenófobo.
Si algo caracteriza a Noruega, es su enorme confianza social y tranquilidad. Pero ese país escandinavo vivió este viernes su día más trágico desde la Segunda Guerra Mundial. El doble atentado perpetrado en la capital y en la vecina isla de Utoya se ha cobrado –hasta el momento– la vida de 92 víctimas, aunque se teme que el cómputo de muertos suba nuevamente en las próximas horas, dado el alto número de heridos graves, tanto a consecuencia del primer atentado en la capital como del segundo ataque a la isla.
Del total de muertos, 85 eran asistentes a un campamento juvenil socialdemócrata, asesinados por un noruego de 32 años ya detenido. Según un guardia del campamento, el agresor –un fundamentalista cristiano vinculado con la extrema derecha– entró con uniforme de policía y explicó que iba a revisar la seguridad y, por lo que apreció, llevaba dos armas.
Uno de los sobrevivientes del tiroteo, el joven Adrian Pracon, de 21 años, narró desde la habitación del hospital donde lo atendieron por sus heridas: “Yo y otros dos nos quedamos tumbados boca abajo y sobrevivimos por los cuerpos que pudimos ponernos encima y fingir que estábamos muertos”. “Podía sentir su respiración; podía oír sus botas.”
Alrededor de las 17.30 del viernes, un par de horas después de la explosión en Oslo, Anders Behring Breivik llegó a la isla disfrazado de policía para simular que formaba parte del equipo de seguridad. Los asistentes al campamento se encontraban reunidos en ese momento en una gran sala del edificio principal de la isla, donde los organizadores estaban informando sobre el atentado del centro de Oslo.
Según el testimonio de Marie Melgaard, periodista del diario DagBladet, “el asesino, vestido de oficial de la policía, organizó un encuentro sobre el ataque en Oslo. Casi todos los presentes, excepto los que estaban en las duchas o en las tiendas de campaña, se congregaron a su alrededor para que les contara lo sucedido. ‘Vengan que les voy a contar lo que ha pasado’, dijo. Cuando se acercaron a él, empezó a disparar”.
Y comenzó el caos. Durante una hora y media el tirador recorrió la isla a sus anchas “andando lentamente, sin correr”, según varios testigos, hasta que llegó la policía en helicóptero y en lanchas y consiguió reducirlo sin que opusiera mayor resistencia.
El agua es el lugar hacia donde todo el mundo intentó huir, pero según los testigos, el tirador los siguió hasta la orilla.
Otros intentaron esconderse en los arbustos o trepar a los árboles, “pero también fue tras ellos”, según ha contado Björn Jarle Roberg-Larsen, un miembro del partido.
La matanza de Toya ocurrió tan sólo dos horas después del atentado con coche bomba contra la sede del gobierno noruego en Oslo, con siete personas muertas y quince heridos.
A pesar de que en un principio los atentados se atribuyeron a grupos islamistas, las autoridades negaron que fueran perpetrados por terroristas islámicos y los medios noruegos identificaron al detenido de Utoya como integrante de los ambientes ultraderechistas. La policía no ha revelado detalles sobre si el detenido contó con cómplices, aunque parte de la base de que actuó solo.
Según el tabloide Verdens Gang (VG), el presunto autor de la masacre había colgado mensajes en internet declarándose nacionalista y enemigo de la sociedad multicultural, datos que todavía no ha confirmado la policía.
El primer ataque en la capital, Oslo, sede de los premios Nobel de la Paz que se otorgan anualmente, ocurrió a las 13.20 al estallar una potente bomba en el complejo gubernamental. Ocasionó graves destrozos en cuatro edificios gubernamentales así como en inmuebles vecinos, incluida la sede del diario VG. Ningún miembro del gobierno resultó herido, según informó horas después el propio primer ministro, Jens Stoltenberg, quien actualmente se encuentra oculto en un lugar no revelado y declaró rotundamente que los ataques no socavarían su “compromiso con la democracia y un mundo mejor”.
Aproximadamente dos horas después tuvo lugar la matanza del campamento socialdemócrata en la isla de Utoya, a unos 20 kilómetros de la capital. En ese momento había unas 560 personas en esas colonias y estaba previsto que este sábado visitara la instalación el primer ministro socialdemócrata Stoltenberg. Al parecer, el agresor detenido irrumpió en el campamento y prendió fuego, desatando el pánico entre los jóvenes de entre 14 y 17 años.
La matanza de la isla ha sido calificada por el rey Harald de Noruega como una “tragedia inconmesurable” y presentó sus condolencias a todos los afectados y a los familiares de las víctimas. El primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, calificó lo ocurrido como la “peor tragedia desde la Segunda Guerra Mundial” en una fugaz aparición televisiva.
“Fue un ataque al paraíso de mi juventud, convertido ahora en un infierno”, añadió el político, quien antes del atentado tenía previsto acudir este sábado a la isla, lugar que había visitado en sus años jóvenes para participar en campamentos juveniles y donde lo esperaban ahora correligionarios y amigos.
Inmediatamente después del atentado en la capital, la policía acordonó la zona, mientras se procedía a la evacuación de la estación central de ferrocarril, centros comerciales y sedes de los principales medios del país, como el propio VG y el diario Aftonbladet, la radio pública NRK y el canal TV2.
Las informaciones sobre ambos atentados se superpusieron durante horas, en medio de una gran confusión.
Si inicialmente toda la atención se concentró en la capital, de la que llegaban imágenes de edificios destrozados y ciudadanos afectados, a medida que avanzaban las horas la atención se trasladó a la isla, donde finalmente se confirmó la matanza de dimensiones catastróficas.
Diario Miradas al Sur
24-07-2011